Opinión
Ver día anteriorViernes 8 de noviembre de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El titiritero mayor
E

l espanto, el horror se ha enseñoreado de la vida mexicana y paraliza nuestra vida cotidiana. Una nueva masacre en Chihuahua es parte de situaciones traumáticas de las que no se sabe su origen, ni cuál será el final.

La acción dramática se ve interrumpida como suele suceder en un complejo movimiento de vaivén, en una lanzadera de discursos en los que interviene de manera cada vez más violenta ‘‘un titiritero desconocido que mueve los hilos invisibles que no vemos, pero implican situaciones traumáticas”.

En especial en los países con desigualdad económica y dependientes de las grandes potencias. Resulta difícil entender ante estos actos siniestros una racionalidad mínima.

El gran titiritero ocultándose tras bambalinas, sólo se sabe de él por los matices ominosos que imprime a sus actos.

La masacre de Chihuahua parece ilustrar el afán cervantino de delatar el recurso de explorar la irracionalidad con fines ocultos, empujando a los sujetos como marionetas a los márgenes de la conciencia, donde aparecen la hostilidad, el miedo y el resentimiento.

Como consecuencia el aparente diálogo entre autoridades y familiares se interrumpe y experimentamos dolor e impotencia agregados a la sensación de falta de sentido y un marcado sentimiento de indefensión ante la barbarie y la irracionalidad. ¿Cómo hacer compatible la razón y la experiencia de lo plural? Según Mallarmé, ‘‘no hay que nombrar a las cosas, no hay que señalarlas simplemente y decir, esto es un vaso, esto es un papel, aquello es luz, esto es un rostro. Hay que sugerirlas, hay que hacerlas sospechar, cuando uno hace que las cosas estén presentes por su ausencia, es cuando las cosas están”.

Las palabras para no decir parecen simples, no tienen ningún significado y tiene que aceptarse y valorarse sólo en esos términos.

Es en este sentido que aparece la confrontación con las contradicciones, la falta de estabilidad y pareciera es sólo un juego que semeja el efecto de los versos de Mallarmé. Es decir, el escribirlos borra todos los anteriores.