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Deforestación incrementa la vulnerabilidad en el sureste
 
Periódico La Jornada
Martes 17 de noviembre de 2020, p. 3

La deforestación en Tabasco ha sido imparable: hasta 2015 quedaba tan sólo 3 por ciento de su vegetación original, con una tasa de pérdida de 2.7 hectáreas por hora durante los pasados 50 años, advirtió el Programa Especial de Desarrollo Forestal 2013-2018 del gobierno estatal. Aun así, la tendencia siguió y entre 2018 y 2019 desaparecieron 23 mil hectáreas de cobertura forestal, de acuerdo con la plataforma Global Forest Watch.

Para Chiapas, la pérdida de bosques y selvas también es creciente, la herramienta digital reporta que en el periodo de 2010 a 2019 desaparecieron 423 mil hectáreas, 8.7 por ciento respecto de la que había en 2000. Para 2010 estima en 4.5 millones las hectáreas de bosque natural, que se extendían sobre el 63 por ciento de su territorio.

Esta entidad cuenta con selvas altas perennifolias, bosques mesófilos y manglares, además de 30 por ciento de la disponibilidad de agua del país, con 10 cuencas y una gran biodiversidad, de acuerdo con la Estrategia de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Chiapas. Ahí, entre 2001 y 2018 se perdió 12 por ciento de la cubierta forestal (574 mil hectáreas) que había en 2000, mientras para 2019 desaparecieron 71 mil hectáreas respecto de un año previo.

La vegetación favorece la infiltración del agua y con ello se evitan las inundaciones, además de que se protege la biodiversidad, por lo que se requiere restaurar y reforestar las regiones vulnerables ante calentamiento global, señala la Sexta Comunicación Nacional de Cambio Climático.

El documento de la Estrategia de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Tabasco detalla que en 1940 se reportó una cobertura forestal de un millón 210 mil hectáreas, 49.1 por ciento de la superficie del estado; en 1970, estos ecosistemas ocupaban apenas 314 mil 921 hectáreas, 12.8 por ciento de la superficie estatal.

La construcción de grandes infraestructuras hidráulicas en la cuenca del Grijalva y el deterioro ambiental en la parte alta de la cuenca del río Usumacinta, así como nuevas vías de comunicación, la urbanización y el crecimiento de comunidades en zonas de riesgo, perturbaron profundamente la integridad de los ecosistemas naturales, refiere.

La cobertura de selvas se redujo drásticamente con el aumento de la ganadería y la actividad forestal, que durante los últimos 40 años estuvo bajo la sombra de esta actividad, así como de las plantaciones agrícolas industriales de cacao, coco, caña de azúcar, café, plátano, pimienta, achiote y una producción de maíz de subsistencia, indica el Programa Especial de Desarrollo Forestal de Tabasco.