Opinión
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Drama más crudo que lo estimado
U

n drama más crudo de lo estimado es la criminalidad que nos sofoca. La población ha detectado que hay algo más que los delincuentes urbanos, de los chavos banda que ya son vejetes, pero con hijos, nietos y sobrinos muy activos. Algo más que La Tuta o El Z-40, que son sólo trofeos cinegéticos de Peña Nieto.

La crisis de violencia que nos angustia es producto de la ceguera de por lo menos tres señores: Fox, que anunció en agosto de 2005, desde Sinaloa, que lanzaría la madre de todas las batallas contra el narco; de Calderón, con su ya vulgar guerra, y el actual gobierno farolero, que dijo alejarse del modelo calderoniano con nuevas estrategias y encalló en lo mismo, sólo que con peores resultados. Y la inercia nos lleva a peor. No esperemos nada bueno pronto.

Esos señores no supieron ver de lejos y con ello se significa que redujeron su atención a un bélico empeño. No advirtieron que la violencia delincuencial se ha transformado por las nuevas condiciones de carácter demográfico, urbano, rural, económico, político, social, cultural y hasta tecnológico, y súmese la descomposición de las instituciones responsables.

Arrulladas por políticos, éstas duermen una siesta de décadas y cuando parece que se avivan, lo hacen con patrones de aquellos tiempos dorados. Primitivas, corroídas, desconectadas de la sociedad, sin correlación alguna entre sí. No vieron que ninguna guerra es solución, no advirtieron la urgencia de encadenar los conceptos cultura de prevención, procuración, administración de justicia, readaptación social e incorporación del esfuerzo social crítico y propositivo.

Varios factores coinciden en la expansión del delito que sufrimos, pero los centrales son: 1. Ausencia de valores y compromisos cívicos que crean la motivación para adoptar comportamientos de irrespeto a la ley y al orden común. 2. La falta de una cultura formal de prevención que desplazara la normalidad que nos invade, naturalizada por quien se desarrolló en un medio social de irrespeto a la ley. ¿Irá por ahí la Constitución Moral? 3. La vigencia de un antisistema de seguridad y justicia: policía, peritos, ministerios públicos, jueces y centros de readaptación social que acaban siendo promotores del delito.

Los gobiernos mencionados despreciaron la determinante tarea de la prevención del delito en sus mil caras: educación escolarizada; orientación familiar y comunitaria; promoción de espacios y actividades de esparcimiento; centros deportivos y culturales; atención a grupos vulnerables, principalmente en zonas depauperadas; ofrecer ingresos alternativos a los campesinos; imbuir en la policía el criterio de protección social y tantas cosas, pero sobre todo, promover la educación cívica, el respeto al derecho ajeno.

El resultado de esa punible omisión de 20 años en desarrollar políticas sinérgicas es el surgimiento de grupos criminógenos dentro de ciertos sectores de la población. Es una verdad dolorosa pero innegable. A la violencia criminal y a la violencia oficial, ahora se ha agregado la violencia social que ha surgido al crearse ambientes de inconformidad en que viven pobladores con poca calidad de vida, debido a su limitada educación y sus frágiles valores morales, los cuales influyen en crear un ambiente de desempeño conductual negativo, lo que impulsa al uso de la violencia para poder resolver conflictos de una manera fácil y rápida. Ante la ausencia tácita de la ley, les es más fácil recurrir a la violencia. Algo muy semejante a esto es lo que ha sucedido siempre. La tendencia a la violencia es sello de la humanidad, pero ante nuestra ceguera ha crecido exponencialmente en los pasados 20 años.

La violencia social es tan lastimosa por ser producida por la propia población y frecuentemente por la autoridad, son actos doblemente reprobables: el delito y sus actores, frecuentemente transgresores individuales o transitoriamente amafiados para delinquir. La derivación de la belicosidad propia de nuestros nacionales ante ciertos estímulos, hoy está desatada. Es una epidemia social, tan patológica y expansiva como la de otras causas de enfermedad y más difícil de combatir que el crimen estructurado.

Los potenciales delincuentes están en cualquier esquina, pueden ser cualquier persona, hasta conocidos. De esta situación de descomposición surge que las posibles vías de solución están estrechamente ligadas a la solución de los mayores problemas que México históricamente ha afrontado con sus constantes de desigualdad socioeconómica, impunidad, corrupción y en particular derivadas de la corrupción del sistema de seguridad y justicia. ¡¡Vaya tarea de gobierno y sociedad!!