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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      Hugo Gutiérrez Vega 
El alimento: la liga del 
  migrante con su origen 
  Felipe González 
Tamales cotidianos 
  y de fiesta 
  Daniel Becerra, Ruth Juárez 
  y Aleyda Aguirre   
  
Las alumbradas, una 
  tradición subvertida 
  por la violencia 
  José A. Campos 
Lo único que me pueden quitar es la vida 
  María Bravo 
  
Las panochas calentanas 
  Raquel Rodríguez Estrada 
Un guisandero apreciado 
Tierra Caliente: 
  identidad y arte culinario 
  Aleyda Aguirre Rodríguez 
Sangre de iguana 
  para vivir más años 
Las cifras de la guerra 
La danza de los viejitos: 
  resistencia y dignidad 
  Margarita Godínez 
Leer 
Columnas: 
        Galería 
		Ricardo Guzmán Wolffer 
        Jornada Virtual 
		Naief Yehya 
        Artes Visuales 
		Germaine Gómez Haro 
        Bemol Sostenido 
		Alonso Arreola 
        Paso a Retirarme 
        Ana García Bergua 
        Cabezalcubo 
		Jorge Moch 
        Jornada de Poesía 
        Juan Domingo Argüelles 
        Cinexcusas 
		Luis Tovar 
    
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          La Jornada Semanal    
   
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	 Germaine Gómez Haro [email protected] 
      
  Mónica Figueroa: Retrato a tres voces 
  
  
  En enero pasado se dio a conocer el colectivo de artistas emergentes llamado  Hámsters, integrado por siete jóvenes recién egresados de la Escuela Nacional  de Artes Plásticas (ENAP), quienes  se unieron con el propósito de conformar un espacio independiente que  funcionara como “laboratorio” de creación y exhibición pictórica. Así surgió el  Centro de Operaciones Pictóricas (COP)  en  la  calle de Laurel # 41 de la colonia Santa María la Rivera. Actualmente son cinco  los promotores de esta interesante iniciativa: Ángel Orea, Alejandra Mosig,  Marcos González Aka Foreman, Omar Ibañez y Mónica Figueroa, quien muestra su  trabajo reciente en la exposición titulada Retrato a tres voces. Estos jóvenes audaces contagian su entusiasmo y dinamismo al  hablar de su pasión por la pintura, género que ellos defienden con un fervor  inusitado. Su cuestionamiento dio origen a este proyecto: “¿Por qué la pintura,  sobre todo en México, a partir de los años noventa fue, no despreciada, pero sí  decreciente en las muestras?” En el taller del maestro Ulises García Ponce de  León impartido en la ENAP a lo  largo de tres años, desmenuzaron la problematización teórica del lenguaje  pictórico. “Fue un experimento pedagógico del maestro en el que fuimos sus  ratas de laboratorio; él mismo nos puso el nombre de Hámsters”, comenta Mónica  Figueroa, y agrega: “En su taller no aprendimos a pintar en el sentido  convencional de la práctica. Aprendimos a buscar el equilibrio entre forma y  contenido, tanto conceptual como técnico.”   Unidos por la necesidad de interactuar entre sí e intercambiar sus  experiencias en torno a la producción pictórica, el COP se constituye como un foro de debate, reflexión y  cuestionamiento, tanto de las disciplinas artísticas como de las políticas  culturales y sociales de la actualidad. Su trabajo y el objetivo de su proyecto  se perfilan como “una reacción frente a los post-conceptuales noventeros que  repudian la pintura”; su propuesta es partir de la pintura y desde esa  plataforma interactuar con cualquier otra disciplina: “No nos interesa  solamente la técnica. Nos enfocamos en el proceso mental que se necesita para  construir una estructura pictórica. Partiendo de ahí se puede trabajar en  cualquier disciplina.” Cada uno de los integrantes del grupo ha desarrollado su  propuesta plástica personal y como grupo vislumbran la pintura como una  práctica multidisciplinaria que no está peleada con la instalación, el video o  el performance. El COP conjunta la  creación artística y la incidencia social en su programa de exhibiciones, foros  de debate y reflexión, así como talleres didácticos.  “Nuestro propósito –dice Figueroa– es abrir  las puertas del taller al público y romper el vínculo tradicional de galería-curador-espectador.  La gente puede venir y vernos trabajar.”  
  
  
     
      Obra de Mónica Figueroa | 
   
 
  La  exhibición de Mónica Figueroa inaugurada en días pasados “se mueve de la  representación del relato autobiográfico hacia los terrenos crípticos del  símbolo, el signo y el significado”, de ahí el sugerente título Retrato a tres voces. Esta  joven pintora incursiona en experimentaciones   con una sorprendente libertad que la ha llevado a fusionar diversas  técnicas en un mismo lienzo. Sus  pinturas oscilan entre la representación realista de la figura humana y la  evocación simbólica de elementos autorreferenciales que se amalgaman en  composiciones complejas construidas a partir de la yuxtaposición de imágenes  aparentemente inconexas, pero sutilmente hilvanadas entre las capas y capas de  pintura que superpone con una delicadeza extrema. Su cocina plástica es de un cuidado exquisito y se percibe su gran pasión  por el oficio. “Mis retratos tienen la estructura musical del contrapunto que  consiste en mezclar varias melodías independientes en una misma composición  como se hizo en el barroco. Yo lo traduzco a la pintura: las melodías serían  las formas. Mi propuesta es desarrollar una narrativa a partir de la  combinación de los tres elementos: persona, escena y símbolo fusionados en un  retrato. Por eso titulé la muestra Retrato a tres voces.” Mónica parafrasea a artistas consagrados como  Durero, El Greco y Toulouse Lautrec, y se sirve de las lecciones postmodernas  de Sigmar Polke y Georg Baselitz, así como también incorpora referencias al  cristianismo que practica su familia.   Sus obras atrapan por su carga expresiva que se hace patente en los  rostros ensimismados de sus personajes que revelan sentimientos que van de la  nostalgia al dolor. Se intuye que esta novel pintora  comienza su carrera caminando con pasos firmes.  
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