Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 23 de febrero de 2014 Num: 990

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tríptico de amor
y de muerte

Gustavo Ogarrio

Graham Greene:
opiniones de un
lector de periódicos

Rubén Moheno

Una fórmula del caos
Jorge Herrera Velasco

Cavanna, el irreverente
Vilma Fuentes

El legado de Lao-tse
Gérard Guasch

Un cine de impacto,
pero positivo

Paulina Tercero entrevista
con Diego Quemada-Diez

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Cinexcusas
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Naief Yehya
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Las relaciones amorosas en línea

El relato primigenio

No es difícil imaginar un futuro cercano, quizás cercanísimo, en que el amor digital gozará de igual o más reconocimiento que las relaciones de carne y hueso. Hoy sigue pareciendo relativamente extraño que alguien mantenga relaciones intensamente personales, a veces claramente amorosas, en línea. La prehistoria de la popularización de estos vínculos podría rastrearse hasta aquella cinta cursi del siglo pasado You Got Mail, de Nora Ephron (1998), una comedia romántica de la era pre 9-11, con Tom Hanks y Meg Ryan, basada en la obra Parfumerie, de Miklós László (1937), que ya había sido llevada a cine en un par de ocasiones. Esta vez la trama fue utilizada como un descarado y extenso comercial de la entonces titánica corporación AOL, que en 2000 compró Time Warner por 164 mil millones de dólares, convirtiéndose así, durante un tiempo, en el consorcio mediático más poderoso del planeta.  AOL-TW luego sucumbió por una pérdida masiva de anunciantes que no se creyeron el cuento futurista de la fusión de los “nuevos y los viejos medios”, y después terminó de colapsarse cuando estalló la “burbuja de los punto coms” (1997-2001). El director de AOL, Jeff Bewkes, declaró tiempo después que esa fusión fue “el peor error en la historia de las corporaciones” y sin duda fue determinante en la manera en que la web habría de definirse para el siglo XXI. Al mismo tiempo que la relación entre dos empresas enormes fracasaba de manera estruendosa, millones de personas en todo el planeta comenzaban a descubrir que era posible escapar de la soledad y el enajenamiento mediante relaciones sentimentales en el ciberespacio.

Un relato contradictorio

Tienes un e-mail es un amasijo conservador y esquizofrénico de lugares comunes mezclados con paranoia y valores retrógrados. Por un lado, Ephron (quien falleció en junio de 2012) lamentaba la proliferación y expansión de las grandes cadenas de librerías (al estilo de Barnes & Noble), ya que representaban la muerte de las pequeñas librerías; por otra parte, ofrecía una mirada preocupada sobre los entonces incipientes medios de comunicación digitales y lo que imaginaba que era el peligroso caos de internet. Sin embargo, este vehículo promocional estelarizado por las estrellas del cine romántico de la época, finalmente ofrecía consuelo: la maléfica megalibrería resultaba ser un espacio cómodo, amigable y con un catálogo maravilloso, mientras que internet, siempre que se utilizara a través del portal de AOL, era una experiencia enriquecedora que podía hacernos intensamente felices, ya que la protagonista, Kathleen Kelly (Ryan), no solamente encontraba al amor de su vida en línea (abandonando a su novio, un periodista neurótico de izquierda), Joe Fox (Hanks), sino que éste además resultaba ser el heredero millonario y generoso de la cadena de librerías Fox. En esta fábula rosa de los orígenes de la popularización de internet ya estaba implantado el dilema primigenio de las relaciones en línea.

¿Encontrarse o no encontrarse?

Si antes era sencillo comunicarse con gente en foros y grupos de USENET, hoy es prácticamente inevitable relacionarse con desconocidos en las redes sociales, donde las inhibiciones pueden hacerse a un lado y de un simple “like” (“me gusta”) o un “favorite”, un parpadeo o un clic, puede conducir al coqueteo y al sexo virtual. El anonimato se encarga de eliminar temores al ridículo y al rechazo en hombres y mujeres, y la posibilidad de editar, corregir y documentar cualquier conversación ofrece además una ventaja fabulosa sobre la azarosa espontaneidad de las relaciones no asistidas por internet. Así, construir una identidad mediante e-mails, SMSS, Whatsapp, Viber, Snapchat, Skype y posteos en Facebook o Twitter, puede dar lugar a poderosas ilusiones compartidas. Las relaciones digitales son la paradójica contraparte de la abundancia y exceso pornográfico que ofrece internet, son ilusiones que rara vez requieren de imágenes y dependen de la imaginación, de la colaboración entre dos individuos que descubren señales íntimas en frases telegráficas y confesiones sentimentales en mensajes de 140 caracteres o menos. Las conversaciones a ciegas, el intercambio de palabras, imágenes, videos y canciones a distancia pueden ser tan satisfactorias y emocionalmente complejas que pueden hacer que pasemos por alto el contacto físico y el calor del otro. Las relaciones digitales pueden ser una cura para la ansiedad que produce enfrentarse a alguien cuando se tienen expectativas románticas; asimismo, pueden ser un tónico para la infelicidad e insatisfacción que causan algunas relaciones reales, con la ventaja de que para muchos las relaciones virtuales no cuentan como una auténtica traición o adulterio. De ahí que el encuentro físico implique obstáculos infranqueables, ya que la intromisión de los cuerpos puede romper el encanto al fracturar ilusiones cuidadosamente manufacturadas durante incontables horas de chateo y franqueza maquillada. Súbitamente, un desconocido se materializa en forma de la persona que ha sido idealizada como un alma gemela, lo cual resulta profundamente perturbador y muchas veces decepcionante. La persona real difícilmente puede cumplir con las expectativas creadas por el collage de ideas, comentarios, gustos compartidos, momentos de gratificación instantánea y gestos amorosos que bit por bit han configurado la identidad del doppelgänger virtual.