Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 23 de febrero de 2014 Num: 990

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Tríptico de amor
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Gustavo Ogarrio

Graham Greene:
opiniones de un
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Rubén Moheno

Una fórmula del caos
Jorge Herrera Velasco

Cavanna, el irreverente
Vilma Fuentes

El legado de Lao-tse
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Un cine de impacto,
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Paulina Tercero entrevista
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Filosofía, liberación y América Latina, hoy

Orlando Lima


La filosofía de la liberación, hoy.
Sus alcances en la ética y la política. Tomo I,

José Gandarilla y Jorge Zúñiga (coordinadores),
CEIICH-UNAM /AFyL,
México, 2013.

Desde que el filósofo peruano Augusto Salazar Bondy publicara su célebre, erudita, profunda y provocativa ¿Existe una filosofía en nuestra América?, hace ya más de cuarenta años, la problemática preocupación por una filosofía como ruptura auténtica y original con la dependencia estructural no ha dejado de suscitar las más variadas reflexiones (auto)críticas. Es en este tenor que surgió, en la década de los setenta del siglo pasado, la llamada “filosofía de la liberación” como una repuesta –por decirlo así– a las exigencias de dicho filósofo peruano. Desde entonces hasta ahora –ya sea que se autonombre o no una reflexión filosófica “de la liberación”–, la ética con política y la política con ética han sido una de sus mayores (pre)ocupaciones y aportes para repensar una y otra vez la situación de América Latina como dependiente.

En ese sentido, José Guadalupe Gandarilla Salgado y Jorge Zúñiga nos presentan un primer tomo coordinado de La filosofía de la liberación, hoy. Sus alcances en la ética y la política. En ella se encuentran diversas reflexiones que abordan las problemáticas dialógicas culturales éticas, estéticas y políticas en las que el mesianismo y reflexiones sobre el “pueblo” como una categoría ético-política están presentes.

El conjunto de reflexiones incluidas en este primer volumen son fruto, según sus coordinadores, de dos congresos filosóficos de 2010 en México. Su horizonte filosófico fundamental, que subsiste en ellos, es el producido por Enrique Dussel, autor de una de las formas –que no la única– más difundidas de estas filosofías. Lo cual, quizá, no podía ser de otro modo, dado el trabajo contenido del mismo Dussel en la obra, además de que cada trabajo en sí mismo es una reflexión potente que toca tópicos nodales para el pensamiento latinoamericano.

De esta manera, el libro es patente muestra de la fecundidad y actualidad que presenta el pensamiento latinoamericano y plantea elementos que son de indudable reflexión colectiva, como los mesianismos en la política, la importancia de pensamientos (estéticos, pedagógicos, ambientales) desde la academia y la movilización social para una liberación que, desde el horizonte citado, afirman una superación de un eurocentrismo. Por ello, cabe indicar que siendo importantes los planteamientos en el sentido mostrado del presente libro, es igualmente importante una reflexión autocrítica y que logre valorar en sus términos sociohistóricos la importancia de los diferentes pensamientos producidos en nuestra América, sobre todo en el sentido filosófico que se plantea la obra. De otro modo, puede dar pie a valorar a los pensamientos y pensadores de nuestra América desde un enfoque que aquí se enuncia “de la liberación” que, no dejando de ser valioso, no es único, sino que en él ha habido y hay múltiples, heterogéneos y hasta fecundamente diversos abordajes. De allí la necesaria crítica desde posturas autocríticas y, como bien se plasma en La filosofía de la liberación, hoy, en un sentido dialógico inter-trans-cultural que dé cuenta de filosofías que, siendo o no exclusivamente latinoamericanas, contienen en su seno una clave por y para la liberación social humana, así como también son imprescindibles para profundizar en los problemas presentes en la región y (no digamos) un país tan gatopardista como el nuestro.


Las circunstancias como destino

Ricardo Guzmán Wolffer


Fin de siglos, ¿fin de ciclos? 1810, 1910, 2010,
Leticia Reina y Ricardo Pérez Montfort (coordinadores),
Siglo XXI Editores,
México, 2013.

