Opinión
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Ruta Sonora

Corona Lodazal 2014

B

autizado por el imaginario popular como Corona Lodazal 2014, el festival llamado Corona Capital desde 2010, ocurrido los días 11 y 12 pasados en la Curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez, por primera vez sufrió tormentas eléctricas, inusuales en octubre, contingencia natural inevitable aunque previsible. Desatinadamente, la furia pluvial dejó al desnudo la falta de imaginación y la torpe capacidad de respuesta de sus organizadores: el primer día, tras ser suspendidas las actividades en sus cuatro escenarios a eso de las 21:30 horas, por comprensible seguridad, la incertidumbre reinaba. Dado el silencio por una hora, y que no se dio aviso alguno, casi la mitad de los asistentes se retiró. A la prensa sí se nos pidió esperar, pues quizá reanudarían actividades. Pero a nadie más. Esto se le pudo haber informado a la gente con altavoces (los había), pero a nadie se le ocurrió. Así, muchos se perdieron a Jack White, MGMT, SBTRKT y The Horrors, cuatro de los actos más esperados, que aparecieron a partir de las 23 horas (el show de Massive Attack, otra de las cartas fuertes, suspendido justo cuando se inició la tormenta, no se reanudó). El enojo del público, manifestado en redes sociales, fue tremendo, y con justa razón, tras haber pagado con esfuerzo su boleto.

El sentido común dictaba que tal vez de madrugada, para el domingo, la empresa auspiciadora mejoraría la zona para hacerla más segura (había vados inundados en los pastos que propiciaban caídas), dadas las deplorables condiciones en que quedó el foro tras la tormenta del sábado: drenar los estancamientos de agua, colocar barras de madera o metal que facilitaran el andar sobre el fango. Pero no: todo se dejó tal cual. Ya ni hablar de la falla en el sistema del brazalete de dinero recargable, que no era aceptado en todos los puestos, y cuyo sistema se cayó varias veces. Irónicamente, el abuso en el precio de bebidas y alimentos fue de los males el menor.

La música rebasó al lodo

Por fortuna (170 mil asistentes en total), las almas animosas se sobrepusieron al mal clima: la calidad de los músicos y la alegría de la audiencia dotaron de vida a tan sombrío panorama. Para poner en perspectiva global y subir nuestros acomplejados ánimos, en concordancia con quien escribe, el cronista británico Kevin EG Perry escribió para la prestigiada revista New Musical Express: Regularmente, cuando vas al Corona Capital en la ciudad de México estás más preocupado por usar bloqueador solar que impermeable. 2014 fue diferente: los asistentes tuvieron que sobreponerse a tormentas eléctricas, lodo profundo y un paraje seriamente inundado. Mas, por el lado amable, eso significa que fue más parecido a Glastonbury que nunca [allá siempre hay lodo]. Quizá fue el festival más húmedo en su historia, pero con muchas y tan grandes bandas, que ni la lluvia pudo aguar el espíritu de nadie.

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Beck fue de lo mejor con un show divertido, entusiasta y repertorio no complacienteFoto Toni François

Así, expectativas musicales fueron cubiertas o rebasadas; otros quedaron por debajo de ellas. No se dieron los palomazos esperados.

Lo mejor. Beck: por primera vez en DF, show impecable, divertido, entusiasta; buen ensamble, repertorio no complaciente, grandes visuales. Damon Albarn: íntimo, suave, con rolas de solista, de Blur y Gorillaz, apasionado y con mucha clase, robó corazones. The GOASTT: al frente de su banda, Sean Lennon no negó la cruz musical de su parroquia, al sonar harto beatle y sicodélico. MGMT: pocos los vieron, pero su show fue hermoso, armónico, colorido. Weezer: campeones del sing-along del festival con su rock-pop californiano. Empate entre los magníficos combos de neosicodelia, Pond y Temples. Alegría y sol sonoro con Belle & Sebastian y la loquilla maravillosa de St Vincent, guitarrista y cantautora. Gotitas de felicidad electro-celestes con las cinco canciones de Massive Attack.

Lo bueno. Antes de la tragedia en Puebla (la muerte de su tecladista, Isaiah Ikey Owens, por infarto, el martes 14), Jack White cumplió con un show efectista, donde su blues ruidoso otrora preciso sonó embarrado, desensamblado y por debajo de su calidad usual; además de sus temas solistas, desmadró temas de los White Stripes. Ante poco público, hubo buenos y suaves viajes con SBTRKT y The Horrors. Kings of Leon, a pesar de su fresez, demostró oficio rocanrolero y calidez interpretativa. El pop más refinado lució con Lykke Li y la creativa Tune Yards. Elegante fue Real Estate. Sencillos pero gratos: la alegría de Best Coast, lo etéreo de Little Dragon, el punk de The Julie Ruin, el progrock de White Denim, el folk solista de Jenny Lewis (ex Rilo Kiley).

Lo decente. Kasabian: algo plano, pero efectivo. Menos bueno de lo esperado pero honesto, Conor Oberst. Electrónica con ondilla: Chvrches, Metronomy, Young & Sick y Cashmere Cat. Buena onda: Black Kids, Hercules & Love Affair, Jungle, Gus Gus, Twin Shadow, Sam Smith. Alta convocatoria tuvo el pop de Sky Ferreira y Haim (complació con temas de Selena). (Recomendaciones).

Twitter: patipenaloza