Opinión
Ver día anteriorViernes 7 de febrero de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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UNAM
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anifestantes embozados rompen cristales, lanzan petardos a la Torre de Rectoría y pretenden secuestrar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

¿Dónde está el enemigo y a quién limitar? ¿Quién es ese fantasma cruel que lentamente nos va asfixiando?

Aun cuando pudiéramos detener la crueldad sangrienta, una crueldad síquica suple los métodos sangrientos y continúa inventando nuevos recursos. Si hay algo irreductible en la vida del ser vivo que llamamos hombre es que la sique en la vida del ser animado es la posibilidad de la crueldad, la pulsión del mal por el mal, de un sufrimiento que jugaría a gozar del sufrir, de un hacer sufrir o de un hacerse sufrir por placer.

Ningún otro discurso teológico, metafísico, genético, fisicalista, cognoscitivista sabría abrirse a estas hipótesis.

Estarían hechos para reducirla, excluirla, privarla del sentido. El único discurso que podría hoy reivindicar el tema de la crueldad síquica de unos cuantos encapuchados sobre el resto de la comunidad universitariasería el diálogo que suena imposible. Quizá no sería el único lenguaje ni la única solución factible, pero sí sería el nombre de eso que sin coartada teológica ni de otra clase podría volcarse hacia lo que la crueldad tendría de más propio.

Quizá convendría volver a las fuentes originales y repensarlas para entrar de lleno en un tema que nos atañe directamente, no sólo a los universitarios sino a la sociedad en general actualmente y en especial a la mexicana, en la que azorados contemplamos día con día las manifestaciones más bizarras y extremas de la crueldad en medio de la confusión, la rabia y la impotencia.

Como dice el editorial de nuestro periódico: ‘‘Es necesario exhortar a las autoridades y a los movimientos estudiantiles legítimos a emprender la construcción de un lenguaje común que les permita aislar a los estamentos porriles que se han infiltrado en una lucha de indudable mérito y a trazar una línea clara entre lo justo y lo indefendible”.

La defensa de la autonomía universitaria ayer como hoy requiere de un trabajo permanente que ha dado a la universidad su valor y fuerza. Aún sigue siendo válido el lema ‘‘Por mi raza hablará el espíritu”.