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Economía y vacunación // Mercantilizar la salud

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▲ Arabia Saudita construirá una ciudad carbono cero en Neom, zona industrial y de negocios, de unos 500 mil millones de dólares, como parte de los planes del reino para diversificar su economía basada en el petróleo. La ciudad tendría proyectos urbanos positivos para el medio ambiente que operarán con energía 100 por ciento verde y podrá albergar a un millón de residentes, informó desde Dubai el príncipe Mohammed bin Salman. De acuerdo con una fuente saudí, la construcción está proyectada para comenzar en el primer trimestre de este año y se espera que contribuya con 48 mil millones de dólares al pib de Arabia. En la imagen, la capital saudita. (Con información de Reuters)Foto Afp
C

on el arranque del año se retomó la añeja práctica de los no muy atinados videntes financieros que pululan aquí y allá, quienes, un día sí y el siguiente también –salvo en el sagrado periodo vacacional– pronostican lo que a su entender sería el comportamiento económico global, especialmente tras un año pandémico que destrozó cualquier estimación medianamente congruente.

Para la economía global ya se conocen pronósticos de chile, dulce y manteca que visualizan un crecimiento económico que en 2021 podría ser de entre 3.5 y 8 por ciento, según la bola de cristal que se consulte, pero en cualquiera de los casos –trátese del analista de quien se trate– el resultado concreto no alcanzaría para cubrir (salvo en el caso de China) el profundo boquete que dejó la pandemia en 2020.

Y los pronósticos se basan en la vacuna. Todos creyeron que con ella todo estaba resuelto, pues era cuestión de semanas para que la pandemia llegara a su fin y todo el mundo contento. Pero el agresivo repunte en el número de contagios por Covid-19 y la concentración del medicamento (algunos países lo adquirieron en una proporción hasta cinco veces mayor a sus necesidades reales, mientras otros ni siquiera tienen la perspectiva de obtener unas cuantas) ha dejado en claro que el problema ni lejanamente ha sido resuelto, de tal suerte que el futuro económico global registra un creciente grado de incertidumbre y la brecha entre naciones ricas y pobres se ensancha.

Es necesario recordar lo que semanas atrás publicó The New York Times: “los países prósperos aseguraron sus vacunas, pero ‘han vaciado los estantes’ para el resto. Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y otras naciones hicieron pedidos de vacunas que superan con creces a sus poblaciones, mientras muchas naciones pobres luchan por asegurarse las dosis que necesitan. Conforme avanzan los ensayos clínicos para encontrar las vacunas contra el coronavirus, los países ricos están creando una brecha extraordinaria para su acceso en todo el mundo, pues están reclamando más de la mitad de las dosis que podrían salir al mercado. Muchas naciones pobres tal vez puedan vacunar a 20 por ciento de sus poblaciones en 2021, pero algunas de las más ricas han reservado suficientes dosis para inmunizar a las suyas varias veces. Estos países cubrieron sus apuestas con varias candidatas. No obstante, si recibiera todas las dosis que ha pedido, la Unión Europea podría inocular dos veces a sus residentes, el Reino Unido y Estados Unidos podrían hacerlo cuatro veces, y Canadá seis”.

Como se observa, no se trata simplemente de erradicar la pandemia, acabar con el bicho en beneficio de la humanidad ni de reactivar la maltratada economía internacional, sino de seguir con la mercantilización de uno de los derechos fundamentales (el acceso a la salud) y de aprovechar la situación para concretar otro suculento negocio de los laboratorios trasnacionales –que de samaritanos no tienen absolutamente nada–, el cual, también, refuerza el de por sí férreo control global que ejercen las naciones más poderosas y convertir al medicamento (sólo para quienes tienen con qué adquirirlo) en un mero producto de mercado.

Mientras la economía global se mantiene en la lona, esos laboratorios han obtenido, y lo seguirán haciendo, pingües ganancias a costillas de una humanidad postrada. Como bien lo publicó La Jornada (Braulio Carbajal) en su edición dominical, en 2020 “las empresas farmacéuticas aumentaron su valor de mercado casi 90 mil millones de dólares, una cifra casi tres veces superior a lo que el gobierno mexicano contempló en el presupuesto de salud para el año pasado.

Siete de las farmacéuticas más grandes del mundo (Johnson & Johnson, Pfizer, AstraZeneca, Moderna, Novavax, BioNTech y CanSino) tienen un valor bursátil de 776 mil 380 millones de dólares, 89 mil 471 millones más respecto de hace un año, como resultado del alza de sus acciones (el de algunas se ha multiplicado varias veces su valor original), las cuales se elevaron a medida que los inversionistas apostaron a que serían ellas las que desarrollarían la vacuna.

Las rebanadas del pastel

¿Y aquellos países que no tengan con qué pagar? Simple: que se jodan.