Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Nómadas
L

a difícil costumbre de estar lejos. Presentada en la octava edición del Festival Internacional de Cine de Morelia, en 2010, Nómadas, segundo largometraje del realizador mexicano Ricardo Benet (Noticias lejanas, 2005), tiene al fin su muy diferido estreno comercial.

Esta película mosaico, reunión de varias historias de inmigrantes en Estados Unidos, algunas apenas esbozadas, otras desarrolladas con mayor detenimiento, explora como temas centrales el desarraigo cultural, la cercanía de la muerte, la nostalgia por el terruño, y su impacto decisivo en una relación sentimental. Resulta curioso que su estreno coincida con el debate que hoy suscita en México y Estados Unidos la recién aprobada reforma migratoria que legaliza la situación de millones de indocumentados al tiempo que legitima y refuerza medidas extremas de seguridad fronteriza.

Lo que relata el también guionista Benet tiene algunos aspectos de documental, pero es de modo más inmediato una ficción de corte intimista. La parte sustancial de la trama se desarrolla en Nueva York, pero hay recurrentes imágenes y alusiones a la vida cotidiana en la ciudad de México. Dos historias paralelas se entrecruzan y se vuelven vasos comunicantes de las dos grandes urbes. Asistimos al retrato de Susan (Lucy Liu), una realizadora neoyorquina de origen asiático que elabora un documental sobre los suicidios en el sistema de transporte colectivo de la capital mexicana.

En su trabajo explora una alta incidencia (más de un caso al día), jamás difundida por las autoridades que buscan evitar que cunda el ejemplo, y también los patrones de comportamiento de los suicidas, entre los que se cuenta el padre de la documentalista. El trabajo de Susan es así un intento por desentrañar la personalidad misteriosa de un padre a menudo ausente.

Asistimos también a la historia de Roberto (Tenoch Huerta), trabajador inmigrante, limpiavidrios en los rascacielos neoyorquinos, quien a lado de sus colegas, el mexicano Romualdo (Dagoberto Gama) y el afroamericano Phil (John Cothran, Jr.), continuamente reflexiona sobre la difícil aclimatación cultural del inmigrado en una ciudad donde las minorías étnicas no se mezclan e incluso se ven como enemigas, acentuando así su arrinconamiento social, la sensación de no pertenencia, el vacío existencial y una soledad que para Roberto resulta ya intolerable. Como incómodo o insoportable resulta el anonimato no elegido, el pasar siempre desapercibido, o el tener que ingresar al festín de la prosperidad ajena por la puerta trasera.

El acercamiento afectivo de Susan y Roberto se finca en el reconocimiento de una vulnerabilidad compartida y de un mismo impulso por dar a sus existencias una significación nueva, más armoniosa. En el caso de la joven neoyorquina la búsqueda de raíces implica comprender la conducta de un padre distante e inasible, y también la confrontación en carne propia y ajena con el peso de una enfermedad grave o con el horror de restos mortales en las vías del metro que es preciso hacer desaparecer en menos de 10 minutos, de manera casi clandestina, como un organismo incómodo ya sólo bueno para el dato estadístico.

Roberto, por su lado, vive el desarraigo intensamente, pero no de manera fatalista. Procura encontrar un punto medio, algo similar al difícil equilibrio que ocasionalmente observa en los trapecistas que se libran a ensayos circenses en los terrenos baldíos. O ese precario compromiso entre el miedo a las alturas que padece Susan y su propio temor de quedar atrapado en un tren subterráneo. Dice ella: Trataremos de situarnos en el punto intermedio de nuestros dos temores. Reflexiona también el negro Phil que entre el éxito inesperado del joven que parecía encaminado al fracaso, y la derrota final de aquél a quien todo en la vida parecía sonreírle, ¿no cabe acaso imaginar que la felicidad sea un venturoso punto medio?

Nómadas es, como se apuntó al principio, una película intimista, pero sus múltiples ramificaciones proponen la conjunción del documental y la ficción, del comentario social y la crónica sentimental; también sugieren una oportuna reflexión sobre la condición del trabajador inmigrante y de los indocumentados. Es un trabajo de dirección pulcro y sensible, con una notable fotografía de Martín Boege y la edición bien calibrada de Lucrecia Gutiérrez; una película ciertamente merecedora de una atención mayor que la que se le ha concedido en su paso tardío y fugaz por nuestras carteleras.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional (17.30 y 21 horas).

Twitter: @CarlosBonfil1