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¿Y en qué acabó el FAOT?
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La soprano sonorense Ariadne Montijo, participó en el Festival Alfonso Ortiz Tirado 2017Foto Juan Arturo Brennan

Álamos, Son.

A

cabó con la conclusión clara, prácticamente unánime, de que lo mejor de la edición 2017 del Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT) en este sonorense pueblo mágico (no tengo idea qué quiere decir la expresión) ocurrió en sus primeras noches, con las muy bien logradas presentaciones de Elina Garanca y María Katzarava, ya aludidas en este espacio, seguidas muy de cerca por el Cancionero italiano de Hugo Wolf presentado por Francisco Araiza, Marija Vidovic y Alexander Pashkov.

Las últimas tres Noches de Gala del FAOT 2017 fueron de rendimiento musical diverso. Atractiva como siempre, la Noche de la Unison, dedicada a los jóvenes cantantes emergentes de la carrera musical de la Universidad de Sonora, tuvo como protagonista destacada a la soprano Vianney Lagarda, quien mostró mejores y más afiladas armas que sus colegas Marcela Ung (soprano) y Luis Castillo (barítono), quienes tienen buenos recursos, pero necesitan todavía un proceso de maduración, tanto en lo vocal como en lo que se refiere a la presencia escénica.

La penúltima sesión nocturna del FAOT se convirtió, aun antes de realizarse, en el punto de conflicto y foco de controversia del festival, con la presentación del tenor inglés Paul Potts. Los indignados de Álamos (no sé de qué otra manera llamarlos) se rasgaron las vestiduras ante el sacrilegio de incluir en la sacrosanta programación a un cantante con la melodramática historia que es a la vez el pasaporte y la cruz de Paul Potts.

Lo que los puristas no parecieron entender es que importa un pepino (o un rábano) si tal o cual cantante surgió de un concurso televisivo (es el caso de Potts) o del más excelso conservatorio de la vieja Europa; lo importante es cómo canta. Y aquí es donde el resultado no estuvo a la altura de le expectativa.

El instrumento vocal de Paul Potts tiene indudables cualidades de volumen y proyección, pero también tiene carencias en el color, en el manejo equilibrado de los registros y, de manera importante, en su enunciación de idiomas que no son el suyo.

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Flor Herrera (soprano) y Teresa Rodríguez (pianista), quienes participaron en el Festival Alfonso Ortiz Tirado 2017Foto Juan Arturo Brennan

Y sí, claro, Potts le dio por su lado a un público alamense todavía muy verde, cantando la atroz Granada a voz en cuello, con resultados apenas mediocres, y ese público se tragó entero el regalito y vitoreó a rabiar. Y de ahí pa’l real, según dice la frase coloquial. Ciertamente, fue interesante escuchar en vivo a Paul Potts, pero al final del día resultó que su historia pesó más que su voz.

Mucho más atractivos y musicalmente más satisfactorios resultaron un par de recitales vocales realizados en el templo de la Purísima Concepción por las sopranos mexicanas Flor Herrera (con Teresa Rodríguez al piano) y Ariadne Montijo (acompañada por Andrés Sarre).

Dos recitales bien programados, sin concesiones a la chabacanería, bien cantados en todas las áreas de los repertorios elegidos y, puntualmente, muy bien acompañados, gracias a la vasta experiencia de Teresa Rodríguez en estas lides, y al hecho de que Andrés Sarre se atrevió a hacer algo de lo que sin duda sus colegas se horrorizarían: tocó con la tapa del piano completamente cerrada. Resultado: resolvió así los severos problemas de la acústica del templo, dando brillo y certeza al atractivo recital de Ariadne Montijo y poniendo el ejemplo para quien lo quiera tomar, y para que la directiva del FAOT tome nota para el armado de sus programaciones futuras.

Quizá, a la hermosa y cristalina voz de Ariadne Montijo le haría bien dejar a un lado los rigores operísticos cuando el repertorio es de ámbito menos solemne.

La última gala del festival, un interesante y austero programa de música religiosa del tenor Óscar de la Torre y el pianista Sergio Vázquez, mereció una mayor asistencia y una mejor reacción. Pero si se trata de un público que enloquece y patalea ante cualquier versión de Granada, es evidente que un repertorio serio de este tipo no los va a mover ni a conmover, y nada podrán aprender de él. Sin duda, el FAOT es un muy buen escaparate de música vocal y otras cosas, pero falta trabajo por hacer en el tema de la educación de públicos… y los públicos mismos tienen una gran responsabilidad en ello.