Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El Premio FIL a
Yves Bonnefoy
José María Espinasa
Artigas en el cuarto
de los espejos
Alejandro Michelena
El asesinato de
Roque Dalton
Marco Antonio Campos
Cambio de armas
Esther Andradi entrevista
con Eva Giberti
La aventura artística
de Philip Guston
Eugenio Mercado López
Philip Guston,
del muralismo
al cartoonism
Gonzalo Rocha
Diego y Frida,
una pareja mítica
Vilma Fuentes
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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
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Bemol Sostenido
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Rogelio Guedea
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La televisión y el Estado
En casa hay un solo televisor, que mi mujer y yo, por cierto, no vemos. Lo ven mi hijo y mi hija, a horas determinadas. Conforme mi hija crece, su convicción se hace más fuerte, así que un día mi hijo se encontró con que mi hija no quería ver el programa que él había elegido. Elijan, les dije, un programa que les guste a los dos. Así lo hicieron, a regañadientes. Pero, obviamente, los conflictos crecieron, y hasta hubo uno que otro grito y manotazo. Nada que pasara a mayores. Como en una casa el Estado somos los padres, nos vimos en la necesidad de intervenir. Mi mujer dijo que la solución era comprar otro televisor, y asunto arreglado. Yo dije que no, que lo mejor era tirar a la basura el que teníamos, y punto. Como el Estado de esta casa es mexicano, sucedió lo consabido: se dividió. Se hicieron dos partidos y el debate entonces tomó otro derrotero, muy lejano del derrotero inicial, que era, dicho sea de paso, el crucial. Ahora mi mujer y yo seguimos debatiendo entre comprar otro televisor o tirar el existente, mientras nuestros hijos, allá en la habitación, siguen arrebatándose los canales. |