Editorial
Ver día anteriorDomingo 30 de junio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Colectivo LGBTTTI, un recuento
L

a marcha realizada ayer en la Ciudad de México bajo el lema Orgullo 41: Ser es resistir representó precisamente la versión número 41 de la primera caminata llevada a cabo en 1978 por calles de la actual alcaldía Cuauhtémoc, desde el monumento a los Niños Héroes hasta el monumento a la Revolución, para reivindicar el derecho a elegir su propia opción sexual por parte de personas no heterosexuales. Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde aquella modesta manifestación (participaron no más de 150 personas), llevada a cabo un 2 de octubre, hasta la nutrida marcha del 28 de junio, fecha fijada para conmemorar la llamada Marcha del Orgullo Gay en muchos países del mundo. Sin embargo, pese al tiempo transcurrido, al aumento en el número de participantes y a los avances legislativos y sociales registrados en materia de diversidad sexual, no todas son rosas en el camino del colectivo LGBTTTI (lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti e intersexual, donde las tres primeras letras indican orientaciones sexuales, la siguientes dos identidades de género, la T que sigue una expresión de género, y la I una condición biológica).

Y es que los avances aludidos no han sido, ni de lejos, suficientes para reducir el número y la intensidad de las diversas manifestaciones violentas que en nuestra nación –y en muchas otras– se ejercen a diario contra quienes integran ese colectivo. Desde las variadas formas de discriminación hasta los denominados crímenes de odio, concepto que describe a los asesinatos cometidos por homofobia, las personas que se apartan del modelo heterosexual tradicional (donde la relación entre hombre y mujer es la única socialmente válida en lo afectivo y lo sexual) son objeto de prejuicios y estigmas que desembocan en una clara negación de sus derechos individuales. En los distintos ámbitos de trabajo, en las instituciones educativas, en el campo de la atención a la salud y en la esfera de lo legal, se percibe demasiado a menudo que la elección sexual distinta a la consagrada por la cultura heterosexual hecha por esas personas, atenta contra el equilibrio social y debe ser combatida. Así, una decisión tan personal e íntima como el ejercicio de la sexualidad, tropieza con un orden moral que se niega a aceptar que las normas son construcciones sociales y no leyes naturales o mandatos divinos, y margina, o, por lo menos complica seriamente la vida de quienes aparecen como sexualmente diferentes.

Es difícil saber a ciencia cierta cuál es el alcance cuantitativo de las agresiones, menores o graves, que se cometen contra la poblacion LGBTTTI, entre otras razones porque no hay –por lo menos en México– un sistema confiable de recopilación de datos sobre el particular; pero la cantidad de asesinatos relacionados con la orientacion sexual y la identidad (o la expresión de género) de las víctimas tienden, con fluctuaciones, a subir de manera sostenida. La estimación de un organismo dedicado al estudio del tema sitúa en 80 por año los crímenes de odio que se cometen en el país, pero sus propios integrantes admiten que se trata de una cifra muy conservadora y extraída de información oficial; y en este caso ésta no es consistente, porque muy probablemente un número considerable de tales crímenes quedan subsumidos en las grandes cifras que arroja la violencia en el país.

Como quiera que sea, el saldo de la marcha de ayer resulta positivo, en especial porque muestra que año con año la ciudadanía ve con menos reticencias los reclamos de una colectividad cuyas demandas legítimas fueron desestimadas durante mucho, demasiado tiempo.