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EPN: regalo de despedida // Otro empujón a gasolinas

C

omo regalito de despedida, el gobierno peñanietista deja a los mexicanos un último empujón a los precios de los combustibles, y a partir de ayer retiró, 100 por ciento, el estímulo fiscal que, caprichosamente, aplicaba al precio de la gasolina Magna (para la Premium hizo lo propio el pasado 27 de octubre).

Así, quienes adquieran tal combustible –el de mayor consumo en el país– en la última semana del gobierno saliente deberán gastar más a la hora de llenar el tanque, por mucho que la Secretaría de Hacienda –responsable de la citada decisión– asegure que la reducción del estímulo al impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) no aumenta los precios de gasolinas y diésel.

Y como no aumentan (SHCP dixit) vale la pena recordar que –palabras más o menos– eso mismo dijo cuando en diciembre de 2016 anunció el megagasolinazo –en vigor el primero de enero de 2017–, porque los consumidores mexicanos verán días en que los precios suban, y momentos y días en que vuelvan a bajar (José Antonio Meade dixit, como titular de Hacienda). Pero en vía de mientras la captación por IEPS a las gasolinas ha sido más que generosa (sólo de enero a septiembre de 2018 por tal concepto Hacienda se embolsó alrededor de 130 mil millones de pesos).

Nadie ha visto la segunda parte de esa frase (días donde vuelvan a bajar), y sólo para dar una idea de la veracidad de dicho compromiso, entre el primero de enero de 2017 y el 23 de noviembre de 2018, el precio por litro de Magna se incrementó 25 por ciento, el de la gasolina Premium 24 por ciento y el del diésel una proporción similar, para alcanzar niveles nunca registrados, sin olvidar el impacto negativo que ha tenido en materia inflacionaria.

De hecho, palabras más o menos, ese fue el compromiso gubernamental desde diciembre de 1982, en tiempos de Miguel de la Madrid, cuando éste afirmó que para corregir el desequilibrio financiero del sector público se decidió revisar la política de precios de venta de los energéticos en el país, para abatir los subsidios indiscriminados que provocan un consumo dispendioso de energía.

Dicho lo anterior, incrementó de un plumazo 50 por ciento los precios de los combustibles, porque, según dijo, actuar de otra manera hubiera implicado reducir aún más el presupuesto y alimentar las tendencias recesivas, ya de por sí presentes en la economía. Treinta y seis años después, ya corregido el desequilibrio financiero (según presumen los tecnócratas), los precios de los combustibles siguen al alza, y de qué forma.

Para dar una idea de qué se trata, de 1982 a la fecha el precio por litro de gasolina aumentó alrededor de 100 mil por ciento y el del diésel cerca de 180 mil por ciento (con una inflación acumulada en el periodo que ronda 60 mil por ciento), sin olvidar el constante incremento de la adquisición de combustibles en el extranjero –lo que ha hecho de México un país importador neto de los mismos– y la permanente caída en la capacidad del destartalado sistema nacional de refinación.

Como se ha comentado en este espacio, únicamente en los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto se importaron gasolinas por más de 200 mil millones de dólares, y por diésel otros 40 mil millones, y todo ese dinero ha salido de los bolsillos de los mexicanos, amén de que éstos deben enfrentar los precios internos de los combustibles, los cuales, por cortesía de Hacienda, son mucho mayores.

A estas alturas la diferencia entre el precio de expendio en Estados Unidos y el aplicado a la hora de llenar el tanque en México es de 30 por ciento, cuando menos. Nuestro país exporta crudo a 58 dólares por barril y lo importa a 124, ya refinado. De ese tamaño.

Entonces, preparaos mexicanos pagadores, que a los neoliberales todavía les queda una semana, sin que ello quiera decir que desaparezcan en el próximo gobierno.

Las rebanadas del pastel

Y el dólar cierra semana financiera hasta en 20.83 masacrados pesitos.