Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 24 de noviembre de 2013 Num: 977

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Premio FIL a
Yves Bonnefoy

José María Espinasa

Artigas en el cuarto
de los espejos

Alejandro Michelena

El asesinato de
Roque Dalton

Marco Antonio Campos

Cambio de armas
Esther Andradi entrevista
con Eva Giberti

La aventura artística
de Philip Guston

Eugenio Mercado López

Philip Guston,
del muralismo
al cartoonism

Gonzalo Rocha

Diego y Frida,
una pareja mítica

Vilma Fuentes

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Rodolfo Alonso
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Francisco Torres Córdova
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Saber de la blancura

No viene de la nada esta blancura, no es ausencia ni desierto, sino múltiple rumor de plantas y vetas de árboles y vientos, trabajo de agua, molinos, sol y prensas. No está sola esta delicada transparencia suspendida en el umbral preciso del silencio, en el arco diminuto en que el aliento se hace tacto y luego un rasgo que se abre o cierra con el roce de los dedos en sus fibras, a lo largo de la danza innumerable de la letra manuscrita –alta y fina, pausada, redonda o nerviosa, delicada o firme, aguda o pequeña así dejando huellas, indicios de una identidad, señales de alguien que se inclina y arriesga un rostro en la palabra en medio del caos que organizan en el mundo la violencia y su espejo contrahecho; un rostro al fin legible con propósito y herencia de sentido: “Yo no podré decirte cuánto llevo luchando/ Para que mi palabra no se muera/ Silenciosa conmigo, y vaya como un eco/ A ti, como tormenta que ha pasado/ Y un son vago recuerda por el aire tranquilo./ Tú no conocerás cómo domo mi miedo/ Para hacer de mi voz mi valentía,/ Dando al olvido inútiles desastres/ Que pululan en torno y pisotean/ Nuestra vida con estúpido gozo,/ La vida que serás y que yo casi he sido.” (“A un poeta futuro”, fragmento, Luis Cernuda.) Tampoco es fría esta la luz que ha guardado desde siempre y ahora responde a un teclado y deja las letras palpitantes en la cima de un impulso eléctrico al cabo consanguíneo del mínimo relámpago que mueve al corazón. No es vacío ni está vacía esta esperanza que en la página respira dispuesta al largo y sinuoso recorrido de una voz que busca a otra en la mirada, para no estar sola de tanta condición humana y recogerse así en el hueco de otra boca, en la humedad de otra lengua y otros labios. Recinto de cada rigurosa libertad y severo azogue en que el reflejo se construye línea a línea, la página en blanco está poblada, desde antes llena de la vida que la llama, que la requiere para trazar las rutas de sus mapas. En ella ocurre la memoria, el calor del pensamiento y el garabato del delirio, la justicia inexorable del tiempo y los atisbos de verdad y de belleza en el camino, fragmentos de una realidad que se desborda, que se divide y multiplica sin cesar en su innata vocación de océano. Y tiene cuerpo esta blancura, y ritmo y cadencia y tesitura cada vez que un niño pasa del dibujo a la letra y de la letra al retumbo inesperado de sí mismo cuando en ella emerge su nombre de grafito. Ante ella, el poeta que se sabe vigente en esa infancia, del mismo modo tembloroso y primitivo sabe que la palabra de su mundo y otros tantos ya estaba en las planicies y honduras de la hoja: “Estoy diciendo ya/ Diciendo que no hay página en blanco/ Diciéndoselo a aquel que quiera oír/ Sentado en este día de historia/Diciendo para él que es posible moverse/ Que es posible soltar esta fe en el vacío/ A la que tanto apego tenemos todavía/ Diciendo calladamente/ Que la hoja está siempre empezada/ Ya empapada de mundo/ polvorienta de tiempo restregada de vida/ No la defiende su blancura/ La defiende el orgullo y el terror del poeta/ La hoja está ya siempre en marcha/ Tiene ya siempre cara de hoja usada/ Lleva ya huellas y manchas del poema” (“Ceremonia del moroso”, fragmento, Tomás Segovia.)