Opinión
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Tamborileando
E

ntre las 19:05 y las 20:06 del pasado sábado, las paredes del auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes y el público asistente vibraron, literalmente, con la ejecución de Drumming (1971), obra monumental de Steve Reich que es por derecho propio uno de los grandes clásicos de la música repetitiva; dicho de otra manera, se trata de una muestra suprema del minimalismo inteligente porque, ciertamente, también los hay de la otra variedad.

A los cuatro integrantes de SAFA, Ensamble de Percusiones, se unieron varios alumnos de la Orquesta Escuela Carlos Chávez, para conformar un sabroso grupo de 18 músicos que abordaron Drumming con concentración, atención a la compleja continuidad sonora de la obra y, sobre todo, con evidente gusto. Esto último, siempre impagable, sobre todo en un entorno en el que se ven y se oyen tantos músicos y ensambles hueseros que tocan con la misma pasión con la que llenan la lista del supermercado. Dicho de una manera muy simple, asistir a una ejecución en vivo de Drumming equivale a recibir un potente masaje de retinas, tímpanos y neuronas. Lo que ha propuesto Reich en esta genial obra es la explotación extrema de un patrón rítmico único, sometido a los procesos de desfase y despliegue que caracterizan también a músicas suyas como Reed phase, Piano phase, Violin phase y otras que parten del mismo principio, aunque no lo lleven explícito en su título. Con un arsenal de cuatro pares de bongós, tres marimbas, tres glockenspiel, un piccolo y dos voces, Reich plantea y desarrolla un sorprendente y caleidoscópico discurso que poco a poco va desde los unísonos a los arpegios, a texturas rítmicas de alta complejidad, para regresar pendularmente a los unísonos y volver a empezar. Tan compleja es la ejecución de cada una de las cuatro secciones de la pieza como el sutil ensamble de cada una con la siguiente, y justo es mencionar que los 18 valientes hicieron un buen trabajo en este ámbito. También fue apreciable la atención que pusieron los intérpretes en las gradaciones de intensidad, a veces sutiles, a veces más marcadas, que aportan otro elemento de variedad a este soberbio discurso de repeticiones sobre repeticiones sobre repeticiones. Entre las muchas observaciones posibles a partir de esta buena versión de Drumming, anoto aquí dos: no es una casualidad que en ciertos momentos de su desarrollo, especialmente en la primera sección dedicada a los bongós, del desfase del patrón rítmico surjan sonoridades que remiten al oyente a una vaga noción de africanía; además, la peculiar distribución de las partes de la obra entre los músicos implica que en algunos episodios de Drumming (sobre todo cuando nueve músicos atacan simultáneamente las tres marimbas), los percusionistas deben tocar los teclados al revés, es decir, desde atrás del instrumento, cosa que no debe ser nada fácil. Salvo algunas imperfecciones aquí y allá en la sincronización espacial de las baquetas, la ejecución dio testimonio de una preparación rigurosa y de una apreciable unidad de intención para explorar la música de Reich. El episodio final, donde todos tocan y cantan a la vez, resultó muy bien logrado. Escuchar Drumming en vivo es una experiencia sonora irrepetible, y si bien el BlasGa recibió una cantidad decorosa de público, no se materializó el lleno absoluto que esta propuesta sonora merecía.

Lo mejor que hizo Diego Rojas, director artístico del proyecto, en su alocución inicial, fue invitar al público a no tratar de entender la obra, sino a disfrutarla y, sobre todo, a ‘‘acompañarnos en este viaje”. He ahí la clave: en efecto, la buena música, toda buena música, es ante todo un viaje, sobre todo si se trata de música con las cualidades rituales e hipnóticas de Drumming. Por si hiciera falta enfatizarlo: asistir a una ejecución en vivo de una partitura como Drumming es prueba fehaciente de que es perfectamente posible ponerse hasta las manitas sin necesidad de sustancia sicotrópica alguna. Y ahora, por favor, que alguien prepare, programe y presente Cuatro órganos, también de Reich. He aquí otro demencial y fascinante viaje sonoro.