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Ciudad perdida

Inseguridad, por contubernio oficial

S

in alterarse, pero firme, el presidente Andrés Manuel López Obrador deja salir el reclamo y la acusación. El reclamo, porque considera que el juicio a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ha sido injusto en el caso de la violencia en la Ciudad de México; y la acusación, porque advierte que la inseguridad pudo haber sido promovida desde el gobierno.

Para nadie puede pasar inadvertido el aumento en los delitos que se cometen en la capital del país, y para el Presidente de la República permitir que se asentaran bandas en este territorio fue una decisión consciente del gobierno que encabezó Miguel Ángel Mancera.

López Obrador destapa la cloaca con la información que tiene. Explica que el alza en los delitos se agravó por los acuerdos que se alcanzaron entre la delincuencia y el gobierno, y con ello obliga a que la autoridad, principalmente judicial de la capital del país, diga si hay o no alguna investigación que busque a los autores de esos pactos, de ese dejar hacer que ha sembrado miedo en muchas calles de la ciudad.

El asunto se ha tornado tan grave que eso que mil veces se rechazó en la capital: la presencia militar, ahora se vuelve una intervención necesaria apenas ajustada a las condiciones de violencia que se han desatado en la ciudad.

Hoy más que nunca la jefa de Gobierno tiene que explicar algunas cosas, por ejemplo: por qué en la demarcación Cuauhtémoc no habrá trabajo militar si es esta la parte de la ciudad donde se cometen más delitos y donde actúan las bandas consideradas más peligrosas, como la Unión Tepito.

Es previsible que el trabajo en Cuauhtémoc se pueda dar, por más difícil que parezca, con la fuerza policiaca que aún conserva la Secretaría de Seguridad Ciudadana, e incluso que la Guardia Nacional intervenga cuando termine el trabajo de inteligencia que se ha iniciado, no antes.

No obstante, será necesario tener en cuenta que para desmantelar las organizaciones criminales que actúan en nuestras calles la Procuraduría General de Justicia tiene que saber cómo se originaron y con quiénes se pacto, por decir lo menos, para que en un año la ciudad se volviera insegura.

Hay que recordar que en la última etapa del gobierno de Miguel Ángel Mancera se realizaron cambios tanto en la procuraduría como en la policía. Rodolfo Ríos, a quien se consideraba uno de los funcionarios más cercanos a Mancera, dejó la PGJ a finales de junio de 2017; mientras Hiram Almeida se mantuvo casi hasta el final del sexenio, cuando la ola de violencia empezaba a preocupar a todos, y lo remplazó Raymundo Collins.

La entrevista que concedió López Obrador a La Jornada y que se publicó ayer tiene muchos componentes reveladores, pero la parte, casi al final del texto, en la que aborda la situación de la seguridad en la CDMX, no deja dudas, y si la violencia creció bajo el manto de una autoridad cómplice, es hora de que este gobierno haga del conocimiento de la población todo ese accionar que hoy la tiene más que preocupada y ha provocado lo único que nunca se quiso para la capital: verla patrullada por militares. Y aunque el mando superior sea, esta vez el mismo López Obrador, quien nunca pedirá que se ejerza violencia en contra de la población, los soldados, a fin de cuentas, soldados son.

De pasadita

Media hora después de iniciado el discurso del presidente López Obrador ayer por la tarde, sin mucha apuración apareció por el Zócalo la jefa de Morena, Yeidckol Polevnsky, a quien ya casi no la dejan entrar.

Seguramente algo más importante que la celebración del triunfo de su partido en las elecciones para la Presidencia pasadas le impidió llegar a tiempo. De cualquier forma, la política sin hacer mucho berrinche hizo pesar su puesto en Morena y los cercos se abrieron para que ella presenciara las palabras de López Obrador. Aguas.