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Logra asociación estratégica y 12 convenios de cooperación

El presidente chino, en cosecha de acuerdos comerciales con Sudamérica
Enviado
Periódico La Jornada
Miércoles 23 de noviembre de 2016, p. 16

Santiago de Chile.

Procedente de Lima, Perú, Xi Jiping llegó a esta capital con un vasto despliegue de funcionarios y medios informativos de su país y se llevó en la maleta una asociación estratégica integral y 12 acuerdos de cooperación en minería, agricultura, infraestructura, energías limpias y comunicación con esta nación antípoda de la suya. Además amarró el respaldo de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), cuya secretaria general, la mexicana Alicia Bárcena, recibió y elogió las estrategias del dirigente chino hacia América Latina. China corona de esta forma su condición de principal socio comercial de Chile, que es ya la tercera plaza comercial del gigante asiático en América Latina. El cimiento de ese vínculo es el tratado de libre comercio firmado en 2005 por Pekín y Santiago, y su primer piso los 10 acuerdos de cooperación económica y científica signados en 2015 por la persidenta Michelle Bachelet con el premier Li Keqiang.

Antes de la exitosa jornada santiaguina de hoy, Xi firmó con el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, otra asociación estratégica integral, fue condecorado por el Congreso y dijo que su país y la nación andina son íntimos hermanos de confianza mutua. Cierto o no, China es el principal inversionista en la minería peruana y el de Lima fue el primer gobierno del continente que firmó un TLC con Pekín.

La ofensiva diplomática, comercial y mediática de China en el Pacífico sudamericano tiene como inevitable telón de fondo la reciente victoria electoral de Donald Trump, sus embestidas verbales en contra de los principales socios comerciales de Estados Unidos –China y México– y de los tratados de libre comercio en general, particularmente el de América del Norte (TLCAN) y el Acuerdo Transpacífico (ATP).

Sobre este último no deja de ser paradójico que Trump esté resuelto a matar un instrumento comercial concebido por sus rivales demócratas, entre otras cosas, como muro de contención a la proyección de China, India y Rusia (pero en primer lugar China) en el Pacífico, y que tantas ilusiones despertaba en los gobiernos de México, Perú y Chile, aliados fidelísimos de Washington. Pero en la reunión limeña del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, al que asistieron todos los países signatarios del ATP, cayó como balde de agua fría el anuncio de Trump de que una de sus primeras acciones de gobierno será sepultar la participación de Washington en ese instrumento comercial. Sin Estados Unidos el ATP no tiene sentido, lamentó el premier japonés, Shinzo Abe, con lo que prefiguraba la salida de Tokio de ese acuerdo y, por ende, el último clavo en el ataúd de un acuerdo severamente cuestionado por las sociedades a las que se les pretendía imponer.

A juzgar por los resultados, en el supuesto de que su animadversión hacia China sea algo más que demagogia electoral, parece ser que Trump no tiene ni idea de lo que ha hecho: de un plumazo logró dar un ipulso sin precedente a la presencia de su presunto enemigo en el propio continente americano. Privados del horizonte del ATP, varios gobiernos de la región se arrojan en brazos de Pekín. A final de cuentas es un mercado real y potencialmente mucho mayor que el estadunidense, y además ofrece intercambios, inversiones, colaboración para el desarrollo y hasta becas para estudiantes y profesionistas latinoamericanos.

A Xi no se le asoma una sonrisa más allá de las que permite el estricto protocolo, pero se le adivina. Y sigue cosechando acuerdos.