Editorial
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Cultura: extravío persistente
L

a decisión del gobierno federal de gastar más de 47 millones de dólares en la realización del espectáculo Luzia, a cargo de la compañía canadiense Cirque du Soleil –con el supuesto fin de promover la imagen de México en el extranjero– ha levantado ámpula entre la comunidad cultural y artística del país.

Cabe recordar que la decisión de invertir en el referido montaje –supuestamente inspirado en la riqueza cultural de nuestro país– fue anunciada el mes pasado por el titular de la Secretaría de Turismo (Sectur), Enrique de la Madrid, “con el propósito de generar una plataforma de marketing que posicione la imagen de México en los mercados internacionales”. El espectáculo fue estrenado el pasado 4 de mayo ante más de 2 mil 500 personas en Montreal, Canadá, y se tiene previsto que recorra 450 ciudades alrededor del mundo.

Ayer, por medio de una carta, integrantes destacados de ese sector cuestionaron que no se haya buscado asesoría ni propuestas de creadores mexicanos, y señalaron que la cantidad mencionada es mayor a lo que se invierte en estímulos a la creación artística en las diferentes disciplinas en nuestro país, particularmente en un momento en que se llevan a cabo y anuncian nuevos recortes presupuestales.

En efecto, la decisión de invertir un monto semejante de recursos públicos en un espectáculo en el extranjero es especialmente criticable si se toma en cuenta la situación de persistente insuficiencia presupuestal en que tiene que sobrevivir la industria cultural mexicana, particularmente la que depende de los apoyos y subsidios otorgados por el erario.

El contraste mencionado revela que, a medio año del surgimiento de la Secretaría de Cultura, siguen sin superarse los vicios y las falencias que caracterizaron el manejo oficial de ese rubro durante las administraciones panistas de principios de este siglo: la ausencia de una política de Estado efectiva y consistente, y la adopción, en cambio, de una visión pragmática, frívola y mercantilista del patrimonio cultural tangible e intangible del país. Es significativo que la inversión de recursos públicos en el espectáculo mencionado haya sido anunciada por la dependencia federal encargada de promover el turismo, sin tomar en cuenta a las autoridades rectoras en materia cultural y, lo más importante, sin consultar a los integrantes de la comunidad cultural en sus distintas expresiones.

Al día de hoy sigue siendo una asignatura pendiente la dignificación presupuestaria de ese rubro, que tendría que ser visto como instrumento invaluable de cohesión social y vehículo para expandir y consolidar las herramientas de la población para defender sus propios derechos, así como componente imprescindible para una sociedad justa, fuerte y sana.

En cambio, decisiones como la comentada muestran la persistencia de una perspectiva elitista y excluyente en el manejo del patrimonio cultural, consustancial al modelo neoliberal y privatizador que impera en el país. En tanto se mantengan esa perspectiva y ese modelo, la política cultural seguirá siendo una mera operación administrativa y burocrática.