Opinión
Ver día anteriorDomingo 27 de diciembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
A la mitad del foro

Adivina adivinador...

Foto
El argentino Mauricio Macri comenzó a inclinar la balanza a favor de los ricosFoto Reuters
E

n vísperas del Día de los Santos Inocentes anuncian los gerentes del sistema plural de partidos que habrá alianzas y coaliciones en número y estilo que superará por mucho el fantástico cuadro colonial del mestizaje. Aquel que no eludía incluir a las tres sangres de la mexicanidad y se anticipaba al combate libertario de la paridad de sexos: uno era el crío de indio y negra, otro era el de india y negro; y así con la mezcla de español y española con indios y negros de ambos sexos.

Nadie solicitó entonces el auxilio de ciencia ajena a la de Nueva España para que definiera el ADN de Cambujos o Saltapatrás. Termina el año de elecciones que dieron el vuelco a la derecha en la América nuestra, con la tendencia que sigue a la de la economía en recesión. O al menos en crisis de empleo agravada por la terquedad neoconservadora de la austeridad a costa de los que menos tienen. La democracia tuvo en 2015 el sello jubiloso de inconsciencia que marcó su arribo a México el año 2000, cuando el PAN sacó al PRI de Los Pinos y consolidó la desoladora dispersión de la izquierda. En Argentina venció la derecha al kirchnerismo, que había logrado superar el penoso tránsito de Menem con la bandera del justicialismo. Mauricio Macri se llama el heraldo empresarial que ha empezado a inclinar la balanza a favor de los ricos a golpe de decretos.

Lo de Venezuela confirma que el voto tiene alto valor y la democracia electoral tiene un costo más alto todavía. No ganó la derecha: perdió la izquierda; el heredero de Chávez mostró la debilidad de un populismo carente de carisma y del oficio político indispensable para que la mayoría no deje de votar; para resolver los cacerolazos y, sobre todo, la escasez de bienes de primera necesidad, método y modelo de viejo cuño. Perdió la izquierda en la tierra de Bolívar; no hizo falta un Caracazo para tambalear a Nicolás Maduro. Y en Brasil a duras penas se mantiene en el poder el gobierno de Dilma Rousseff. La corrupción y la ambición sin límites de los ricos del gran Brasil, de la economía más grande de la América nuestra, ha dado al traste con los logros del PT, del salto de Lula hacia la igualdad.

En México, donde sobrevive la visión bipolar de gobierno y oposición en combate de inmovilidad, no faltaría algún académico inorgánico que reviviera la fantasiosa tesis del péndulo sexenal. Pero en Canadá Justin Trudeau venció en las urnas al ultraconservador Stephen Harper, quien llevaba dos décadas en el poder. Y Berlusconi ya había desaparecido como villano de ópera en Italia; en la Unión Europea donde alza la voz y capitaliza el terror la extrema derecha de Marine le Pen; François Hollande dicta el estado de excepción y deja que el susto aliente al neofascismo, con una iniciativa de seguridad interna que permitiría despojar de la nacionalidad a musulmanes nacidos en Francia.

Cuesta trabajo distinguir entre la derecha y la izquierda del tercer milenio. En los albores del vuelco mexicano moros y cristianos invocaban al Pacto de la Moncloa, el milagroso acuerdo de voluntades políticas que incorporó a la legalidad al Partido Comunista, al PSOE, al PS. Un auténtico sistema plural donde imperó el caudillo. Pero Franco murió en su cama. Y en la primera alternancia, el PSOE se afirmó en el poder y resistió largamente el reto de la derecha del PP de Aznar, el pequeño maestro de Felipe Calderón. Gana la derecha en la América nuestra y en España no alcanza la mayoría indispensable para formar gobierno. Se acabó el bipartidismo; hay cuatro, pero los dos de signo izquierdista tendrían que aliarse para gobernar y no quieren. Les estorba el separatismo catalán, el derecho a la soberanía en un régimen nacional y no federal. Ya no digamos confederado.

The Economist, la poderosa revista británica, global en circulación y la influencia que ejerce en los círculos de poder político y económico, publicó una edición especial: El mundo en 2016. Hace un llamado a los centristas del mundo a alzar la voz ante los escasos motivos para ser optimistas en esta era de nomadismo y el peligro de parálisis económica. Un libro de augurios, textos que predicen las expectativas posibles o viables en la confrontación armada de la guerra contra el terrorismo y la incertidumbre en la creación de empleos en la revolución tecnológica, cuyos avances conllevan la reducción de mano de obra.

La revista que puso en éxtasis a los del Pacto por México al poner en órbita a Enrique Peña Nieto, apenas le dedica una línea a nuestro país en las predicciones para 2016. En una nota de Michael Reid, fechada en Lima, hacen un recorrido por la región del descontento. La América Latina enfrentará una recuperación económica elusiva en 2016. Incluyen a México al lado de Chile, Colombia y Perú en la Alianza del Pacífico, de las economías de libre mercado a las que espera un crecimiento poco alentador de 2 a 3 por ciento. El resto, un panorama trágico que va desde el riesgo de remoción por la vía legal de Nicolás Maduro en Venezuela y Dilma Rousseff en Brasil, hasta el improbable retorno de Alan García en el Perú y la enésima maroma del autocrático Daniel Ortega en Nicaragua.

No mencionan el nombre de Enrique Peña Nieto. Podríamos atribuirlo a la ineficaz e incierta política de comunicación social. Pero cuesta culpar a los medios cuando en México es legendaria ya la leyenda del complot de Televisa que convirtió en Macbeth al de Atlacomulco, que fuera gobernador del estado de México. Más todavía, a la mitad del camino, en la hora del madruguete y la recomposición de las fuerzas que se sumaron al pacto de las reformas estructurales que, según recientes intervenciones del presidente Peña Nieto, ya ponen a México a punto de despegar rumbo al progreso y bienestar para todos. Y eso en el país de la desigualdad desgarradora, la marginación como lastre y la concentración de la riqueza como hoguera de las vanidades.

Nadie escapa a la tentación de augurar, de sacar del portafolios una bola de cristal y decirnos lo que ven. Jesús Zambrano, dirigente y legislador del PRD, interpretó el vuelo de las aves y aseguró que Andrés Manuel López Obrador no alcanzará la Presidencia de la República que tan tozudamente ha perseguido ya durante más de cinco lustros; a la que ha sido candidato en 2006 y en 2012. Tema y lema de su pregón al frente de Morena, partido con registro y recursos públicos: ¡La tercera es la vencida!, dice el profeta tropical. No lo será, responde uno de los chuchos que fueron sus fieles hasta que llegó la ocasión de adueñarse del control. Ahí les hizo falta un nigromante, para no quedarse con las ruinas y el descrédito.

Año nuevo, alianzas nuevas. Y para el PRD un flamante dirigente nacional que jamás militó en el PRD ni en partido de izquierda alguno: Agustín Basave. Académico reconocido forjado en la fragua de los jesuitas, Agustín Basave volvió a la política activa que dejó después del asesinato de su amigo Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia sacrificado en Tijuana, Baja California, gobernada entonces por un panista. Hoy se declaran aliados Agustín Basave y Ricardo Anaya, el que se quedó con el PAN a la sombra de un pariente de Madero.

Doce gubernaturas estarán en juego en 2016. De la pareja que confirma el decir inglés sobre los extraños compañeros de lecho que hace la política, sentenció Manlio Fabio Beltrones: Estoy seguro de que ellos dos para poder existir, tienen que unirse aunque sea en la contradicción.

O como diría Groucho Marx: estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.