Con motivo del bicentenario de la Independencia, con la finalidad de buscar los caminos del cambio en nuestro país, se dio el seminario que da título a este libro, notable por muchas causas. Podría ser el número y el prestigio de los coautores (más de treinta) entre los que hay nombres publicitados en sus áreas y varios con amplio alcance popular.

No importa que haya pasado ese bicentenario y que los “festejos populares” del Zócalo capitalino sigan siendo motivo de burla; cuando queda un trabajo de este calibre siempre será motivo de festejo el esfuerzo para comprender la historia nacional.

El libro se divide en cinco apartados, donde cada uno tiene subtemas: Crisis económica; Crisis política.; Crisis social; Crisis cultural; Balance. Todos se componen de profundos trabajos.

El análisis de cualquiera daría para varias reseñas: hablar de la desigualdad social a lo largo de dos siglos muestra no sólo una persistencia en tal tema, sino un aumento impensable hace un siglo: la concentración de la tierra y los recursos naturales (en la realidad, no en los títulos) en menos manos se ha mantenido; las nuevas riquezas no distribuidas (los medios de comunicación, el conocimiento tecnológico, el capital financiero, por ejemplo) apenas son una variante: la capacidad de acceder a la avalancha tecnológica del siglo XXI es tan desigual como lo fue el alcance a benefactores sociales en la Colonia.

Hablar de las dificultades de la democracia electoral a partir de los análisis del libro también da para mucho: quizá la lección mayor sea cómo, a pesar de los cambios en las legislaciones de las últimas décadas, los factores de poder logran evadir los controles aparentemente pensados para limitar sólo a unos cuantos, además de instituciones electorales que no han logrado convencer del todo ante la preeminencia de legalismos contra problemas no previstos en la legislación. Ello en una combinación política novedosa que, para evitar excesos, ha hecho contrapesos presidenciales que toman posiciones pendulares.

Hablar del concepto de cultura en la segunda década del siglo XXI, a partir del recorrido histórico donde el Estado ha pasado de encaminar los esfuerzos de identidad nacional y de instituir una “cultura estatal”, a casi contemplar el suceder cultural después de la venta masiva de empresas estatales entre 1989 y 1992, de las cuales varias eran de este sector (cine, teatros, televisora, escuelas de arte, etcétera). La revisión del tema cultural involucra muchas aristas, desde la libertad de expresión, hasta el papel de los intelectuales y su asimilación al poder, pasando por la diferencia entre lo académico y lo popular.

Un libro de peso que escarba en muchos temas que no pueden dejar de revisarse incluso pasado el bicentenario; aquí un buen pretexto para reunir trabajos de amplio espectro que inevitablemente llevan a cuestionamientos esenciales de toda sociedad.


Poeta a la intemperie

Edgar Aguilar


Las semillas del tiempo. Obra poética 1919-1980,
Manuel Maples Arce,
Universidad Veracruzana,
México, 2013.

Un reducido grupo de jóvenes escritores irrumpe en 1921 en el panorama de la literatura nacional. A la cabeza se encuentra un muchacho de sonrisa pícara y de mirada profunda, quien es el encargado de redactar en una hoja volante –Actual No.1–, el manifiesto que habrá de identificarlos. Manuel Maples Arce (Papantla, Veracruz, 1900-Ciudad de México, 1981) es el nombre del inquieto poeta. El movimiento que enarbola, contrario a los preceptos del modernismo, se denomina estridentista (machaconamente vinculado –negándole su propia autenticidad– con el futurismo y el ultraísmo, entre otros movimientos de vanguardia de principios del siglo XX).

