Editorial
Ver día anteriorMiércoles 13 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Boeing: un avión catastrófico
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l domingo pasado un avión Boeing 737 Max de Ethiopian Airlines que salió de Adís Abeba rumbo a Nairobi se estrelló unos minutos después del despegue, y 157 personas perdieron la vida en el que resultó ser el peor desastre aéreo en la historia de Etiopía. La aeronave tenía apenas cuatro meses en servicio. El hecho obligó a recordar un suceso parecido: la caída de un avión igual, propiedad de Lion Air, que se precipitó al mar el 29 de octubre del año pasado poco después de despegar de Yakarta, con un saldo de 189 muertos. Ese ejemplar del mismo modelo había sido adquirido dos meses antes del accidente y tenía sólo unas 800 horas de vuelo.

En noviembre, tras la primera catástrofe, la empresa fabricante emitió un boletín en el que admitía la existencia de un posible fallo en el software que podía llevar a la activación automática y repetitiva del sistema de compensación del timón de profundidad hasta el límite de nariz abajo; es decir, provocar una caída en picada. La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA, por sus siglas en inglés) señaló entonces que tal fallo podría hacer que la tripulación tenga dificultades para controlar el avión y conlleve a una excesiva inclinación delantera, una pérdida significativa de altitud y un posible impacto en el terreno.

Aunque las investigaciones oficiales sobre los dos avionazos distan de haber concluido, el segundo desastre llevó a varios gobiernos y líneas aéreas a suspender el uso de los Boeing 737 Max. Al cierre de esta edición, unas 200 de las 350 unidades en servicio de ese modelo permanecían en tierra. Australia, Brasil, China, Francia, Indonesia, México, Reino Unido y China suspendieron los vuelos de esas aeronaves desde y hacia sus aeropuertos y unas 14 aerolíneas optaron por mantenerlas en los hangares. Se generó de esta forma una tercera catástrofe económica. Significativamente, las autoridades estadunidenses no han tomado medidas similares como precaución elemental.

El secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, consideró que en el caso de Aeroméxico, que tiene seis de esas unidades en su flota, la suspensión tendrá una enorme repercusión económica y operativa porque seis aviones son un buen porcentaje de su parque (Aeroméxico); la afectación de los vuelos y la necesidad de hacer un movimiento logístico para aumentar la productividad de los aviones que siguen en servicio generará afectaciones para la aerolínea.

Por lo que hace a Boeing, el desplome de la aeronave de Lion Airlines se tradujo en un fenómeno similar en la cotización de las acciones de la empresa, que para ayer sumaba una pérdida de 20 mil millones de dólares en los mercados internacionales, una depreciación acumulada de 10 por ciento.

Aunque sería prematuro y aventurado afirmar que las tragedias de Etiopía e Indonesia fueron causadas por una misma falla, la información disponible hace sospechar que el gigante aeroespacial y militar pudo haber empezado a vender antes de tiempo su más reciente versión del modelo 737 y que la FAA se precipitó al otorgarle el certificado de aeronavegabilidad tras sólo un año de vuelos de prueba. Había, en todo caso, una razón para la prisa: el afán de Boeing de lanzar un producto capaz de competir con la más reciente actualización del Airbus A320, que salió al mercado en enero de 2016 y que representaba para la compañía estadunidense un serio revés en el mercado de los bimotores de pasajeros de alcance medio.

Si se confirma que el 737 Max fue liberado para su venta y operación sin contar con las condiciones de seguridad requeridas, la respuesta de las autoridades –empezando por las de Estados Unidos, país de origen de ese modelo y sede de la Boeing– debieran sentirse obligadas a sancionar de manera ejemplar semejante descuido.

A fin de cuentas no sería éste el primer caso en el que el cálculo comercial se impone a la seguridad en la industria del transporte aéreo; cuando eso ocurre la catástrofe es, a la larga, inevitable, y no sólo conlleva pérdida de vidas humanas sino que se cobra también un altísimo costo económico para muchos países, empresas y personas.