Opinión
Ver día anteriorDomingo 30 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Puntos sobre las íes

Rodolfo Gaona XVIII

Foto
Rodolfo GaonaFoto tomada de Internet
P

ara todos tuvo…

Comentábamos que al regresar Gaona a México vinieron un crecido número de toreros españoles con la peregrina idea de mostrarse superiores al leonés, pero la verdad, monda y lironda, es que ninguno pudo hacerle sombra, y es que el leonés era mucha pieza.

Grande en serio.

Pero sucede que la volubilidad de los públicos se manifiesta con algunos de los grandes toreros de ayer, hoy y tal vez de mañana, sin que se conozcan razones o motivos; simplemente se da y, obviamente, el desconcierto de los matadores antes aplaudidos y a poco repudiados, es patente y en ocasiones puede llevarlos a la desesperación.

Y Gaona padeció ese calvario.

A finales de 1922, el público se mostraba por demás exigente, le protestaban todo, sin prestar atención a las condiciones de los toros que le tocaban y ocasiones hubo en que por bien que estuviera nada conseguía así la faena tuviera el sello de la casa y se le pedía que entrara a matar porque lo demás nada importaba.

Así las cosas.

Y en una de tantas, con los nervios de punta y totalmente confundido dejó se le fuera vivo el toro Charolito, toro que poco valía; desparramaba la vista y, además, era gazapón y no había forma de pararlo, así que le entró a herir con ventaja y al pinchar, la multitud comenzó a exigir que el bicho fuera devuelto, lo que acabó de exasperar a Gaona que se dijo a sí mismo: pues si eso es lo que quieren, eso tendrán.

La bronca fue terrible, tal vez como la de Madrid cuando dejó ir vivo a Barrenero y hasta exigencias hubo para que se alejara de los ruedos.

Y vino el desquite.

Le tocaron mejores toros, mismos que aprovechó como únicamente él podía hacerlo y lo que puso punto final al distanciamiento fueron dos grandiosas faenas: la de Sangre Azul, que el gran cronista don Alfonso de Icaza Ojo, consideró como la perfección del arte de torear y la de Revenido, que le valieron ser aclamado como el rey del toreo.

Y que pasiones no habrán despertado esas dos colosales faenas que un grupo de sus más acérrimos partidarios decidieron coronarlo pontífice de todas las tauromaquias el 14 de enero de 1923 y el mismo Gaona se colocó la tiara que le fuera entregada en medio de estruendosas ovaciones.

Casi sacrilegio.

+ + +

Arrepentimiento.

Cuando en 1920 Gaona abandonó España, tras de tantas iniquidades que tuvo que enfrentar y superar, lo hizo convencido que jamás volvería a la Madre Patria y así lo comentó con su apoderado y sus más íntimos amigos, máxime que sus triunfos eran tan sonados como repetidos y el México taurino lo había encumbrado a las máximas alturas, con las campanas sonando a gloria, como escribió un destacado cronista de apellido Necochea, dejando de lado las amarguras y sinsabores que había vivido al otro lado del Atlántico; al menos eso creía él.

Ay, el gusanillo…

Sin casi despedirse, hizo los velices y en España se plantó.

Para volver a lo mismo.

Se propagó que lo hacía por dinero, cuando que aquí había ganado lo que quiso, y al abandonar la península lo hizo con unas cuantas pesetas, ya que lo de allá se esfumó por lo del divorcio o por lo que haya sido.

Las casas que aquí tenía y el edificio Gaona (que aún existe) fueron fruto de lo aquí ganado y nada más y ocasión hubo en que comentó: no huelen a manzanilla, ya que mis campañas españolas fueron honoríficas ¡ea!

Como mencionamos, él deseaba despedirse en Madrid, sin querer pelear ya con nadie, pero aquello no pudo ser ni a medias.

Apenitas.

+ + +

Lo de cajón.

Las empresas, los toreros y los ganaderos estaban sindicalizados y para torear había que afiliarse y aceptar que ningún torero podía cobrar más de 7 mil pesetas, suma que ni los gastos cubría y si alguna excepción hubo ésta fue en favor de Rafael El Gallo, lo que, años más tarde, se repetiría con Fermín Espinosa Armillita y Carlos Arruza.

Y, sí, toreó: en una plaza no sindicalizada, la de Barcelona y alternando con matadores no afiliados.

El triunfo de Barcelona fue de época y la prensa catalán se desbordó en elogios y, obligado por las circunstancias, no hubo ya más.

Así que ¡a regresar!

+ + +

Ay con don tirano y sus tijeras…

(AAB)

[email protected]