Tres libros estridentistas de Maples Arce abarcan cinco años: Andamios interiores (1922), Urbe (1924) y Poemas interdictos (1927). Es el título del primer libro el que justamente sintetiza de modo extraordinario la poética mapleciana: un armazón ¿de hierro? que se alza sobre la ciudad vertiginosa que no es sino el producto de esa vida acelerada en el espíritu renovador del hombre contemporáneo. El segundo es un canto alucinante del poeta a la metrópolis, en la cual el fragor revolucionario de Rusia iza su bandera. El tercero es la culminación y simbiosis de las dos primeras obras: los sentidos, prestos a captar cuanto les rodea (sonidos vibrantes, colores iridiscentes, formas novedosas y maquinales), se volatizan hasta confundirse en un todo homogéneo. La ciudad, la urbe impetuosa (transferida a un “puerto palpitante de motores”), es el signo más acabado de los nuevos tiempos, donde no queda sitio para la melancolía, luego de un doloroso y precipitado adiós. 

Memorial de la sangre (1947), último libro de poemas de Maples Arce, escrito veinte años después de Poemas interdictos, carece de interés formal y poético desde el punto de vista “estridentista”, ya que en él ha abandonado su propia estela (Germán List Arzubide se lo reprocharía más tarde). Los “Poemas no coleccionados” son, en cambio, dignos de apreciarse por su apacible caudal rítmico y belleza lírica, a la altura, paradójicamente, de cualquier floritura modernista o del grupo de los Contemporáneos. Vale la pena detenerse en sus “Estrofas para un amigo”, dedicadas precisamente a List Arzubide en su octogésimo aniversario. Por supuesto, no son poemas que rebosen sentimentalismo o cordialidad: “Si al cumplir los 80 el payaso te hablara,/ te diría cosas duras de hacerte estremecer,/ pues ya no hay sonrisa para alegrar tu cara:/ ¡pobre arbusto florido que tunde una mujer!” “Hamlet o el oscuro”, breve pieza dramática que combina el diálogo con el verso clásico, es uno de los ejercicios poéticos más perfectamente engarzados dentro de este esquema en lengua española del pasado siglo, y asimismo uno de los más originalmente concebidos de la poesía mexicana.

No hay razón entonces para no osar lanzarse al vértigo superior al que nos arrojan los poemas estridentistas de Maples Arce, sin olvidar que este gran poeta se vislumbró en realidad –y con qué acierto– “a la intemperie de todas las estéticas”.


Orígenes y destinos cubanos

Cuauhtémoc Arista


La vanguardia peregrina. El escritor cubano, la tradición y el exilio,
Rafael Rojas,
FCE,
México, 2013.

El reconocido ensayista cubano Rafael Rojas (Santa Clara, Cuba, 1965) dice en su blog que nació en Cuba, trabaja en Princeton, Estados Unidos, y vive en el Distrito Federal. Por fortuna, su obra también se ha repartido entre los temas mexicanos y cubanos, aunque el contexto internacional, donde los bonos de Fidel Castro andan bajos, ha recibido con mayor beneplácito sus ensayos sobre los escritores cubanos y el exilio.

En La vanguardia peregrina Rojas demuestra su dominio del tema y aborda la vida y la obra de Nivaria Tejera, Calvert Casey, Severo Sarduy, Lorenzo  García Vega,  Julieta Campos, José Kozer y Antón Arrufat, autores posteriores a la generación de la revista Orígenes (excepto García Vega, el origenista de menor edad), analiza su relación con José Lezama Lima y Virgilio Piñera, y los proyecta en el entramado de una tradición cubana de multiformes derivaciones en las que caben continuidades y rupturas, que generosamente Rojas considera vanguardias.

Con una simpatía manifiesta por los creadores exiliados, este crítico de los radicalismos los ubica en su encrucijada histórica, en su relación con el imaginario cubano y en sus actitudes en el debate ideológico que marca la vida pública de la isla desde las primeras décadas del siglo pasado. 

De todos ellos le interesa al autor su visión de Cuba, cómo se ubican respecto de sus influencias reconocidas (la tradición reivindicada con Del Casal y Martí, la proyección de la gran literatura contemporánea posible con Lezama y Piñera, así como las vanguardias internacionales de su tiempo) y cómo contrastan con las sucesivas políticas de la revolución castrista. 

