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Rogelio Cuéllar publica El rostro de las letras, dedicado a literatos nacionales y extranjeros

Soy un intruso en el espacio y tiempo de quienes retrato

Entre las 155 imágenes hay de Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Rosario Castellanos y Efraín Huerta

Para el fotógrafo, es el diálogo de la mirada, implica conciencia y se establecen lazos muy estrechos

En el Metro de Shangai se abrirá una muestra con su trabajo en enero

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Para lograr un buen retrato se necesita escudriñar en la personalidad del personaje, explica Cuéllar en entrevista. En la imagen izquierda, el escritor argentino Julio Cortázar. Después, el colombiano Álvaro MutisFoto incluidas en el libro
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Rogelio Cuéllar comenta que casi nunca sabe si en una sesión de fotos tomó el retrato que deseaba: Eso lo sé hasta que revelo el rollo. En la imágenes, la narradora Elena Garro y el autor de Pedro Páramo, Juan RulfoFoto incluidas en el libro
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de diciembre de 2014, p. 5

Soy un intruso en el espacio y tiempo de quienes fotografío, dice el fotógrafo Rogelio Cuéllar, quien ha dedicado buena parte de su trabajo a retratar a los poetas, ensayistas, historiadores, narradores, nacionales y extranjeros, más importantes.

Ahora, esa labor se encuentra en el libro El rostro de las letras, una selección de 155 imágenes de escritores como Julio Cortázar, Tito Monterroso, Gabriel García Márquez, Octavio Paz, Inés Arredondo, Juan José Arreola, Emmanuel Carballo, Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco, Efraín Huerta, entre muchos otros.

El libro, publicado por La Cabra Ediciones, lleva el prólogo de Laura González Flores, subdirectora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es el primero de al menos dos tomos, éste dedicado a las letras; el siguiente lo estará a los personajes de la plástica.

Como en toda antología, en esta hay muchas querencias, muchos admirados, muchas amistades. Es un libro muy personal. Es el gusto de haber conocido a Juan Rulfo, de platicar un poco con Cortázar, de haber estado con García Márquez, Julio Scherer, Pablo González Casanova. Con esas pláticas me alimentaba, dice en entrevista acompañado por la editora María Luisa Passarge, quien se encargó de que este ejercicio de memoria incluyera también las fechas en las que fueron tomadas las fotografías.

“Eso habla tanto del fotografiado –su edad, por ejemplo– como de quien los retrató”, señala Passarge.

Con María Luisa llegamos a un trabajo minucioso. Atrás de cada foto publicada hay 100 más. Se trató de elegir una de ellas, estructurar el libro: primero los centenarios, luego el homenaje a los fallecidos y después los demás autores.

En cuanto a la estructura, El rostro de las letras se divide en tres apartados: Centenarios Latinoamericanos (autores nacidos en 1914); Homenajes (autores fallecidos en 2014) y Retratos (autores nacidos entre 1897 y 1997). En el caso de Vicente Leñero su imagen no se encuentra en la sección Homenajes, debido a que su fallecimiento (a principios de diciembre) ocurrió cuando el libro ya estaba listo.

Para lograr un buen retrato, explica el fotógrafo, “se necesita escudriñar en la personalidad, verlos, escucharlos, el trato cercano o lejano, tratar de reflejar la esencia de la persona. Eso no quiere decir que si es escritor tiene que aparecer con su escritorio, cuaderno y máquina de escribir, o si es pintor con su caballete, sino ir acercándose. Lo que hago –no en balde estudié cine en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos– es una estructura muy visual, cinematográfica: de plano general a medium shot, hasta close up o big close up de su espacio, su casa, su persona... cómo mueve las manos, cómo mira y buscar la mirada; eso ya es un diálogo.

Ese diálogo para mí es importante, porque el retrato es el diálogo de la mirada, siempre lo he dicho, e implica una conciencia de a quién se fotografió y quién es el fotógrafo; se establecen lazos muy estrechos.

A veces sucede que ese retrato no salió

Los más difíciles de retratar, al menos en los años más recientes, “son los que platican y platican y no se quedan quietos. Pero creo que cada uno es difícil a su manera, su personalidad; entonces es saber cómo entrar. Sé que soy un intruso en su espacio y en su tiempo, sobre todo con los grandes personajes a los que, si les tomaba tres fotos, me decían: ‘Ya, ¿verdad, ya? Y les respondía: ‘No’. Y los cambiaba de lugar”.

Casi nunca sabe si en una sesión de fotos tomó el retrato que deseaba. “Eso nunca lo sé hasta que revelo el rollo. Intuyo que lo tengo, pero me urge venir y revisar el rollo, revelarlo, y ya que saco los rollos mojaditos lo veo y digo: ‘¡Aquí está!’

Pero a veces sucede que ese retrato no salió. Sí me sucede, incluso con las cámaras digitales, a veces me salen fuera de foco. Esta buscando la foto de Leñero cuando entró a la Academia de la Lengua en Bellas Artes con Scherer, no sé que botón oprimí de la chingada cámara... desenfocadas... es la angustia también.

–¿Qué piensa de las selfies?

–No me gusta ese concepto. Ya sé que todo el mundo ahora se siente fotógrafo, con su tableta o teléfono y toman fotos, pero creo que la esencia de la fotografía es editar, mirar a través de la cámara, porque es lo que hace uno: edita parte de la realidad. Hay muchos elementos desde la composición, la luz, el manejo de las sombras, todo esto. Saber mirar. Creo que se está perdiendo ese concepto.

“Voy más al (término) autorretrato y está la fotografía, existen muchos autorretratos; yo me he hecho muchos. Un autorretrato es tu sombra también, o un súper close up, tu mirada, tu ojo. El concepto del autorretrato no se va a perder, el concepto de fotografía en blanco y negro, fotografía como tal, de que miras, encuadras, esperas un momento decisivo que suceda; ya lo dijo Cartier-Bresson: una buena foto no es antes ni después, sino el momento en que algo sucede.”

El rostro de las letras “aparece en un momento en que la trayectoria de Rogelio y lo que representa su trabajo son indiscutibles. Es un documento histórico de una época –desde 47 años hasta ahora– de la cultura en México. Es el retrato de sus creadores. Es importante este libro incluso como documento histórico”, agrega María Luisa Passarge.

Este libro es además uno de los cuatro títulos más recientes que publica La Cabra Ediciones; los otros son Rayuela: cuaderno de lectura, de Daniel González Dueñas; Universo Francisco Tario, de Alejandro Toledo, y Modernidad modernidad, de Henri Meschonnic.

Ahora ambos preparan un viaje a Shangai, donde se inaugura el próximo 15 de enero una muestra de Rogelio Cuéllar en el Metro de esa ciudad, tanto con imágenes que se encuentran en el libro como fotografías de Octavio Paz, con fragmentos de Piedra del Sol, libro que fue traducido al mandarín y que ahora se publica con uno de los retratos del Premio Nobel de Literatura tomados por Cuéllar en su portada.