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El gran poder de Volfi
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MozartFoto Ely Vega
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de noviembre de 2014, p. a16

La música de Mozart es inagotable.

Tantas veces como se ha creído, pensado, imaginado que se sabe todo de ella, he ahí que surgen nuevas vetas, nuevos veneros, nuevas maneras de verdad, porque si existe una manera de definir la música de Mozart es la siguiente, la única: la música de Mozart es la verdad, siempre.

La nueva grabación de Nikolaus Harnoncourt, una de las mentes más poderosas armadas de batuta, pone de manifiesto sonidos, dimensiones, atmósferas, maneras de ser y de sonar, que confirman la verdad: Mozart es inconmensurable.

Al frente del Concertus Musicus Wien, agrupación de excelencia, el maestro Harnoncourt pone en vida tres partituras emparentadas en la entraña: la Marcha número 1, Koechel 33S; la imponente Posthorn-Serenade y la alucinante Sinfonía Haffner. Luego de cinco semanas de escucharlo con atención consciente, confirmamos: amar a Mozart significa descubrirlo nuevamente día con día.

La sensación de estar escuchando por primera vez esta música que conocemos de memoria (by heart, es la expresión en inglés: con el corazón), se acrecienta en cuanto las nociones de verdad se convierten en un surtidor de ideas, emociones, atmósferas, estancias sonoras.

Entre estos hallazgos destacan nuevas confirmaciones: si bien es aceptado en los libros de historia de la música que los continuadores de Mozart en la línea del tiempo de la música son, de manera inmediata, otros dos austriacos: Anton Bruckner y Gustav Mahler, escuchar atmósferas brucknerianas, pasajes mahlerianos enteros, es como un acto de magia y eso se debe a la sabiduría de la batuta de Nikolaus Harnoncourt.

La esencia de estas obras es la despedida. La noción del fin de ciclo. El acto de decir adiós. Todo eso está dicho de manera clara y transparente, como toda la música de Mozart lo es, clara y transparente, en estas hermosas obras, que son en realidad un gran acto de amor. Y con una sonrisa.

De hecho el nombre original de la pieza central de este disco es, en alemán: Finalmusik.

Tiene su origen en los rituales estudiantiles de su ciudad natal, Salzburgo, donde cada fin de cursos los estudiantes conocían partituras alusivas a sus terminaciones escolares, amistosas, amorosas, a sus respectivos finales de ciclos.

Para una de esas ocasiones escribió Mozart esta música portentosa, totalizante. En esta partitura en específico están contenidas todas las emociones humanas. Su mente tan poderosa, su espíritu tan sensible, su intuición increíble, produjo una música de enormes dimensiones humanas, pues Volfi era, sí, extraordinariamente poderoso, pero vivía en un cuerpo humano. Como no existen las casualidades, su rostro de tristeza en la foto central de esta página es inequívoco.

Eso es lo que constituye la verdad en la música de Volfi Mozart: todo lo dice con claridad. Es alegre de toda alegría. Vivaz, vivaracho, bromista, con un extraordinario sentido del humor, capaz de jugar, retozar, revolo-tear de la misma manera como lo hace un colibrí. Cuando es triste resiste. Nunca se rinde. Es indestructible. Su condición humana conecta todas las eras, todas las vidas vividas, ésta y la anterior y la siguiente.

El nuevo disco de Mozart. Tal expresión es tan válida como decir: el nuevo disco de Harnoncourt. Porque escuchamos la música de Mozart renovada, fresca, más viva que nunca, gracias a la maestría del músico austriaco Nikolaus Harnoncourt en una manera de entender a cabalidad al músico austriaco Wolfgang Amadeus Mozart.

He aquí una música monumental, plena, exuberante. Verdadera. He aquí la música de Volfi Mozart en todo su esplendor. Sus sonrisas y sus tristezas. Su increíble intuición, su capacidad impresionante de conocer la verdad gracias a esa intuición, ese gran poder: su intuición de arcángel. Su capacidad de amar sin límite. Su alma inmortal en el cuerpo de un ser humano.

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