Opinión
Ver día anteriorViernes 21 de junio de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Siguen los zarpazos
M

al de archivo eterno retorno de lo igual. Compulsión a la repetición. Dolor y desgarramiento. En estos difíciles momentos, la larga lista de injusticias del país crece de manera galopante. En el contexto internacional la violencia verbal del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que amenaza volverse real.

La pobreza y aun la miseria no excluyen la dignidad, lo mismo ayer que hoy en la casta. Esa casta que heredamos y requerimos para enfrentar nuestro idealismo mágico al pragmatismo propiciador del hambre de los marginales, los migrantes, unidos como consecuencia a la violencia extrema. ¿Dónde está nuestra dignidad? Porque este ‘‘detalle” tiene seguramente milenios de formación secreta, y no es precisamente con esquemas económicos, a base de estadísticas, como se pueden encontrar los hilos que nos llevan a través de la magia, sea nacional, sensorial, climática, educativa, sexual, hasta su raíz.

El migrante se pone en las botas del vencido –El Quijote– y se siente atraído y hasta cautivo por lo que dice y no dice; lo que sugiere, entresaca, hurga e ironiza traduciendo caracteres y perfiles que para nosotros mismos, sus fraternos de otras ciudades y latitudes patrias, se nos aparecen como distintos, indescifrables. Sí, distintos incluso como símbolo, cultural y entidad social. Con unas tradiciones, gustos, cocina y preferencias que no sabemos interpretar; fiestas que no entendemos, pero sorprenden al margen de las condiciones sociopolíticas, desfavorables para ellos.

Tan humillado ha sido el migrante del norte, como el del sur o el del centro. Pero, ¿qué nos da, además del distintivo geográfico, saber que pasaron más frío, más hambre o más humillaciones o son más violentos? Nada.

De la cultura que formaron esos míseros migrantes, está la gran jugada histórica mexicana, de la que casi no sabe-mos nada. El migrante indígena –mexicano, centroamericano– está imbuido de una magia que desconocemos y es intimidad, coquetería: vacío, tristeza, pero, que no tienen nada que ver con el malhumor y el aburrimiento. Magia que se define con propiedad, y dejar flotar sus maleficios y casta heredad que sólo captan quienes simpatizan con él.

Cada migrante es un repertorio de gestos, trazos, y su cultura calará cuando cada una de las partes constituyentes de su casta se manifieste con un estilo propio en las mil pequeñeces a los que la vida en común con los diferentes imprima sello dándoles hechura. Un pueblo que ha extraído de sus entrañas en cuanto ranchero alquilatrado y sabio y una comida matizada por el chile que durante siglos puede no ser nada, pues confía en su inmortalidad, seguro que su merecimiento no podrá ser escuchado en el olvido.