Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 9 de marzo de 2014 Num: 992

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Instante bailado,
instante vivido

Andrea Tirado

Hoover o las
dualidades del sabueso

Augusto Isla

La literatura, una percepción del mundo
Javier Galindo Ulloa entrevista
con Federico Campbell

Los permisos de la
muerte: la violencia
narrada y sus límites

Gustavo Ogarrio

El narco entre
ficción y realidad

Ana Paula Pintado Cortina

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
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Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
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Germaine Gómez Haro
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Los deseos de Miguel Milló

Una de las primeras creaciones fotográficas realizadas por Miguel Milló para su exposición individual (Orígenes, 2012) se tituló Gea, en alusión poética a la diosa primigenia que personifica a la Madre Tierra, de donde surgen todas las razas divinas. No es en vano que esta referencia a los orígenes míticos de la humanidad haya sido la fuente de inspiración de una obra que busca reflejar la armonía del ser humano y la naturaleza, a través de la belleza poderosa de las plantas, las flores y los materiales orgánicos que el artista entrevera con la sensualidad de la figura humana. A decir del creador, su trabajo reciente, que se presenta actualmente en la Casa Lamm, reunido en la serie Deseos, “habla de la piel quemada, del resurgimiento de los continentes, del nacimiento de las plantas”. Milló construye composiciones complejas en las que la pintura, la escultura y los juegos de luces y sombras se amalgaman para crear atmósferas sutiles y poéticas en las que el erotismo velado es el protagonista principal. En sus imágenes, el ser humano es metáfora de la tierra fértil de donde brota la vida; una vida desbordante, plena, palpitante…

Miguel Milló nació en Tijuana en 1959. Estudió Diseño Gráfico en la Universidad Iberoamericana y desarrolló una carrera exitosa en el medio de la publicidad en Ciudad de México y en París. Hace unos años decidió dejar esa carrera para dedicarse de lleno a la creación fotográfica artística. En su exposición anterior, Milló se centró exclusivamente en la figura femenina, mientras que en esta serie ha incorporado el cuerpo masculino. No le gusta referirse a sus modelos como “desnudos”, ya que el complejo proceso de intervención que realiza en sus figuras de alguna manera termina por “vestirlos”. Se puede decir que los cuerpos desnudos son lienzos en blanco que el artista “interviene” con pintura y pigmentos, y los recubre con las más extravagantes decoraciones creadas por él mismo a partir de toda suerte de ramas, hierbas, cortezas, flores, frutos, plantas, que consigue en sus aventuradas exploraciones en las bodegas de los mercados, que son para él como la cueva de Ali Babá. Lo que para el ojo común pueden ser ramas inservibles, para Milló son material precioso del que surgen alucinantes tocados, collares, pulseras, pectorales que adornan la esbeltez de los cuerpos masculinos y femeninos y los dota de un aura mística. Más allá de hablar de fotografías, sus obras son intervenciones plásticas de una sofisticación extrema que luego son captadas por la lente. Sus montajes tienen mucho de escultórico y de teatral, de experimentación lumínica, de volúmenes y de texturas. “Las plantas me hablan, el cuerpo me habla –señala Milló– y yo me dejo llevar”.  Y son las emociones las que expresan la última palabra.

En su trabajo reciente se ven composiciones muy barrocas que reflejan su gusto por la construcción de complejas tramas decorativas realizadas con los más diversos materiales, mientras que en otras sorprende la desnudez y la austeridad que dan relieve a la figura humana per se. Siguiendo la consigna del poeta Robert Browning –“menos es más”– en estas obras Milló expresa la autorreflexión y el recogimiento espiritual en los rostros sin artificios que reflejan una actitud ensimismada. Comenta el artista: “Necesito llegar a esos principios básicos de reflexión. Reflejar en la obra la dignidad, la serenidad.”

En su incesante búsqueda de técnicas y procesos creativos, Milló incursiona en la elaboración de un mosaico finísimo en el que aparece Gea, la diosa imaginaria cuya piel teñida de rojo evoca la pasión y la voluptuosidad. Una técnica milenaria que Milló pone al día con su imagen atrevida y exuberante, realizada con una minuciosidad sorprendente. El riguroso cuidado en el proceso creativo de sus imágenes fotográficas y en el resultado final de las piezas ya montadas también es digno de mencionar. “Vengo de la publicidad y ahí se engaña muchísimo con el Photoshop. Utilicé tantos artificios que ahora regreso a lo auténtico. Hago brillos y contrastes pero permanezco fiel a la realidad de lo que estoy presentando. Quiero que hablen las emociones.” Y lo consigue. Las obras de Miguel Milló evocan la profunda reflexión que subyace en sus intrincadas composiciones. Son figuras que expresan deseos, no realidades. Figuras que emocionan por su alta calidad estética y por su capacidad de generar fantasías y ensoñaciones.