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¿La Fiesta en paz?

Carta abierta al dueño de un gran sueño… hoy convertido en pesadilla

M

uy estimado licenciado Neguib Simón:

Espero no esté demasiado molesto ni desilusionado al comprobar que su creación maravillosa como lo es la monumental Plaza de toros México, ya no se vea tan concurrida como años atrás. Me imagino que ha de estar pensando que sus detractores tenían razón al decir que ese conjunto deportivo era muy grande para esta ciudad, pero usted, dueño de un sueño tan interesante como visionario, tuvo los arrestos para creer en él, saber que no estaba equivocado y seguir construyéndolo, con ese estadio de futbol y esa majestuosa plaza de toros e imponente obra de ingeniería y arquitectura. Agregaría que fue una obra faraónica para esos años en que usted la imaginó y empezó a levantar como parte de un magno proyecto que desafortunadamente quedó inconcluso.

Dichosos los hombres que participaron en su realización en cada parte de su espacio, tramo a tramo, golpe a golpe, hasta quedar terminada lo que su mente y su sueño habían logrado: la plaza de toros más grande del mundo. Cómo habrá disfrutado de esos toreros monstruos, El Soldado y Manolete, y de la gracia del maestro Luis Procuna. Me transporto al tiempo, al momento en que sonó el clarín y se dio salida al primer toro de San Mateo para así mostrar al mundo que su sueño empezaba a convertirse en realidad, esa realidad que aún alberga ilusiones de nuevos soñadores de triunfos, como el suyo, don Neguib.

Me imagino que se preguntará ¿qué pasa, que ya no va la gente a las corridas y novilladas como antes?, y que le será desconcertante no mirar nuevos ídolos, y pensará que a lo mejor tenían razón los que afirmaban que era una plaza muy grande, ¡la más grande del mundo! La realidad es que esa plaza les está quedando muy grande a los nuevos taurinos que la manejan y a los aficionados que asisten a los eventos. Se preguntará también dónde están novilleros como los llamados Tres Mosqueteros (Manuel Capetillo, Jesús Córdoba y Rafael Rodríguez) y dónde está D’Artagnan (Paco Ortiz), que llenaban la plaza dejando a la gente fuera; dónde están esos novilleros con hambre de gloria que cimbraron de emoción hasta el último cimiento de concreto de esta plaza... ¡su gran plaza, don Neguib y la de nuestra ciudad!

¿Dónde los toreros que por su forma de interpretar el toreo le dieron al coso un sello propio que sólo admite torear despacito y largo, volviendo los pases interminables en tiempo y espacio? ¿Dónde están esos hombres que por su personalidad, valor, arte y espíritu de competencia fueron creadores de un torear distinto, capaz de reflejar un sentir nuestro frente a la bravura criada en México? Ese mágico torear a la mexicana, ¿a dónde se fue? ¿Dónde están los ídolos naturales creados con un barro diferente? ¿Acaso la afición se está terminado?, se preguntará. En estos momentos difíciles pareciera que eso ocurrirá.

Pero, a diferencia de otros, yo le pido, don Neguib, que no pierda la fe en nuestra fiesta de toros, que no se acabará porque es tan grande como el maravilloso sueño que usted tuvo cuando concibió y empezó a construir esa gran plaza para orgullo de México. Porque siempre habrá soñadores de grandeza y triunfadores como usted, que nos dio el ejemplo de no claudicar y de soñar en triunfar en la plaza que hizo realidad su gran sueño, su Plaza México, para orgullo de la fiesta del arte taurino.

¡Hasta donde esté orgullosamente!, don Neguib Simón.

Atentamente, quien como muchos ama la tauromaquia.

Manuel del Prado El Triste.

Ciudad de México, 24 de febrero de 2019.