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Neokeynesianismo
M

ucho se ha discutido la renuncia de Carlos Urzúa al gobierno de AMLO. Desde diferentes perspectivas políticas e ideológicas se han criticado o respaldado las diversas opiniones de Urzúa. Sin embargo, una importante declaración: la de reconocerse como un economista neokeynesiano, se ha dejado prácticamente de lado. Importa señalar que los neokeynesianos no son keynesianos en el sentido amplio del término, es decir, no promueven la intervención estatal para alcanzar el equilibrio óptimo. Los neokeynesianos son, en realidad, una de las ramas del neoliberalismo. Tras la declaración la pregunta obvia es: ¿Por qué un neokeynesiano se integró en la posición económica de mayor importancia en el gobierno de AMLO?

Para entender claramente qué es el neokeynesianismo, una primera consideración es que es una de las dos corrientes del pensamiento económico predominante, lo que en inglés se llama el mainstream económico. Las dos corrientes de este mainstream pueden dividirse, de acuerdo con Thomas Palley (www.eltrimestre economico.com.mx/index.php/te/article/view/876), en un núcleo duro, los ortodoxos representados por la escuela de Chicago, y el núcleo blando del neoliberalismo, representados por la escuela del Instituto Tecnológico de Masachussets (MIT). Estos últimos son los economistas neokeynesianos. Estas dos corrientes económicas difieren radicalmente del estructuralismo keynesiano, o simplemente keynesianismo, que postula la intervención económica estatal como herramienta decisiva del funcionamiento económico en un país.

El triunfo del neoliberalismo en el mundo significó un cambio fundamental en la concepción del funcionamiento económico y, en particular, del papel del Estado en la economía. En realidad, el diseño neoliberal planteó, y llevó a cabo, la sustitución de la conducción estatal de la economía, dejando que los mercados –es decir, las empresas privadas– condujeran la economía. La figura de la mano invisible de Adam Smith se uso para ilustrar el modelo de funcionamiento económico que se puso en marcha. Más allá de sus propuestas de reordenamiento del papel del Estado, difundidas en América como el Consenso de Washington que describió las reformas de mercado que recomendaban el FMI y el Banco Mundial, el diseño neoliberal colapsó con la crisis de 2007-2008.

Frente a esta crisis, las dos corrientes del mainstream económico y el estructuralismo keynesiano han planteado explicaciones encontradas y propuestas de política económica muy diferentes para salir de la crisis. El núcleo duro del neoliberalismo propuso como explicación de la crisis la hipótesis de una falla del gobierno, propuesta políticamente asociada al Partido Republicano, que proponía que el estancamiento en que ha estado sumida la economía global es resultado de políticas fiscales expansionistas. Los del núcleo blando, los neokeynesianos, plantearon la hipótesis de las fallas de mercado, visible en la excesiva desregulación financiera y en una perversa estructura de incentivos en la banca privada.

En contraste, los keynesianos plantearon como explicación que la crisis estaba determinada por el funcionamiento económico diseñado por los neoliberales en los años 70 y 80 del siglo pasado. Este funcionamiento llevó a la crisis financiera, así como al crecimiento de la desigualdad y al estancamiento que hemos estado observando. El contraste es obvio con las políticas económicas que funcionaron entre 1945 y 1980, en el que ocurrió un círculo virtuoso: crecimiento económico, pleno empleo, crecimiento salarial y de la productividad Este modelo funcionó en EU, Europa occidental, Canadá, Japón, así como en México, Argentina y Brasil.

Los neoliberales cuestionaron este modelo y lograron imponer un diseño económico en el que se presionó a los trabajadores asalariados desde todos los ámbitos económicos. El modelo corporativo de globalización obligó a que los trabajadores compitieran internacionalmente, al tiempo que la agenda del gobierno modesto cuestionaba la legitimidad de la intervención gubernamental e impulsaba duramente la desregulación. Así las cosas, la flexibilidad laboral redujo la fuerza de los sindicatos y, en consecuencia, se redujeron los salarios mínimos, se retiraron los beneficios por desempleo y las diversas prestaciones y derechos de los trabajadores.

Para AMLO, la superación del neoliberalismo implica el propósito explícito de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, reduciendo la capacidad corporativa de gestión de las empresas a partir de controlar la corrupción. No se trata de una propuesta de política fundada en la visión del estructuralismo keynesiano, que demanda una intervención gubernamental en la economía mucho más relevante. Se trata de una política en la que, desde una visión neokeynesiana, se pretende suavizar algunos de los planteos neoliberales particularmente cuestionables. Por ello había un neokeynesiano en la Secretaría de Hacienda y, por ello mismo, esa corriente económica sigue predominando en esa importante secretaría.