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American Curios

Fin de año

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Una oficial de policía de Connecticut sostiene un rifle Bushmaster AR-15, de la misma marca y modelo que el utilizado por Adam Lanza en el tiroteo en la primaria Sandy Hook en diciembre de 2012, en una demostración ante el subcomité legislativo local para revisar la ley de armas. Pese a las seis educadoras y los 20 niños y muertos entonces, 52 por ciento de estadunidenses consideran que es más importante proteger el derecho de la ciudadanía a poseer y portar armasFoto Ap
E

n los días de un fin de año, se dice que la luz aparece desde lo más oscuro.

A dos años de que un joven mató a 20 niños y seis educadores en la primaria de Sandy Hook, en Connecticut, con un arma adquirida legalmente, resulta que la mayoría de estadunidenses (52 por ciento) opina que es más importante proteger el derecho de los ciudadanos a tener armas, frente a 46 por ciento que cree que es más importante imponer mayores controles sobre las armas, según una encuesta del Centro de Investigación Pew. Por otro lado, poco después de que el Senado emitió un informe documentando el uso de la tortura por la CIA, una encuesta de CBS News encontró que 57 por ciento de la población cree que estos métodos brutales de interrogación son efectivos a veces para impedir atentados terroristas.

¿Qué hacer ante esto? Uno no sabe si adquirir un arma de fuego (tarea muy fácil y legal) y darse un tiro, o someterse a un ahogamiento, tal vez no simulado, si se está en un país que concluye el año así.

Tal vez una explicación de que se considera aceptable la barbarie es que el temor impera dentro del país más poderoso del mundo. Aquí todo es considerado amenaza, y con este temor se justifican guerras, espionaje masivo, persecución de inmigrantes, de periodistas, de disidentes y filtradores (Chelsea Manning, Edward Snowden, entre otros); el encarcelamiento masivo de la población en este país y, sí, hasta la tortura.

Fue con ese temor, nutrido por la cúpula política sobre todo después del 11-S, que se construyó el aparato de inteligencia, vigilancia y operaciones clandestinas más grande en la historia de este país. Con ello se multiplicaron abusos y violaciones a las leyes nacionales e internacionales, a los derechos humanos y a las libertades civiles aquí y en el mundo. Pero la impunidad prevalece. Por ejemplo, a pesar de las atroces revelaciones del informe del Comité de Inteligencia del Senado sobre el uso de la tortura por la CIA, el gobierno de Barack Obama ha dejado claro que no tiene intención de someter a la justicia a ninguno de los responsables, de esto, que actuaron en el gobierno de George W. Bush.

Dentro del país, la promoción de esta cultura del temor también nutre el argumento en defensa de abusos policiacos y el de los promotores del derecho de todo ciudadano a poseer y portar armas (para defenderse de tanta amenaza).

Mientras tanto, Mark Bittman, famoso gastrónomo del New York Times y gran crítico social, resume así la realidad del país: “La policía mata a civiles desarmados. Atroz desigualdad de ingreso. Infraestructura podrida y una insegura ‘red de seguridad’. Incapacidad para responder a amenazas de clima, salud pública y ambientales. Un sistema de alimentación que causa enfermedades. Un gobierno ocasionalmente disfuncional y hasta cruel. Un segmento significativo de la población excluida del trabajo y sujeta a encarcelación casi arbitraria. Adivinaste: es Estados Unidos…”

Pero al mismo tiempo Bittman señala que, ante todo esto, ha nacido una ira colectiva que ahora se manifiesta por todo el país.

Y es que el año que concluye aquí no se puede recordar sin los gritos de ¡ya basta!, esfuerzos que transforman las vidas de millones, resistencia a las políticas neoliberales aplicadas, y nuevas expresiones que sorprendieron a los guardianes del (des)orden.

Un movimiento novedoso, compuesto por varias corrientes y que aborda diversos temas, empieza a surgir en este país. Su expresión más visible han sido las incesantes movilizaciones por todo el país contra la violencia oficial y su impunidad (sobre todo la brutalidad policiaca dirigida en particular contra la comunidad afroestadunidense; en promedio casi dos hombres negros desarmados son muertos a manos de policías cada semana). Esta ola de movilización es notable por su carácter multirracial, multigeneracional, por la amplia participación de diversos sectores sociales.

Luchas antes aisladas se están reconociendo entre sí. En las recientes marchas y acciones de protesta, participan los que han impulsado campañas nacionales entre trabajadores de salario mínimo en las grandes cadenas de comida rápida, así como los Walmart, por un ingreso digno, parte de un movimiento por elevar el salario mínimo nacional. Junto con ellos están lideres de agrupaciones inmigrantes y sus aliados, veteranos del movimiento de derechos civiles de los 60 con veteranos de luchas más recientes, como Ocupa Wall Street, y hasta expresiones de solidaridad con otras luchas contra la violencia oficial y la impunidad, como la que ha brotado en torno a los normalistas de Ayotzinapa.

Las noticias por contar en el año también incluyen a los dreamers y otros defensores de derechos básicos de los inmigrantes, quienes han obligado a que haya cambios en la política nacional; los brotes de resistencia en lugares como Carolina del Norte, donde se impulsó un movimiento moral en demanda de justicia económica, social y política para los sectores más vulnerables y marginados, las acciones de resistencia contra reformas educativas que buscan lucrar con la educación pública en este país; si no anularla; el movimiento sobre el cambio climático que llevó a cientos de miles a las calles en la capital y en otras partes del país.

También están las luchas de organizaciones sociales como la Coalición de Trabajadores de Immokalee, que está transformando, con campañas nacionales, miles de vidas en un sector agrario. Hay iniciativas persistentes, como la de la organización School of the Americas Watch, que no descansa en demandar el fin a la exportación estadunidense de las políticas y técnicas de represión a América Latina. De igual manera, los abogados del Centro por los Derechos Constitucionales se atreven a perseguir a los más altos funcionarios por violaciones a los derechos humanos y a la ley internacional. Ni hablar del coraje de denunciantes, y periodistas, que se atreven a revelar al público las verdades de políticas clandestinas que se llevan a cabo en su nombre.

O sea, el fin de año está lleno de noticias bárbaras, pero también de otras que contienen la promesa navideña de una nueva luz para 2015.