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Ver día anteriorDomingo 3 de marzo de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un muro para la historia
L

os muros y las murallas por lo general pasan a la historia. Entre los más conocidos están la muralla China, que pretendía frenar el avance los mongoles y el muro de Berlín, en Alemania, que más que impedir la entrada, limitaba la salida.

Israel también ha construido un muro para impedir el paso libre de los palestinos, y en Melilla, frontera de España con Marruecos, el muro pretende limitar el acceso de los migrantes que llegan del sur, de las viejas colonias del Magreb y África subsahariana.

Ahora viene a colación el muro que se erige entre México y Estados Unidos. Más bien la continuación del que ya existe. Porque el actual presidente de ese país, Donald Trump, lo que ha logrado hasta el momento es construir un muro ideológico.

Su anhelo más grande como presidente y como constructor es que el muro lleve su nombre en letras doradas y que lo pague otro, como hace con sus franquicias. Ya no será México el pagano, pero sí los contribuyentes del otro lado.

El muro existente en la frontera sur de Estados Unidos tiene una lógica de contención y fue diseñado expresamente para frenar la migración laboral, muy especialmente la mexicana. Pero esa política de contención fronteriza actualmente ya no tiene sentido, porque hace 10 años que la migración irregular mexicana no crece, al contrario, más bien disminuye. El muro incrementó los costos y los riesgos por una parte, por otra fomentó el alargamiento de la estancia de los migrantes que ya no podían regresar a la nación, precisamente por la política migratoria estadunidense.

La media de duración de la migración irregular en Estados Unidos es de 15 años y esa fue precisamente una de las consecuencias no previstas de su política migratoria y del muro en cuestión, que no impidió la entrada, pero en la práctica impidió el retorno voluntario y la circularidad.

Con el muro la política de contención fronteriza dio resultados en la zonas urbanas y desvió los flujos. Pero creó un problema mayor al interior de los Estados Unidos al romper con la circularidad típica de la migración mexicana del siglo pasado e incrementar el volumen.

Para el caso de la migración centroamericana la apuesta es diferente, el muro es un primer escollo, lo que les interesa es cruzar de alguna manera y que los atrapen. La nueva migración centroamericana de tipo familiar o juvenil que busca refugio no intenta evadir a la migra, sino todo lo contrario.

Los videos que se han visto de personas saltando el muro y tirando a los niños para que alguien los atrape abajo, lo hicieron en frente de los medios de comunicación y la migra, que no pudo hacer nada más que mirar y luego apresarlos y empezar el proceso judicial correspondiente.

La política fronteriza del siglo pasado era de aprehensión y deportación, la política actual es mucho más complicada y costosa: aprehensión, detención, judicialización y posible deportación a otro país.

Pretender que el muro detenga la migración y el flujo de drogas ilegales es totalmente ingenuo porque en la actualidad ambos procesos están dominados por las mafias de traficantes. Y al elevarse los costos prospera el negocio. A mayor dificultad para obtener un producto o un servicio, mayor es el beneficio de los que controlan éste o proporcionan el servicio. Las pérdidas que sufren los traficantes de drogas y personas se compensan con el incremento de los precios de los productos y servicios.

La política migratoria está en crisis. No saben qué hacer con los nuevos flujos de migrantes, especialmente con los que incluyen familias completas y menores de edad. Incluso la medida, más cruel y despiadada, de separar a los hijos de padres no ha dado el resultado esperado y ha creado un problema mucho mayor.

Por lo general las políticas migratorias son reactivas y responden a coyunturas específicas y prácticamente nunca se diseñan pensando o previendo las posibles consecuencias.

La política mexicana de expedición irrestricta de visas humanitaria a los centroamericanos tendrá consecuencias. No es posible dar marcha atrás, por lo menos en este momento, tampoco era posible repetir la escena del puente en la frontera con Guatemala que se vivió y se vio en todas partes hace unas semanas.

La caravana de enero fue consecuencia de la de octubre y de las políticas aplicadas en ese momento por el gobierno de Enrique Peña Nieto que finalmente tuvo que ceder el paso. La nueva política de visas humanitarias a centroamericanos es consecuencia del fracaso de la anterior.

Pero. ¿qué va a pasar en un año cuando estas visas estén vencidas? ¿Qué pasará con la exigencia de visas a los turistas centroamericanos? ¿Se otorgarán nuevas visas humanitarias a todos los migrantes que quieran ingresar, o sólo a los de las caravanas?

¿Qué va a pasar con el acuerdo de devolución de migrantes que transitaron por México y que deben esperar en nuestro país la cita para sus trámites?

Son muchas preguntas y hay que aventurar respuestas, porque la historia enseña que los muros y las regulaciones migratorias siempre tienen consecuencias, por general inesperadas, pero que podrían ser anticipadas.