Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 25 de noviembre de 2012 Num: 925

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Museo de la Memoria
de Rosario: el derecho
a la dignidad

Rubén Chababo

Bryce y el Premio FIL
Marco Antonio Campos

Ganar el “Nobel
de los chicos”

Esther Andradi entrevista con María Teresa Andruetto

El placer en la trampa
de la postmodernidad

Fabrizio Andreella

Retratos de
Álvarez Bravo

Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Perfiles
Neftali Coria
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Galería
Ilan Stavans
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Luis Tovar
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Morelia X (III Y ÚLTIMA)

La sección en competencia de largometraje mexicano de ficción del Festival Internacional de Cine de Morelia sólo admite óperas primas y segundos filmes, lo cual garantiza una suerte de “reciclaje” de los realizadores que pueden obtener este premio. Empero, se advierten similitudes y proximidades varias, tanto de forma como de fondo, en las nueve producciones participantes en esta décima edición. No es improbable que la vecindad técnica, formal y conceptual observada obedezca simplemente al criterio/gusto/preferencia/inclinación/formación de quienes tuvieron a su cargo seleccionar lo que habría de competir, aunque dicha posibilidad no descarta esta otra, manejada por Muchagente como una certidumbre: que son filmes de esta naturaleza los que, hoy por hoy, constituyen mayoría en el total de las seis o siete decenas de largometrajes que, como promedio, produce México al año desde hace aproximadamente un lustro.

¿Cuál naturaleza? Respóndase, de entrada, con la pregunta de un lector de estos despropósitos, que por ahí tuiteó lo siguiente: “¿Y si rebautizamos al de Morelia como el Festival de Cine Contemplativo Mexicano?” Más allá de la sorna implicada, y más allá también de que este ponecomas sostiene que el abuso del adjetivo “contemplativo” sólo abona a la simplificación y, por consiguiente, a la flacura reflexiva y al aniquilamiento del contraste de ideas y posturas creativas, algo hay de cierto e ineludible: este no es un cine de ése que hace felices a los distribuidores y los exhibidores cinematográficos porque, resumiendo, no es “vendible”. Tampoco es del que deja satisfechas a las masas porque, otra vez resumiendo, no se parece, ni de lejos, a la mayoría de aquello a lo que las masas han permitido que las acostumbren esos distribuidores y exhibidores. Finalmente, y también resumiendo, tampoco debería ser motivo de plena satisfacción para quienes lo escriben, dirigen y producen, al menos por una razón harto sencilla: que si bien es digno de celebración el hecho en sí de filmar una película, nadie hace cine –eso creemos algunos ingenuos– para darle de comer a la egoteca y ya, sino para comunicarse con el público, para conectar con éste, decirle algo que pueda interesarle. Es decir, no sólo para vender, aunque también e inevitablemente para eso.


No hay nadie allá afuera

Son muchas y bien conocidas las trabas y distorsiones que nuestro medio cinematográfico, visto de conjunto, le opone al consumo de la producción nacional, y desde luego que dichas taras influyen considerablemente en la situación descrita arriba, pero eso no exenta a quienes lo realizan de un ejercicio cada semana más urgente de autocrítica, así sea sólo para borrar uno de los principales argumentos bajo los cuales la exhibición de lo suyo suele serles regateada: que “no interesa”,  “no conecta”,  “no dice nada”  y,  lo más reiterado, que en ese cine “no pasa nada”.

Datos, pa empezar

Apuntados en el orden en que fueron exhibidos, los nueve largos en competencia en el décimo FICM fueron los siguientes: Táu (video, 81 min.), de Daniel Castro Zimbrón, coguionista con Marcos Castro; No quiero dormir sola (35mm, 82 min.), de Natalia Beristáin Egurrola, coguionista con Gabriela Vidal; Las lágrimas (16mm, 63 min.),de Pablo Delgado Sánchez, guionista; Fogo (video, 61 min.), de Yulene Olaizola, coguionista con Rubén Imaz, Diego García y colaboración de Norman Foley, Ron Broders y Joseph Dywer, México-Canadá; Halley (video, 80 min.), de Sebastián Hoffman, coguionista con Julio Chavezmontes; I hate love (digital, 105 min.), de Humberto Hinojosa, guionista; Restos (16mm y video, 95 min.), de Alfonso Pineda Ulloa, coguionista con Ernesto Walter; No hay nadie allá afuera (video, 62 min.), de Haroldo Fajardo, guionista; y finalmente Rezeta (16 mm, 83 min.), de Luis Fernando Frías de la Parra, guionista.

Salvo la última, todas fueron producidas este mismo año. Notó el lector que sólo una fue realizada en 35mm, el clásico formato que así se diría en franca retirada; que tres se rodaron en 16mm, y que las restantes cinco fueron hechas en video, fuese digital o no. Advirtió también que, exceptuando a dos –respectivamente de una hora cuarenta y cinco I hate love, una hora treinta y cinco Restos–, los siete filmes restantes no superan la hora y media de duración, condición que cierto criterio las volvería mediometrajes, no largos. Vio, asimismo, que sólo una de ellas es coproducción entre dos países, así como que en todos los casos el director es también guionista o coguionista de su cinta.

Preliminares datos simples para nutrir lo que no debe ser simple nunca –como quisiera la reiteración de la contemplativitis–: el análisis, la reflexión y la crítica.