Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 3 de noviembre de 2013 Num: 974

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Las cartas españolas
de Freud

Ricardo Bada

La maleza de
los fantasmas

Ignacio Padilla

En los mapas
de la lengua

Juan Manuel Roca

Expedición cinegética
Luis Bernardo Pérez

Giselle: amor,
locura y exilio

Andrea Tirado

Vinicius bajo el
signo de la pasión

Rodolfo Alonso

Dos poemas
Vinicius de Moraes

Meret Oppenheim,
la musa rebelde

Esther Andradi

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Morelia once (II Y ÚLTIMA)

En definitiva, es imposible ver completa la programación de un festival de cine; sin embargo, treinta y siete largometrajes –tanto de ficción como documentales–, así como veinticuatro cortometrajes entre animación, acción viva y documentales, dan un panorama lo suficientemente amplio para captar la naturaleza de la propuesta cinematográfica, en este caso, de la edición número once del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).

Como se mencionó aquí la semana pasada, la sección en competencia de largometraje mexicano de ficción experimentó un cambio no sólo notable sino del todo positivo: ese cine que, con sorna deliciosa, Muchagente ha rebautizado como tediometrajes o cine de nuca contemplativa, que hasta la edición anterior paseaba, sin empacho y mayoritariamente, su inoperancia soporífera por las pantallas, en esta ocasión quedó reducido a una sola película, de doce que estuvieron en liza. No es un dato menor que, a resultas de lo anterior –queda por ver si también a consecuencia de una inflexión creativa de alcances mucho mayores a los que tiene un festival de cine–, la opinión mayoritaria haya sido que ésta, la undécima entrega del FICM, ha sido la mejor de todas. No faltó quien sostuvo –este ponepuntos fue uno de tantos– que en materia de largos de ficción mexicanos no ha habido competencia de tan buen nivel ni tan pareja como ésta, al menos en los últimos veinte años, dentro y fuera de Morelia.

La minoría de edad


El cuarto desnudo

A reserva de abordarlas más adelante cada una en particular, es interesante destacar ciertas características compartidas por la mayoría de esos filmes, más allá de una factura que, si no es irreprochable al cien por ciento, sí prueba una capacidad de realización que sobrepasa con mucho los mínimos exigibles.

Se habla aquí, más bien, del contenido temático. Es imposible soslayar que, de doce largometrajes, ocho tienen como protagonistas a menores de edad, ya se trate de niños o de adolescentes, o bien de jóvenes cuya mayoría de edad legal no les ha conferido, como es obvio, una madurez que nada tiene que ver con los años cumplidos. Son niños los que ocupan el centro dramático tanto de A los ojos (Michel Franco), como de Manto acuífero (Michael Rowe). Son adolescentes los personajes principales de Club Sándwich (Fernando Eimbcke), Las horas muertas (Aarón Fernández), La jaula de oro (Diego Quemada-Díez) y Somos Mari Pepa (Samuel Kishi Leopo), y son sendos grupos compuestos por niños, adolescentes y jovencísimos adultos los que ocupan el núcleo de Los insólitos peces gato (Claudia Sainte-Luce) y La vida después (David Pablos). A diferencia de éstos, Paraíso (Mariana Chenillo) y González (Christian Díaz Pardo) abordan problemáticas no necesariamente ancladas en inexperiencias vitales, madurez por adquirir o incorporaciones al universo adulto. Por su parte, Workers (José Luis Valle) se orienta en sentido totalmente opuesto al mudo adolescente, lo mismo que la muy bostezable Penumbra (Eduardo Villanueva).

La vulnerabilidad

No es ficción sino documental, y merecidamente obtuvo el premio que el festival concede al género; se titula El cuarto desnudo, lo dirige la perseverante Nuria Ibáñez y, en más de un sentido, hace las funciones de contrapunto preciso a las historias que se cuentan en las ocho ficciones arriba mencionadas.

La vulnerabilidad, el peligro permanente en el que se encuentran una infancia y una adolescencia sin los necesarios asideros para transitar lejos de riesgos hacia etapas ulteriores de desarrollo, son vistos al extremo en este cuarto desnudo: seis o siete casos de niños y jóvenes cuya situación los ha llevado al Hospital Psiquiátrico Infantil ponen de manifiesto, con una crudeza bien transmitida por la impecable sencillez formal del documental, cuánto de incomprensión paterna, de silencios necios que enrarecen, de ambientes familiares ominosos, de incapacidades de unos para explicar y de otros para comprender y ayudar; cuánto de angustia sin salidas aparentes, de dolor que con dificultades aminora y de puertas que parecen lapidariamente selladas, hay en el entorno y en la mente de niños y adolescentes agredidos de muy diversos y muy crueles modos: por violación sexual, por violencia intrafamiliar, por déficit de adaptabilidad… Ibáñez registra, ordena y expone una problemática que trasciende las paredes de ese cuarto, y que confronta al espectador con una realidad más dura y cuesta arriba que la que pueda contar la mejor de las ficciones.