Por su heterogeneidad, el seguimiento de la trayectoria creativa de esos escritores permite conocer mejor un hecho tan complejo como la transición intelectual de la seducción del aspecto utópico de toda revolución al inevitable desencanto con la específica revolución encabezada por Fidel Castro, cuando ésta se acogió a la ideología comunista y adoptó instituciones sovietizantes.

A decir de Rojas, varios de ellos persisten en la crítica del capitalismo desde posiciones de izquierda más liberal (y tan amplia, que el autor le atribuye ese carácter al psicoanálisis), como lo intentaron Sarduy con su teoría del neobarroco revolucionario y García Vega con su disidencia tardía del origenismo católico y su acusación marcusiana a la sociedad capitalista.

Como aficionado a la literatura cubana, me fueron particularmente útiles los capítulos sobre Tejera, cuya obra desconozco pero ahora me interesa, y acerca de Casey, cuya figura han exaltado María Zambrano e Italo Calvino. Los Cuentos (casi) completos que publicó Conaculta en 2009 no me parecieron tan excéntricos como promisorios de una singularidad más allá de su orientación sexual.

Sin embargo, creo que la mayor aportación del volumen radica en la actualización de las provocaciones lingüísticas de Sarduy y en el encuentro con la propuesta de Antonio José Ponte sobre la figura marginada de Casey y otros autores y singularidades culturales de su país, porque de esa forma Rojas contribuye a reavivar discusiones que se empantanaron en la guerra fría ideológica y que es necesario analizar con perspectiva.

Determinantes para orientar una recepción aguda de corpus poéticos vivos, los perfiles intelectuales de José Kozer y Antón Arrufat muestran asimismo a qué grado se compromete el investigador con las periferias de su tema (Kozer salió de Cuba en su niñez y Arrufat no está exiliado, pero encuentran un lugar pertinente en el libro). Y aunque al principio me pareció una de las sobrevaloraciones decretadas para los integrantes del grupo de Octavio Paz, prejuicioso que es uno, termino por celebrar el rescate del sentido de algunos libros de Julieta Campos, que en el ámbito literario mexicano cabían sólo como acontecimientos secundarios porque provinieron de una problemática de la isla natal.  

Cierra el volumen un excurso obre “El mar de los desterrados”, que vale porque Rojas se permite formular tesis interesantes basadas en una poética más amplia, que incluye símbolos políticos y atisbos psicológicos. El resultado es una reunión de imágenes entrelazadas en una propuesta atípica de continuidad, de tradición (insular) a la que el exilio y las rupturas introducen otros ritmos y la abren a otros ecos.

Los ensayos de este libro por momentos empiezan a despegarse del suelo académico y están por elevarse a un plano literario por su propia forma, pero no realizan tal expectativa porque el escritor se siente seguro en los ámbitos de la erudición y del buen trato con las autoridades textuales.



Poéticas del nuevo mundo. Articulación del pensamiento poético en américa colonial: siglos XVI, XVII y XVIII,
Jorge Téllez,
Siglo XXI Editores/Universidad Autónoma de Sinaloa/El Colegio de Sinaloa,
México, 2012.

Esta es la obra ganadora del Premio Internacional de Ensayo 2011, convocado anualmente por el primero de los editores. Su autor, nacido en 1980, es doctor en Literatura hispánica por El Colegio de México y es considerado un especialista precisamente en las materias que aquí se abordan. Con el rigor y la exhaustividad indispensables, Téllez plantea respuestas a preguntas como ¿qué significó ser poeta en el Nuevo Mundo?, ¿cómo era el proceso de escritura en la época colonial americana?, y también ¿cómo se leía y analizaba la poesía? El autor rastrea y analiza el origen del discurso poético colonial, le da un contexto y lo inserta en una línea histórica creativa-perceptiva que, vista en gran escala, da claves para entender no solamente la poética de aquellos tiempos –y, sobre todo, no de manera aislada–, sino al mismo tiempo echa luces sobre nuestro modo contemporáneo, en tanto parte de una continuidad, de crear, leer y analizar poesía. Completa el volumen una enriquecedora bibliografía.