Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 1 de febrero de 2015 Num: 1039

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Volcanes grises en el
Museo León Trotsky

Verónica Volkow

Una semblanza
de Silvio Zavala

Enrique Florescano

El brindis del proemio
Orlando Ortiz

Los últimos surrealistas
Lauri García Dueñas entrevista con Ludwing Zeller y Susana Wald

Juan Goytisolo
a la intemperie

Adolfo Castañón

Juan Goytisolo:
literatura nómada
a contracorriente

Xabier F. Coronado

El eterno retorno
del sol

Norma Ávila Jiménez

Un cuaderno de 1944
Takis Sinópoulos

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

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Twitter: @jaircortes

La ciudad del lenguaje: la poesía de Paty Blake

“Toda ciudad surge de otra” escribe, a manera de manifiesto, la poeta mexicana Paty Blake, en su libro Ciudad a (2011), en donde no sólo explora el tema de la ciudad como organismo vivo, a veces monstruoso y otras compasivo, sino también como una idea entremezclada con emociones que crecen en el humano y que echan raíces profundas en el imaginario y en la memoria a través de su nutriente más visible: la palabra. La ciudad se hace en la memoria: cimientos alfabéticos construyen edificios poéticos, calles sonoras, algarabía y confusión, soledad colectiva. En el poema “El sitio”, Paty Blake materializa los planos mentales de esa ciudad bautizada, por ella misma, como “a”:  “Para sitiar una ciudad hay que herirla/ como si fuera uno mismo/ hay que arrebatarle el aire/ despacio ventanal abierto/ a pie de cortina dibujar los muros”, y páginas (pasos) más adelante agrega, en el poema “Marcha”: “Las ciudades primero se nombran/ se crecen a sí mismas/ subterráneas.// Luego, aparecen como si amanecieran/ como si ya estuvieran hechas/ desde siempre/ y sólo fuera que la luz/ las ilumina poco a poco.” Así, la ciudad poética ocupada por el lenguaje encuentra su sitio (lugar y cerco) en el libro, es mapa pero también puerta de entrada para expresar a la ciudad: las rutas que siguen los poemas, los jardines que se convierten en bosques (o viceversa), y la mirada que, al inicio, abarca toda la ciudad y que, después, se va concentrando en la intimidad de espacios personales, en la cueva donde el ser reside, en la casa y, en específico, el “Estudio”, zona física donde la palabra emerge: “Desde aquí las granadas/ la medianoche. La terraza/ risas y ladra un perro. Arriba/ donde vimos una casa quemándose./ Ojalá el calor no llegue hasta este lugar/ de ramas secas.”

La poesía de Paty Blake marca diversos ritmos, se alarga en la prosa cuya intención es encontrar la palabra fundacional: “[…] En nombre de lo que no lo tiene. Del árbol que plantaremos al centro. De la risa imaginada que tendremos en el jardín futuro. Fundo esta ciudad. Junto a la fuente del dios morado. Junto a mi propia sombra coloco la primera piedra.” Y de ese tono pasa a la condensación de un pasado arcaico cuyo eco sigue repitiéndose en el presente: “Alguien/ cerró los ojos justo/ aquí/ hace siglos.”

En Ciudad a el lector encuentra la voz firme de una poeta que no se limita al retrato convencional y descriptivo de objetos o emociones, Paty Blake penetra la sustancia de la ciudad que habita y que, al mismo tiempo, habita la palabra; dialoga con el tiempo que la experiencia vital le dicta, es dueña de una voz propia que fragmenta o reintegra a voluntad para establecer una estética de la reflexión pero también de la emotividad, urdiendo en Tijuana (en donde vive desde 1982) una ciudad de la que surgen otras cuyas luces provienen de la poesía misma.