Opinión
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Ruta sonora

Thom Yorke: Anima // Post Zoé

T

ras editar los discos solistas The Eraser (2006) y Tomorrow’s Modern Boxes (2014), además del deslumbrante soundtrack para el filme Suspiria (Luca Guadagnino, 2018; remake del de mismo nombre, de 1977, de Dario Argento), el cantante, autor y productor inglés Thom Yorke (cabecilla vocal de Radiohead), luego de unos dos años de bloqueo creativo, como él mismo afirma, regresa con un excitante tercer álbum propio: Anima, en el cual vuelve a enarbolar su recurrente obsesión con la alienación humana contemporánea.

Lo interesante es que el disco de nueve tracks no viene solo, sino que aparece acompañado por un cortometraje homónimo realizado ex profeso para tres temas de Anima, dirigido por el tremendo cineasta estadunidense Paul Thomas Anderson, con Yorke como protagonista actoral, al lado de su pareja, la actriz teatral Dajana Roncione. Quien escribe certifica que se le entrará mucho mejor al álbum si primero se ve el corto, disponible en Netflix (https://bit.ly/2XoBsTd): se trata de un bellísimo poema visual, metafórico, que incluye elementos de teatro y danza contemporáneos, el cual retrata, a decir de Yorke en la revista Crack, varios sueños que tuvo mientras se recuperaba de un jetlag en Japón: Los humanos han intercambiado su lugar con las ratas, y son aquéllos los que ahora viven como en drenajes; asimismo, muestra como en filme de ciencia ficción apocalíptico, personajes autómatas igual vestidos, realizando movimientos robotizados, erráticos, rumbo a sus labores, más adelante atrapados en una serie de pendientes, en loop permanente. Yorke: Soñé que los cuerpos se rebelaban y ya no querían ir a trabajar, pero había algo en cada persona que no se rebelaba del todo, y por eso son arrastrados por movimientos involuntarios. El tercer segmento, en contraste con la tensión de los dos primeros, retrata un encuentro amoroso que salva y libera de la robotización, aunque con un final incierto que no deja claro si esta esperanza fue real o una fantasía del personaje. Y quizás ahí está la clave del título (anima es alma en latín): es el amor lo que libera y dota de espíritu y movimiento a los zombies deshumanizados. Aunque él aclara que más que ser un disco sobre distopia, es sobre la ansiedad: qué mejor forma de expresarla que mediante un entorno distópico; es algo muy High Rise (novela de J.G. Ballard).

Sónicamente, se trata de un imaginativo plato de electrónica minimalista, que supera lo hecho en sus previos solistas. La ansiedad se deja sentir en las repeticiones machacantes de beats, sin llegar a hartar, sino que hipnotiza y adentra como en espiral, en una desolación cercana más a los discos Kid A (2000) y Amnesiac (2001)de Radiohead, que del In Rainbows (2007). Sobre los sonidos digitales entrecortados que acuchillan cada tema, dijo haberse inspirado en el alucinante productor Flying Lotus, lo cual en efecto es muy notorio.

Sin duda, Yorke vive un pico creativo alto que lo reubica como el personaje de culto que es, luego de estar siendo opacado por el trabajo de su compañero Jonny Greenwood, ducho para los soundtracks de cine de arte. Sorpresivamente para quienes lo tildaban de ser el segundón de aquél, el del ojito gacho ejecuta uno de los trabajos más bellos en lo que va del año.

Aztlán al final del infinito

El viernes y sábado pasados, la banda mexicana Zoé cerró en el Auditorio Nacional, con entradas agotadas, tras un año de actividades, la exitosa gira internacional de su séptimo álbum de estudio Aztlán (2018), que recorrió no sólo México sino Estados Unidos, algunos países de Europa y Latinoamérica. Inexplicablemente, la idiosincrasia popular local ha tendido a denostar al quinteto capitalino como fresa o como vendido al pop (como si fuese delito, o como si no hubieran hecho siempre pop-rock). Sin embargo, en vivo no dejan de evolucionar y siguen demostrando la auto exigencia y compromiso que en más de 20 años de carrera les ha caracterizado y que justamente los tiene en el alto lugar en que están.

Con cada vez mejor ejecución y composiciones ahora de inspiración electro-ochentera, así como impecables visuales futuristas, en directo están sonando impresionante. Elementos clave son el guitarrista Sergio Acosta como orquestador central, y León Larregui, el anti-rockstar de voz suave que se mueve poco y sale ataviado con playera rala y pelo de recién levantado: espontáneo y sencillo como adolescente perenne, sabe provocar amor incondicional como pocos cantantes nacionales del género, y para sorpresa de muchos, también copiosas carcajadas con sus pachecas ocurrencias. Da gusto contar en México con un talento como el de esta banda, creadora de un pop bastante fino, en un momento de aridez musical y reggaetón exasperante.

Twitter: patipenaloza