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Despertar en la IV república

La paz mexicana

A

lgunos lectores han puesto en duda el largo periodo de paz mexicana después de los años 30, que según yo ha durado 80 años. Habría que aclarar que no se ha tratado de un periodo de inmutable tranquilidad, aunque ha sido mucho más estable que el terrible siglo XIX.

En ese siglo, la discordia y las luchas intestinas se prolongaron desde el otoño de 1810 hasta 1884, cuando se consolida el porfiriato. Hubo tal cantidad de pronunciamientos, rebeliones, invasiones, intervenciones, golpes de Estado, pestes y hambrunas, que llegó a pensarse que nuestra nación no era viable. El siglo XX comenzó con una guerra civil que duró 20 años, pero después, como si refluyera la energía autodestructiva de los mexicanos, empezamos a respirar y tranquilizarnos a partir de 1930.

Cierto que hubo muchos momentos terribles, pero se localizaron y aislaron. Para empezar, en 1938 Saturnino Cedillo se levantó en armas contra la expropiación petrolera y la educación socialista. Duró un año en armas. Al final perdió su causa y la vida. Hubo también brotes de una nueva Cristiada, que no prosperó. En 1940 se extendió el temor de que Juan Abreu Almazán encabezara una revolución como respuesta al fraude electoral, autorizado –quién lo dijera– por el general Lázaro Cárdenas. En 1952 hubo sospechas de otro fraude electoral y Miguel Henríquez Guzmán tuvo la tentación de levantarse en armas, la cual resistió.

En 1968, cuando la matanza de Tlatelolco, muchos pensamos que era inevitable un levantamiento por la felonía de aquella emboscada. No hubo rebelión, sino olimpiadas. El control que sobre la población hacían los medios era muy eficaz. Sin embargo, la exasperación de muchos jóvenes los llevó a tomar las armas, a irse al cerro –como se decía–, y se formaron guerrillas en Guerrero y Oaxaca. Esto desató en la época de Luis Echeverría la llamada guerra sucia, en la que desaparecieron por lo menos 500 luchadores sociales. Los fraudes de 88 y 2006 pudieron provocar insurrecciones porque ambos fueron ferozmente cínicos, pero los líderes de esos movimientos tenían un espíritu pacifista y no autorizaron ni estimularon un levantamiento. Podemos especular que si en 2018 se hubiera dado un nuevo fraude electoral contra todo pronóstico, quizá se hubiera soltado al tigre. Por fortuna se frenaron las iniciativas de otro fraude y la cosa terminó dentro de la paz mexicana. Esperemos que ésta se prolongue indefinidamente. ( Colaboró: Mario Antonio Domínguez.)