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El 68 a medio siglo

Ferrocarrileros, maestros y médicos abrieron paso

Los movimientos sociales que antecedieron se aderezaron con rock y mucha literatura
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!Libros sí, bayonetas no!, fue una de las consignas de la marcha del 13 de agosto de 1968, que partió del casco de Santo Tomás al Zócalo.Foto Archivo fotográfico de Rodrigo Moya
 
Periódico La Jornada
Sábado 8 de septiembre de 2018, p. 10

El movimiento estudiantil de 1968 emergió en un contexto de intolerancia y autoritarismo en el que el partido hegemónico en el país (PRI) controlaba prácticamente todos los ámbitos de la vida pública, además de que infiltraba y desarticulaba cualquier movimiento social, laboral y estudiantil.

En esa época, México se alineó “ideológica y estratégicamente con la política de Estados Unidos en el contexto de la guerra fría. Abandonó el proyecto de autosuficiencia y el modelo económico nacionalista. Cerró los internados de Chapingo y del Instituto Politécnico Nacional, así como varias escuelas normales rurales y también reprimió a las organizaciones estudiantiles que buscaban democratizar sus espacios educativos”.

También modificó la orientación socialista de la educación por una más liberal, refiere el informe elaborado por la extinta Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp).

Los jóvenes cantaban Sky Pilot, de Eric Burdon & The Animals, cuya letra señala:

“El orden es dado

Se mueven por la línea

Pero él todavía está atrás y meditará, pero no detendrá el sangrado ni aliviará el odio.”

Pasa la locomotora sindical

El movimiento estudiantil de 1968 fue precedido por la represión a otras protestas sociales encabezadas por los ferrocarrileros, en mayo de 1958, quienes buscaban mejoras salariales y democracia sindical. Un mes después, el gobierno reprimió una de sus manifestaciones en la capital del país, mientras el Ejército ocupaba los locales sindicales. Para agosto de ese mismo año, Demetrio Vallejo, uno de los más prominentes integrantes del Partido Comunista (PC), ganó la elección gremial, pero fue encarcelado. El movimiento siguió hasta 1960, cuando Valentín Campa, otro destacado del PC, es detenido; 9 mil ferrocarrileros son despedidos y mil 500 encarcelados. El capítulo de Othón Salazar y los maestros completaría el tren de ese año.

En agosto de 1965 la represión gubernamental se repitió: ya eran tiempos de Gustavo Díaz Ordaz. Desde noviembre de 1964, médicos residentes (estudiantes en prácticas finales de su carrera), galenos en pleno ejercicio y enfermeras, exigieron mejores condiciones laborales. Como estas protestas se extendieron a diversos nosocomios y los principales promotores se encontraban en el hospital 20 de Noviembre, las autoridades decidieron despedir a centenares de participantes en el movimiento, algunos fueron amenazados con ser encarcelados y decidieron huir del país, entre ellos Norberto Treviño. José Castro y Faustino Pérez.

La policía, principalmente los integrantes del Cuerpo de Granaderos, fueron los encargados de re-primir a quienes participaban en los movimientos sociales de la época, aunque también había personal de otras áreas del entonces Departamento del Distrito Federal (DDF) que participaban como golpeadores o saboteadores bajo las órdenes del teniente coronel Manuel Díaz Escobar.

Los chicos gustaban también de la música pop o escuchaban covers rocanroleros. César Costa, Angélica María, Manolo Muñoz, Enrique Guzmán fueron personajes impulsados desde el cine, la televisión y la radio para encasillar a una juventud gustosa de esos géneros. En los filmes que protagonizaban representaban a personajes con aparentes actitudes rebeldes que buscaban el amor libre y criticaban la forma en que sus padres los educaban, la falta de libertad para elegir hasta la manera de vestir y de pensar. Sin embargo, al final siempre se mostraba que fracasaban en sus intentos y retomaban las buenas costumbres.

Ecos de la onda

Muchos jóvenes y estudiantes de clase media leían y estaban influenciados por obras como Naranja mecánica, de Anthony Burgess; La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes; La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa; de Julio Cortázar, Rayuela; El lugar sin límites, de José Donoso; Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. También Albert Camus, Jean Paul Sartre, Hermann Hesse y Curzio Malparte, quienes eran autores muy presentes en el pensamiento de la juventud.

En el país se vivía una falta de democracia y las constantes represiones a los movimientos sociales generaron –como en otras partes del planeta– composiciones de crítica gubernamental y surgieron melodías como La canción del granadero, de Los Nakos:

“Papá, papá, ¿por qué Dios nos ha dado un mal sistema a todo el mexicano?

Papá, ¿por qué hay tanta corrupción, también prostitución, en el gobierno?”

La música de Los Beatles era uno de los referentes juveniles. James Dean, la imagen del chico rebelde. Entre los acordes de Sky Pilot también se escucha:

“Él sabe de su miedo en lapróxima pelea

Pronto habrá sangre y muchosmorirán

Madres y padres en casallorarán.”

Una nueva corriente literaria comenzó a tener éxito en la juventud. José Agustín, Gustavo Sáinz y René Avilés Fabila, entre otros, influenciaban a ese sector con sus textos: De Perfil, Gazapo y Cuentos hacia el fin del mundo, respectivamente, impulsaron a otros autores a criticar la burocracia, la falta de democracia, el control familiar y se promovía el uso de un lenguaje más abierto en el que se comienza a escribir con neologismos juveniles.

En 1971, la escritora Margo Glantz bautizaría a este movimiento como Literatura de la Onda. Precisamente a partir del título de una de las obras más representativas de la época, el cuento de José Agustín ¿Cuál es la onda?:

“Queríamos ver el departamento que se alquila, señora, dijo Requelle, sa belle; le presento a mi marido, el licenciado Filiberto Rodríguez Ramírez; Filiberto, mi amor, deja a ese perrito tan bonito y saluda a la señora.

Buenos días, señora, declamó Oliveira Obediente, licenciado Domínguez Martínez a sus rigurosas órdenes y a sus pies si no le rugen, como dijera el doctor Vargas.”

En el país se preparaban las Olimpiadas de la paz. Un pleito entre estudiantes y porros desencadenó una de las protestas sociales más trascendentes de las pasadas cinco décadas. El informe de la Femospp señala: “Las dimensiones de lo desencadenado por la respuesta violenta del Estado mexicano empezaría a lesionar, paso a paso, el tejido social que terminaría roto y que durante años fue el sostén de la vida nacional. Instituciones básicas –como el Ejército Mexicano, las instituciones de seguridad pública y las procuración y administración de justicia, entre las principales– fueron estremecidas por los métodos criminales e impunes desatados.”

Vendría el 2 de octubre. Jaime Sabines escribió Tlatelolco 68:

“Tlatelolco será mencionado en
los años que vienen
como hoy hablamos de Río
Blanco y Cananea,
pero esto fue peor,
aquí han matado al pueblo;
no eran obreros parapetados en
la huelga,
eran mujeres y niños,
estudiantes,
jovencitos de quince años,
una muchacha que iba al cine,
una criatura en el vientre
de su madre,
todos barridos, certeramente
acribillados
por la metralla del Orden y
Justicia Social.

A los tres días, el ejército era la
víctima de los desalmados,
y el pueblo se aprestaba jubiloso
a celebrar las Olimpiadas, que
darían gloria a México”.