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Pandemia

Capitalinos salen a las calles en familia

Miles rompen el resguardo domiciliario

Se quebranta una semana de relativa prudencia sanitaria //La restricción a la movilidad termina el 30 de abril

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▲ En la Ciudad de México ayer se vio a más gente en las calles respecto de los días pasados, pese a los llamados a quedarse en casa. Jóvenes solos, familias y personas de la tercera edad repoblaron las calles como peatones, compradores y automovilistas.Foto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Sábado 4 de abril de 2020, p. 7

Miles de personas siguen sin quedarse en casa. Pareciera que esta es la ciudad donde la gente siempre tiene algo esencial que le obliga a salir a la calle. La circulación vehicular y el transporte público así lo retrataban ayer.

Además de familias con niños fue común ver a adultos mayores salir de sus casas sin compañía para comprar víveres, para sacar dinero de los cajeros automáticos (ahí sí, acompañados por algún familiar) o vendiendo en las banquetas como lo vienen haciendo desde hace años.

En contradicción con el llamado a permanecer en casa para evitar los riesgos de contagio por Covid-19, miles parecen estar pensando todavía en cómo favorecer la cuarentena de aquellos adultos mayores que venden chicles y dulces en las esquinas o que piden dinero.

Lo de ellos es pura necesidad. Soledad también. Y ahí siguen.

Sergio Luna tiene 61 años, padece diabetes y sabe que por ambas condiciones forma parte de la población de riesgo.

En el taxi que maneja desde hace siete años, dice sin rodeos: no me puedo dar el lujo de quedarme sin salir a trabajar, aunque el pasaje sea escaso.

Reseña: en un día bueno logra unos mil pesos, de los cuales 350 pesos son para pagar la cuenta a la dueña del vehículo y otros 300 los destina a gasolina. El resto es su utilidad, después de 12 horas tras el volante.

Todo eso ha cambiado radicalmente en las semanas recientes. “Sí hay gente en la calle, pero no en la cantidad habitual, y por eso apenas estoy logrando entre 200 y 250 pesos diarios. Lo mejor sí sería estacionarme para no gastar tanta gasolina, aunque ahorita tenemos como único aliviane que el combustible ha bajado de precio”.

La preocupación de este hombre es más por la posibilidad de sufrir un robo que contagiarse de coronavirus: “soy del grupo de riesgo, pero ni modo. Tengo que sacar mis gastos, la renta, el celular y sobre todo, comer… Para las autoridades es fácil disponer, pero para muchos de nosotros es simplemente imposible cumplir (el resguardo en casa)”, concluye resignado.

Él es un botón de muestra. Junto con los camiones repartidores de mercancía, sólo los taxis pintaban el paisaje capitalino en los primeros días de esta semana, sobre todo a partir del llamado apremiante de las autoridades de la Secretaría de Salud y capitalinas.

Pero eso fue hasta ayer.

A saber si motivados por el reciente (¿último para muchos?) pago de la quincena, porque apenas cerró su centro de trabajo y no han alcanzado a dar dimensión al tamaño de la urgencia, por simple valemadrismo y hasta por incredulidad extrema, mucha gente llanamente desafió al virus.

Aunque en las colonias los mercados han recuperado la clientela perdida por años; el mueganismo del capitalino era notorio este viernes a salir a comprar la despensa, con el carácter de un paseo familiar.

Cuando en otros países las medidas de contención pasaron a sanciones extremas como multar (en España hasta con 600 euros) a quienes osan salir más de uno de sus casas al mismo tiempo, cuando la Ciudad de México ya rebasa los mil 500 casos de contagios comprobados de coronavirus, mientras por muchos lados y en todos los tonos se ilustra el tamaño del problema, aquí millones de personas siguen viendo el problema como algo irreal.

Y por eso la gente, sobre todo de la tercera edad que no utiliza Internet para sus sencillas operaciones bancarias, se desplaza hasta las sucursales bancarias donde hay rígidas reglas de acceso, pero no en las banquetas.

Es la población que también insiste en deambular por las avenidas de su colonia y escucha los incesantes llamados en los clubes de nutrición Herbalife que ahora ofrecen suplementos alimenticios que –según los vendedores– protegen contra el coronavirus.

Y los capitalinos son quienes tampoco han dejado de ir a las tiendas Coppel y Elektra a cobrar la ayuda que manda (todavía) el pariente desde Estados Unidos o dar el pago chiquito de sus compras a crédito.

En suma, por no querer o no poder, ayer muchos ahí estuvieron: en las calles de la capital del país hubo demasiado tráfico para estar en contingencia sanitaria, aunque demasiado poco para un viernes normal, como definió un ciudadano con la precisión del tanteo a la chilanga.