Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 23 de febrero de 2014 Num: 990

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tríptico de amor
y de muerte

Gustavo Ogarrio

Graham Greene:
opiniones de un
lector de periódicos

Rubén Moheno

Una fórmula del caos
Jorge Herrera Velasco

Cavanna, el irreverente
Vilma Fuentes

El legado de Lao-tse
Gérard Guasch

Un cine de impacto,
pero positivo

Paulina Tercero entrevista
con Diego Quemada-Diez

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Columnas:
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Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
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Germaine Gómez Haro
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Agave y mezcal en el arte de Demián Flores

El arte de Demián Flores (Juchitán, Oaxaca, 1971) ha tenido como leitmotiv principal la indagación y representación de la compleja simbiosis sociopolítica que subyace en nuestra cultura y que, en la actualidad, se palpa en la hibridación de las tradiciones autóctonas y la modernidad. El México moderno es el resultado de la mezcla de lo local y lo foráneo, lo antiguo y lo actual, lo autóctono y lo global. La pérdida de la identidad es una de sus principales tribulaciones, misma que lo ha llevado a desarrollar diferentes series temáticas en las que plasma tópicos relacionados con la historia pasada y presente. El beisbol, la lucha libre, el pasado prehispánico, las migraciones, la violencia callejera, la representación de la Patria, la simbología del pueblo (San Vicente Ferrer, la Virgen de la Soledad), han sido algunos de los pretextos que Flores utiliza para adentrarse en el ethos del yo mexicano a partir de la descodificación de sus tradiciones y costumbres.

En su exposición titulada Mezcal, que se presenta actualmente en la Casa Lamm, Demián recurre una vez más a un tema de profundo simbolismo social y ritual en la tradición mexicana desde épocas ancestrales. Como bien apunta el “mezcólatra” oaxaqueño, Ulises Torrentera, en su texto en el catálogo de la muestra, el mezcal “es uno de los primeros productos del sincretismo de dos culturas con cosmovisiones diferentes; es el resultado del choque de dos visiones totalmente diferentes sobre el mundo y, por consecuencia, es un producto único”. Demián Flores parte de esa premisa y utiliza las referencias simbólicas del maguey como signo atávico de nuestra cultura y, a partir de asociaciones y analogías, crea un corpus de imágenes enigmáticas y poderosas que, una vez más, nos revelan su fascinación por el sincretismo y la hibridación. Fiel a su discurso interdisciplinario, Demián se aboca en esta serie a la experimentación de la pintura al fresco, técnica milenaria que nos remite a la Antigüedad con ejemplos sublimes en Egipto, Micenas o Pompeya, y que también se desarrolló con gran fortuna plástica en el México precolombino, en Teotihuacán, Bonampak y Cacaxtla; más adelante esta técnica tiene continuidad en los muros de los conventos coloniales y es retomada con gran ímpetu por los muralistas postrevolucionarios. Sobre la elección del tema y la técnica, Santiago Espinosa de los Monteros señala, en la misma publicación, que estas pinturas son “una suerte de homenaje no sólo a las técnicas centenarias de producción de obra en estos soportes, sino que simultáneamente recogen una de las tradiciones más arraigadas en el pueblo mexicano que es la de la producción del mezcal”.

Es importante hacer hincapié en el desafío técnico que significó para Demián la realización de estas pinturas al buon fresco exentas del soporte mural, es decir, construidas a partir de bastidores metálicos creados específicamente para contener la base de cemento que sustenta las numerosas capas de yeso que se requieren para recibir en su superficie húmeda las composiciones pictóricas. Las imágenes que vemos en esta serie siguen la iconografía y el estilo gráfico que permean su obra anterior. Algunas figuras hieráticas, de líneas escuetas y esquemáticas, tienen sus orígenes en los dibujos extraídos de los manuales de primeros auxilios y de instrucción militar, combinadas con glifos provenientes de los códices prehispánicos, haciendo énfasis en la hibridación de signos que aluden al pasado y al presente, a la realidad y al imaginario, al mundo cotidiano y a la cosmogonía ritual. En composiciones que destacan por su sobriedad formal, aparecen figuras masculinas ataviadas con tocados, pectorales y taparrabos zoomorfos y fitomorfos, en simbiosis con la hermosa planta de agave que se erige orgullosa y es la protagonista principal de las escenas. La paleta es austera, en algunos casos monocroma, y en las superficies lisas y suaves que se antojan al tacto resalta la aplicación libre de la pintura que, al secarse sobre el yeso fresco, adquiere una transparencia y una luminosidad sorprendentes. Se presentan también objetos escultóricos intervenidos en barro y plástico, y un impresionante tapiz realizado en lana afelpada en el taller del Centro de las Artes de San Agustín, en Etla, Oaxaca.

En la sutileza de su representación, los frescos de Demián Flores nos hablan de la armonía del hombre con la naturaleza y el lazo que une el mundo terrenal y el universo cósmico, equilibrio difícil de percibir en la vorágine del mundo actual.