Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 23 de febrero de 2014 Num: 990

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tríptico de amor
y de muerte

Gustavo Ogarrio

Graham Greene:
opiniones de un
lector de periódicos

Rubén Moheno

Una fórmula del caos
Jorge Herrera Velasco

Cavanna, el irreverente
Vilma Fuentes

El legado de Lao-tse
Gérard Guasch

Un cine de impacto,
pero positivo

Paulina Tercero entrevista
con Diego Quemada-Diez

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Columnas:
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Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
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Alonso Arreola
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Mike Portnoy o cómo ser un asno certificado

Como dijimos hace unas semanas, hemos estado al pendiente de las actividades de Mexprog, nueva productora de conciertos mexicana abocada al rock progresivo. Cerrando la pinza tras un par de sus eventos (The Aristocrats y Transatlantic), queremos hablar sobre algo fundamental para disfrutar la música en vivo: el performance, un arte que va más allá de las capacidades técnicas o la interpretación personal; un oficio que el baterista Mike Portnoy se ha encargado de degradar a lo largo de los años encendiendo el fuego de quienes aprecian un espectáculo, de quienes respetan los múltiples esfuerzos que implica su realización.

Venerado por unos (cada vez menos), odiado por otros (cada vez más), la gran mayoría de quienes han tenido trato con Mr. Portnoy, como estudiantes, productores o técnicos, coinciden en su falta de sensibilidad y educación, en lo lejos que está de ser un verdadero artista. Valgan como introducción al personaje sus propias palabras en un DVD de Dream Theater, su otrora banda: “Cuando voy a Europa no salgo del hotel”, o: “El mejor restaurante del mundo es cualquier cafetería Starbucks.” Ahora bien, ¿por qué dedicarle una columna a este tipo dejando de lado el repertorio que abordó con Transatlantic? Porque más allá de sus intervenciones en proyectos influyentes del progresivo, lo usaremos de ejemplo de lo que no se debe hacer en un escenario.

Hablemos primero del respeto a los músicos que comparten la noche entre sí. Nunca se debe actuar como si los demás no se supieran la música (incluso si realmente no la conocen bien). Hay muchas formas de comunicarse con discreción para que el público no menosprecie los distintos puntos de gravedad que supone una presentación viva. El señor Portnoy no lo entiende. Prefiere hacerle creer a la audiencia que él dirige al barco permanentemente, aun y cuando no componga la partitura. Lo suyo es destruir una y otra vez la atmósfera que los demás intentan crear, poniéndose de pie para levantar las manos, señalar a alguien con las baquetas, indicar subidas y bajadas de intensidad, hacer como que llora, salir y entrar del proscenio discutiendo con su asistente y marcar cambios a sus compañeros cuando ni siquiera lo voltean a ver. Patético.

Ahora, no contento con estropear los pocos espacios donde no toca, el Cara de foca –como también lo han llamado vilipendiando el apodo del gran Pérez Prado– intenta que el volumen de su instrumento vaya por encima y, claro, aunque sea otro quien realiza un solo o floritura, inunda el aire con eternos clichés como los redobles atresillados; eso por no hablar de su posición en las tablas: hasta adelante y de lado, para que se puedan ver sus polirritmias y, claro, su vestimenta de turista en Tepoztlán. ¿También nos meteremos con eso? Sí. Todo en un escenario cuenta. Todo significa. Prueba son los intérpretes que lo rodean. Ellos saben mostrar aprecio por la gente de otro país.

Ahora una disculpa, lectora, lector, por lo que viene: gargajos. De verdad se necesita ser un patán como el señor Portnoy para estar escupiendo sobre el escenario que te alberga. Podrían decirnos que estaba enfermo y la flema lo asfixiaba y ni así se justificaría el gesto, la manera, la forma como hizo volar sus excreciones, ya rojas, azules o verdes por el juego de luces. Tema de discusión en diferentes foros de la red, la saliva del baterista ha llegado a la cabeza de algunos fanáticos que le reclaman su comportamiento, como aquel de Manila cuando pateó la batería y detuvo un concierto porque estaba incómodo con el sonido.

Es así que Mr. Portnoy no respeta ni a sus compañeros, ni al escenario, ni a una audiencia mayormente conformada por músicos jóvenes y melómanos de amplio espectro, a veces demasiado condescendientes o poco críticos. Lo peor –sí, hay más– es que este mandril de los tambores no respeta ni siquiera a la música misma, supuesta esencia de su hacer. Por ello esperamos de corazón que nuestras líneas lleguen a sus oídos a través de algún valiente traductor. El gozo que la música de Transatlantic pudo habernos regalado desapareció por este barbaján ante el que salimos huyendo tras una hora de intentar mirar al techo o cerrar los ojos para no verlo. Lo sentimos por el trabajo y el peso histórico de sus compañeros Neal Morse (Spock’s Beard) y Pete Trewavas (Marillion), verdaderos pilares del grupo y a quienes esperamos ver de nuevo en otra circunstancia escénica. Igualmente, esperamos que Mexprog siga adelante y que nos dé más pretextos para la reflexión. Y ahora sí, que se nos vengan las mentadas. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.