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Participación del historiador en el ciclo La historia en tiempos de cólera, en la UNAM

Desvanecer las sombras chinescas del escenario político, pide Adolfo Gilly

La sustancia del debate es por la historia, por los seres humanos, indica el investigador

Una gran transformación supone un proceso atravesado por una violencia que es ya pandemia: Rhina Roux

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Adolfo Gilly, colaborador de La Jornada, ayer en el auditorio Pablo González Casanova de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAMFoto Cristina Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Martes 11 de octubre de 2016, p. 5

A la violencia y el caos que vivimos hay que pensarlos como tiempo histórico y no como tiempo político, de lo contrario la reflexión se limita y se queda en la superficie, señaló el historiador Adolfo Gilly durante su participación en la tercera sesión del ciclo de conferencias La historia en tiempos de cólera: investigación, imaginación y escritura que se desarrolla en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El tema de la jornada de ayer, efectuada en el auditorio Pablo González Casanova, fue la reflexión en torno al libro El tiempo del despojo: siete ensayos sobre un cambio de época (publicado por Ítaca), escrito por Gilly en colaboración con su colega Rhina Roux.

Los tiempos históricos de la sociedad no están separados, pero los primeros son profundos, los determinantes de las relaciones sociales de nuestra humanidad. Por eso los historiadores tratamos de poner la mirada y la inteligencia en ese movimiento duro y oscuro de la historia, porque eso nos da una base para explicar y comprender las formas visibles y superficiales, las que son reales y conocemos todos, dijo el catedrático.

Gilly añadió que si nos quedamos en la politización del tiempo histórico que propician las historias nacionales elaboradas por los gobiernos y los estados, sólo hablaríamos de la Independencia, de Hidalgo o de Juárez “como hechos que van sucediendo, como personajes que van apareciendo, pero sin tomar en cuenta el movimiento constante, profundo, sustancial, poderoso, de las sociedades que son la sustancia viva de la humanidad.

Sólo así podemos comprender los avatares y peripecias políticas a los cuales muchas veces se reduce la enseñanza. Esta es la sustancia del debate por la historia, por la política, por los seres humanos, y no por las sombras chinescas que aparecen en el escenario político.

Respecto de México, Roux señaló que “si el Estado es una forma de las relaciones sociales, y no simplemente un aparato o conjunto de instituciones, entonces la relación estatal es una mutación, una expresión concentrada de los grandes cambios que se viven en esta época.

“La impresionante movilidad de dinero, mercancías y capitales a través del espacio mundial, la desregulación de los circuitos mercantiles y financieros, las nuevas oleadas migratorias, la precarización e informalización de la vida social, la privatización del uso de la violencia, las mil caras del trabajo clandestino, el lavado de dinero y los mercados paralelos de órganos humanos, drogas y armas, erosionan atributos históricos de la moderna forma estatal, poniendo en cuestión la vieja comunidad mundial de estados soberanos surgida en el siglo XVII de la llamada paz de Westfalia.

“La privatización de bienes comunes y del espacio público, la extensión de los criterios empresariales de eficiencia y calidad en las universidades y en el conjunto de instituciones de educación pública, el resurgimiento de cuerpos armados privados, la construcción de muros reales o imaginados en las fronteras territoriales para contener éxodos migratorios, las tecnologías de control total dentro y fuera de los lugares de trabajo y en los espacios públicos y privados, la trivialización de la tortura y la multiplicación de controles disciplinarios en la vida cotidiana (control de identidad, guardias privados, cámaras ocultas, vías públicas enrejadas), son parte de las nuevas imágenes que junto a las posibilidades de saberes, destrezas y disfrutes ofrecidos también en las innovaciones tecnológicas acompañan este cambio de época.

“No se trata de un mero viraje en las llamadas políticas públicas, o la adopción de ‘modelos económicos’. Se trata de una mutación política de largo alcance y de una transformación en los modos de dominación de difícil clasificación con los viejos conceptos y categorías, cuyos contornos es tarea de la experiencia y del intelecto humanos descifrar. En esas estamos.”

Control por los dueños del dinero

Rhina Roux puntualizó que en el territorio mexicano, por su ubicación geográfica, su historia, su persistencia de socialidades comunitarias y su configuración estatal tan peculiar, esta gran transformación supone un proceso atravesado por una violencia que es ya pandemia. No se trata del crimen organizado, que en realidad forma parte de los circuitos metalegales de las finanzas. Es la reconfiguración violenta de un modo de dominación que transita por la destrucción de los fundamentos históricos de la República.

Gilly puntualizó que en esta suerte de revolución tecnológica que implica la digitalización, quienes controlan ese gran cambio “son los dueños del dinero, que no son siquiera los dueños del poder político ni el Presidente ni los senadores o diputados ni los militares.

“Se trata de un poder abstracto que se impone a todos ellos. Un poder impersonal, pero materializado en seres humanos que deciden sobre nuestras vidas y sobre el Estado. Los dueños del dinero y las finanzas, no sólo nacionales sino internacionales –están en todos los territorios–, tienen el control de las vidas a través de las nuevas tecnologías como el Internet, la televisión, como es hoy. El control de las vidas incluso de los políticos.

En esta destrucción del poder republicano vivimos tiempos de cólera. En eso, como historiadores, debemos centrar el pensamiento y conducir la reflexión, concluyó el investigador.