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Nosotros ya no somos los mismos

Águila Ázteca para Walt Disney, pero no para el compañero Fidel // Condecoración para legitimar ante la multitud // Salida de capital extranjero

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▲ Jared Kushner, asesor de la Casa Blanca, condecorado con el Águila Azteca en 2018.Foto Ap
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a columneta anterior termina así: urge otro decreto que reconozca a los mexicanos que viven (y mueren) en el extranjero, luchando por dar a los suyos (y es claro que a todos nosotros), los mínimos que en su patria no pudieron conseguir.

El decreto inicialmente mencionado es el emitido por el presidente Abelardo Rodríguez el 30 de septiembre de 1932. El objetivo, claro y preciso, no deja dudas: típica maniobra PNR/PRM/PRI/ISTA, de carácter internacional para cooptar, en el extranjero, las voluntades que aquí les eran, obligadamente, connaturales.

Porque resulta que esta condecoración, la de más alto rango que concede el Gobierno de la República implica, para su otorgamiento, una conditio sine qua non: (latinajo en honor de los doctorcitos que en Tv se esmeran en hacer desfiguros): los recipiendarios deben de ser extranjeros y, además, de reconocidas y excepcionales acciones en favor de México y de la humanidad. La tarea no se antoja facilona, no para nuestros gobiernos que para estos menesteres de queda bien y faroleo fuera de casa se pintan de colores pa’ que les llamen Superman.

De 1933 a la fecha han sido enlistados en la nómina del Águila Azteca personajes como Walt Disney, uno de los más terribles y contumaces depredadores de la imaginación, la sensibilidad y la conciencia de los niños del mundo. Nuestros gobernantes son proclives a continuar su veneración a los gachupines expoliadores de los nativos de la Nueva (aunque algo maltratada) España. Para ellos aún no existen pruebas fehacientes de que éstos seres estén dotados de alma. Luego, entonces, son terreno mostrenco para la explotación… ¡Ah!, pero también para la evangelización! (Por si las moscas, hispanas). Destacan especímenes a los que mi inolvidable Jaime Aguilar Álvarez calificaría como racimo de horca: Por ejemplo, el presidente de BBVA Bancomer, institución gachupina que anualmente recibe muchas menos utilidades de las agencias dentro de su país, y de otros muchos, que lo saqueado diariamente a los ahorradores nacionales. Esta condecoración mayor, llamada Águila Azteca, ha servido a los gobiernos tanto para un barrido como para un fregado: a veces abona el terreno y consigue beneficios, granjea voluntades y, al interior, hace advertencias, su-giere comportamientos o muestra afinidades, aunque sean de la solapa hacia afuera. ¿Urge una expresión de soberanía nacional al exterior y unos mohines de simpatía o empatía (como se dice ahora), con las madreadas izquierdas nacionales?, ¿pues qué tal condecorar a Pepe Mujica y, en caso extremo, al propio compañero Fidel?

¿Que el gobierno valora lo que la cultura significa como bien fundamental y universal de las personas? Pues nada mejor que, con los más diversos atuendos ideológicos, según la temporada, suele portar don Mario Vargas Llosa; reconozcámosle su lugar como uno de los grandes novelistas de éste y el pasado siglo: la honra y premio los merece con creces. Como también Bono, Serrat y otros más, a quienes la superioridad les otorga distinciones sin saber si cantan, bailan o hacen juegos malabares. Simplemente: yo te condecoro, y tú me legitimas con la multitud. Así es de generosa, incluyente y apropiada nuestra máxima condecoración.

Pero, olvidando el pasado remoto y reciente, pasemos simple y fríamente a unas referencias gélidas y sugerentes. Como el espacio no me da para exponer en toda su dimensión el asuntito, nada más los caliento con los datos más acojonantes que serán la obra negra de nuestra, espero, siguiente columneta. Por ejemplo, ¿po-dían imaginar que semanas antes de declararse la pandemia en México, inversionistas extranjeros sacaron recursos equivalentes a 1.2 por ciento del producto interno bruto del país? Ya nos lo explicará una fuente confiable y bien informada: doña Dora Villanueva. Por su parte, don Braulio Carbajal, voz de permanente certidumbre, nos dio a conocer que inversionistas extranjeros retiraron del país en los primeros meses del año la modesta cantidad de 166 mil 540 millones de pesos que, aunque tambaleantes, hacen un hoyito en nuestra exigua alforja colectiva.

De los datos de estos reporteros y otros más, me nutro y me convulsiono cada mañana. Les tengo cosas peores para la próxima columneta.

Twitter: @ortiztejeda