Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Volcanes grises en el
Museo León Trotsky
Verónica Volkow
Una semblanza
de Silvio Zavala
Enrique Florescano
El brindis del proemio
Orlando Ortiz
Los últimos surrealistas
Lauri García Dueñas entrevista con Ludwing Zeller y Susana Wald
Juan Goytisolo
a la intemperie
Adolfo Castañón
Juan Goytisolo:
literatura nómada
a contracorriente
Xabier F. Coronado
El eterno retorno
del sol
Norma Ávila Jiménez
Un cuaderno de 1944
Takis Sinópoulos
Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
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Felipe Garrido
Torneos
Y ocurrió que un día, para solaz del reino y de los muchos poetas que lo poblaban se organizó un Torneo de las Musas. De todas partes llegaron muchachos y muchachas que acompañados de liras, panderos y guitarras entonaban los versos que habían compuesto. Eran innumerables. Y los había inspirados y otros que no lo eran tanto, pero todos arremetían con parejo entusiasmo y el príncipe, que formaba parte del jurado y quería escucharlo todo, agobiado por el número, estaba a punto de enloquecer. Hasta que san Barlaán lo llamó a un lado, donde otra multitud estaba empeñada en el Torneo de la Olla, y le hizo ver cómo procedían aquellos doctos jueces que debían elegir al mejor cocinero. “Mire su alteza, le dijo el sabio, que no hace falta que consuman por completo cada uno de los platos. Si así lo hicieran sufriría su salud. Meten la cuchara, prueban las viandas y saben a quién deben premiar.” [De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.] |