Opinión
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La importancia de la segunda consulta
S

i la primera consulta ordenada por López Obrador, tuvo por objeto la concientización de un amplio sector de la sociedad mexicana sobre un tema que parecía demasiado técnico, pero cuya premura se debía a la necesidad de parar un proyecto, que se estaba realizando sin que la sociedad comprendiera bien a bien los beneficios esperados y lo que ese proyecto implicaba en término de costos que finalmente serían pagados por un amplio sector de la sociedad, la consulta que será realizada el día de hoy y el de mañana, cubre diversos programas de desarrollo social que representarán grandes beneficios para amplios sectores y regiones del país.

Con un costo de menos de dos millones de pesos, se espera la afluencia de más de medio millón de participantes, la consulta será utilizada por el próximo presidente para decidir entre otras cosas: la construcción y puesta en operación del Tren Maya, que uniría los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos, la siembra de un millón de hectáreas con árboles frutales y maderables y la construcción de una refinería en Dos Bocas, Tabasco, cuya finalidad sería la generación de miles de empleos en el sureste de México, la creación de importantes obras de infraestructura orientadas a fomentar el desarrollo económico de la región y la reducción del costo de los combustibles con un beneficio directo para el transporte, la cual impactaría positivamente en los precios de una gran variedad de productos. Es posible que un amplio número de ciudadanos se pregunte si una consulta así es necesaria, en virtud de que todas las respuestas que se esperan serían necesariamente de aprobación.

Pero también es posible que no sea este el caso, porque podría haber un buen número de ellos, que piensen que el costo de estos proyectos se podría utilizar en otros programas: construir hospitales y dotarlos de medicinas, abrir nuevas carreteras o mejorar la educación; igualmente podría haber otros que piensen que la construcción de la refinería se debe cancelar y en su lugar ampliar la operación de las ya existentes. Sabemos también de una resistencia al Tren Maya por parte de grupos indígenas que piensan que éste no les beneficiara y que ellos tienen otros problemas que deben ser resueltos, lo cual es también cierto. En realidad lo que AMLO desea, es que entendamos todos de que se trata: la democracia participativa constituye sin lugar a dudas la mejor forma posible de gobierno, pero ella requiere que los ciudadanos tomen conciencia de lo que este cambio implica y significa.

La experiencia que hoy estamos viviendo es inédita, la historia de nuestro país, aun después de la Revolución de 1910, ha sido todo menos la de un país democrático; la dictadura perfecta llegó a ser llamada por Vargas Llosa, para describir la realidad que hasta ahora hemos vivido. La aprobación de las leyes secundarias de la reforma energética impuesta por Peña Nieto, mientras se realizaban los partidos finales del Mundial de 2014, constituye una muestra más de lo que ha sido nuestra supuesta democracia, la cual se ha reducido hasta ahora a votar en los comicios electorales; de este gran cambio debemos y tendremos que ser conscientes desde ahora y ello implicara un proceso de aprendizaje, no sólo de la sociedad sino también del Congreso y de los altos funcionarios, incluido el Presidente. Si hemos de superar la crisis actual, el camino que hoy se propone caminar AMLO, gobernando de acuerdo con la opinión mayoritaria de quienes participen en las consultas, habrá de constituir un cambio fundamental para la vida del país.

El jueves pasado Julio Hernández en su columna Astillero, señaló la improcedencia de una consulta más, para decidir si se debe llevar a juicio a varios ex presidentes, incluidos Calderón y Peña Nieto, en virtud de que nuestra Constitución, indica que sólo pueden y deben ser juzgados por el delito de traición a la patria. ¿Pero acaso no implica una traición a la patria los actos de Calderón, al haber declarado la guerra al crimen organizado y al mismo tiempo permitir la entrada de las armas de alto calibre, con las que han sido asesinados cientos de miles de mexicanos? E igualmente, ¿No ha sido un acto de traición a la patria, la venta de los recursos petroleros nacionales a empresas extranjeras, como lo hizo Peña Nieto, quien además faltó a su compromiso de velar por el bien de la nación, cosa que no hizo al negarse a aclarar la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y al negar a las comunidades agrícolas de Michoacán, Guerrero y Jalisco las posibilidades de autodefenderse, de los sicarios contratados por las empresas mineras, siendo el mismo, ejemplo de corrupción a seguir por sus colaboradores y gobernadores de los estados. Ciertamente la crítica expresada por Julio Hernández es válida, al señalar una equivocación de nuestro próximo presidente, pero ello no invalida la importancia de la línea trazada por Andrés Manuel, como un elemento fundamental de su gobierno.