Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 5 de octubre de 2014 Num: 1022

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El alimento: la liga del
migrante con su origen

Felipe González

Tamales cotidianos
y de fiesta

Daniel Becerra, Ruth Juárez
y Aleyda Aguirre

Las alumbradas, una
tradición subvertida
por la violencia

José A. Campos

Lo único que me pueden quitar es la vida
María Bravo

Las panochas calentanas
Raquel Rodríguez Estrada

Un guisandero apreciado

Tierra Caliente:
identidad y arte culinario

Aleyda Aguirre Rodríguez

Sangre de iguana
para vivir más años

Las cifras de la guerra

La danza de los viejitos:
resistencia y dignidad

Margarita Godínez

Leer

Columnas:
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Artes Visuales
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La Jornada Semanal

 

Limoneros en la década de los setenta

Felipe González

Es de madrugada en Ciudad de México. Mientras muchos duermen, en la Central de Abasto de Iztapalapa (Ceda), se agita una multitud de diableros y comerciantes que se dirigen a las bodegas de limón, plátano, papaya, chile, zanahoria, jitomate... Ahí les amanece. A lo lejos, cerca de las seis de la mañana, se descubren los cerros; la hermosa vista de los volcanes Popocatépetl e Iztacíhuatl es ignorada por los negociantes a causa del intenso trajín que se vive en ese pequeño mundo de frutas, verduras, legumbres, carnes, pescados y aves.

Es miércoles. Son las cuatro de la mañana, hace frío y brizna. Entre rechiflas, pregones de marchantes, escándalo de ruedas de diablos manejados hábilmente por cargadores, olores, colores y texturas, Adriana González González cruza los diferentes pasillos del lugar que abastece de productos alimenticios a miles de mexicanos. Viajó de Salguero un día anterior para visitar a sus paisanos de Tierra Caliente y venderles longaniza, toqueres, pan casero y de sal que ella misma prepara, así como cecina, pan de vaqueta, semitas, tamales nejos, mangos criollos, ciruelas, camotes, calabaza, combas, pinzanes, ilamas, panochas, requesón, queso fresco y un sinfín de alimentos producidos en el lugar donde algunos de los mercaderes nacieron.

Desde hace dos años, Adriana surca los corredores de los pasillos de la I-J a la O-P de la Ceda. A las ocho de la mañana las cajas de pan, los canastos y los botes con su mercancía se han vaciado por completo. Ha vendido todo. Visita a más de cien comerciantes, primordialmente limoneros, quienes hace años se fueron de la casa de sus padres en busca de mejores oportunidades de vida y dejaron atrás Arcelia, Iguala, Tlapehuala, Apatzingán, Salguero, Tacupa, Los Bancos, La Huacana, Ciudad Altamirano y muchos otros sitios... Ellos mantienen un lazo fuerte y casi invisible con los alimentos.

La mitad de su vida –treinta años– la madre de Adriana, Rosa González Domínguez, se encargó de surtir esas deliciosas viandas a los calentanos, iba de Michoacán al DF y volvía a su estado al concluir su vendimia. Ahora, la enfermedad le impide continuar con esa labor que ha heredado a su hija...

Adriana tiene el corazón partido entre dos lugares de residencia: de sábado a lunes se queda en Salguero, Michoacán, pueblo perteneciente al municipio de San Lucas, y de martes a viernes se mueve entre la gente que habita en el barrio de La Merced, donde surte y espera a sus coterráneos provenientes de Ecatepec, Chalco, Nezahualcóyotl e Iztapalapa, quienes luego reparten en sus municipios esos preciados manjares.

Hasta Pensilvania llegan

Ana Sixtos se fue hace diecinueve años de Tacupa, Michoacán, a Pensilvania, Estados Unidos. Allá tiene conocidos de Arcelia, Coyuca de Catalán, Tlapehuala, San Lucas, Huetamo y Ciudad Altamirano. Por paquetería, “los pocos familiares que nos quedan nos mandan lo que pidamos”: envían queso, longaniza, gorditas de nata, huilotas; oro, ropa de moda... “Les depositamos dólares y ellos nos mandan comida”: semitas, queso cotija, semillas (pepitas) con chile, frijoles puercos...

No le quedaron ganas de regresar a Michoacán porque en mayo de 2012, la última vez que vino a México, “los policías nos robaron mucho y nos querían quitar el carro. Aunque un guiso calentano sabe mejor en nuestra tierra, nos conformamos con lo poco que nos llega en los envíos”.

Una maleta llena de...

Un grupo de trashumantes recorre varios kilómetros con la encomienda de entregar a los migrantes de Tierra Caliente un poco del sabor de su región de origen. Por transporte terrestre o avión, visitan a sus paisanos para venderles o llevarles los platillos de su infancia y juventud. De Santa Cruz, Guerrero, sale ocasionalmente un autobús con destino a Estados Unidos; lleva canastos repletos de pan de vaqueta, panochas, cecina seca y otras delicias regionales.

Andrea Pantaleón Milián, de La Maestranza, ha llevado en sus maletas a Los Ángeles y a Carolina pepitas enchiladas, queso cotija y mole... Una vez al año, cuando Juana Calvillo puede visitar San Jerónimo, su pueblo michoacano, cumple con el ritual de secar iguanas y masa para hacer tamales nejos. Guarda sigilosamente en sus valijas queso, pan de vaqueta y cecina, para poder extender el goce de alimentarse con sabor calentano en Estados Unidos.

¿Dónde está Tierra Caliente?

Tierra Caliente está conformada por algunos municipios ubicados en tres entidades de la República Mexicana: Michoacán, Guerrero y Estado de México. Tepalcatepec, en Michoacán, tiene su frontera con Jalisco y San Lucas con Guerrero. Las municipalidades se dividen en dos valles: Apatzingán-Tepalcatepec y Huetamo.

Los municipios calentanos de Michoacán son Apatzingán, Nueva Italia (Múgica), Buenavista, Parácuaro, La Huacana, Tepalcatepec, Aguililla, Gabriel Zamora, Nuevo Urecho, Huetamo, Turicato, Tiquiche de Nicolás Romero, Tuzantla, Nocupétaro, Carácuaro, Churumuco y San Lucas.

En Guerrero conforman la región de Tierra Caliente: Ajuchitán del Progreso, Arcelia, Coyuca de Catalán, Cutzamala de Pinzón, Pungarabato, San Miguel Totolapan, Tlalchapa, Tlapahuela y Zirándaro. En el Estado de México, los municipios de Amatepec, Tlatlaya, Tejupilco, Luvianos y Sultepec forman parte de esa delimitación geográfica.