Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Volcanes grises en el
Museo León Trotsky
Verónica Volkow
Una semblanza
de Silvio Zavala
Enrique Florescano
El brindis del proemio
Orlando Ortiz
Los últimos surrealistas
Lauri García Dueñas entrevista con Ludwing Zeller y Susana Wald
Juan Goytisolo
a la intemperie
Adolfo Castañón
Juan Goytisolo:
literatura nómada
a contracorriente
Xabier F. Coronado
El eterno retorno
del sol
Norma Ávila Jiménez
Un cuaderno de 1944
Takis Sinópoulos
Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar
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La Jornada Semanal
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Rogelio Guedea
Clases de guitarra
Para ayudarse en su economía, mi hijo decidió darles clases de guitarra a dos compañeros de su secundaria, todas las tardes, debajo del guayabo. A uno le presta mi guitarra porque no tiene y al otro mi capotraste, porque no ha podido conseguirlo por ningún lado. El costo de inscripción es de diez pesos e incluye todas las clases que sean necesarias, “hasta que aprendan bien”, según me aseveró mi hijo. Sin embargo, ayer en la noche me contó que como uno de sus compañeros no había podido acabalarle el costo de la inscripción, no tuvo más remedio que regresársela al otro pues consideraba injusto cobrarle a uno sí y a otro no. ¿Cómo ves, papá?, me preguntó aún titubeante. Bien hecho, respondí con firmeza. Mi hijo le está dando clases gratis de guitarra a dos compañeros de su secundaria, todas las tardes, debajo del guayabo. Yo no veo, pues, cómo pueda eso ayudarle en su economía, pero tengo al menos la esperanza de que se haga más sólida la amistad de este trío de tiernos y futuros cantarrecio. |