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El justo contexto de la visita
E

n el marco de la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a Washington, vale la pena una premisa para la discusión: ¿qué reacción habría generado en México una negativa al viaje diplomático?, ¿qué estaríamos debatiendo si ante la invitación de Donald Trump, el presidente de México hubiese dicho que no? Es difícil asegurarlo, pero podríamos apostar que una buena parte de la opinión pública estaría esgrimiendo que la negativa es romper con nuestro principal socio comercial, sinónimo de declararle la guerra al volátil mandatario estadunidense y, desde luego, tomar partido por el demócrata Joe Biden en el proceso electoral de noviembre de este año. Además, se advertirían posibles represalias en materia comercial y energética. En suma, la crítica sería de similar proporción pero perfectamente inversa en argumentos a lo que tenemos hoy.

Uno de los señalamientos más frecuentes es que esta visita equivale a la invitación a Trump en 2016. El tiempo, la forma y las señales que se enviaron ese día no dejaron contento a nadie; sin embargo, la relación construida con Trump permitió matizar dos amenazas tangibles en ese entonces, una, la más peligrosa para la economía mexicana: la de matar al Nafta o TLC y, dos, recrudecer al límite la política migratoria.

Hay algo en nuestra historia y código genético que sueña febrilmente con un mandatario que plante cara al presidente de Estados Unidos. Tal vez un vestigio del siglo XIX o un sentimiento profundamente arraigado en esa relación simbiótica y dispar que es la de México y Estados Unidos, nos lleva a pedir dignidad y valentía, con teatralidad y dramatismo. Lo cierto es que la relación bilateral no ha sido jamás asunto de histrionismo y peleas callejeras patrióticas, sino de pragmatismo, cabeza fría y agenda estratégica. Sin eso, no tendríamos T-MEC ni interlocución eficaz con Estados Unidos, nación que no debe tratar de entenderse desde la óptica del historicismo mexicano, sino desde el papel que ese país ha decidido adoptar desde su fundación, a finales del siglo XVIII. Un papel donde todo es geopolítica y planeación a largo plazo.

¿Trump puede utilizar electoralmente la visita del presidente López Obrador? Puede, debe, y seguramente lo hará, lo cual solamente significa hacer política; no necesariamente claudicación ni flaqueza del gobierno mexicano. Con decenas de millones de desempleados, una economía en pausa y un manejo errático de la pandemia (que ha tenido un rebrote terrible en amplias regiones de Estados Unidos y también en México), Trump recibirá al presidente de México con 14 puntos de desventaja frente a Joe Biden y la convicción de hacer lo que sea necesario para remontar y permanecer en la Casa Blanca. Si con poder y mayoría los demócratas hicieron su camino algo tortuoso, imaginemos por un momento cuál será su futuro con Biden presidente. Ningún presidente quiere perder la relección; éste mucho menos.

El mandatario López Obrador llegará a Washington con una oportunidad invaluable: el T-MEC es el pretexto perfecto para recordar la profunda interrelación comercial de Norteamérica, en la que México es una plataforma logística y de producción insustituible. En un contexto de tensiones entre Estados Unidos y China, México disipa los nubarrones que planteó hace cuatro años la desaparición del Nafta, y refrenda sus ventajas competitivas. Más allá de la polémica por algunos temas y la innegable polarización política que priva en México, para las empresas globales el T-MEC y sus potencialidades pesan mucho más que el ruido. Si la narrativa del gobierno mexicano es esa, la visita a Washington puede convertirse en una gran oportunidad para el país, mientras el éxito de Trump está sujeto a un sinfín de variables, que aún están muy lejos del súper martes del próximo noviembre electoral.

Asumo que detrás del pragmatismo y la lógica económica, hay una coincidencia histórica más allá de quien habite la Casa Blanca: el proyecto liberal por definición, el país que nació para llevarlo a la práctica es Estados Unidos. Basta revisar la relación bilateral en tiempos del presidente Juárez para entender lo que para la actual administración puede significar paralelismo y congruencia. México tiene mucho más que ganar, que lo que puede perder, y mucho menos, aún si lo analizamos con frialdad, más allá de lo que el debate político genera, que son señalamientos y descalificaciones. Ése es el justo contexto de la visita.