Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 25 de noviembre de 2012 Num: 925

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Museo de la Memoria
de Rosario: el derecho
a la dignidad

Rubén Chababo

Bryce y el Premio FIL
Marco Antonio Campos

Ganar el “Nobel
de los chicos”

Esther Andradi entrevista con María Teresa Andruetto

El placer en la trampa
de la postmodernidad

Fabrizio Andreella

Retratos de
Álvarez Bravo

Vilma Fuentes

Leer

Columnas:
Perfiles
Neftali Coria
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Galería
Ilan Stavans
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch


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Foto: elgranotro.com

Es la primera escritora en lengua española en recibir el Premio Hans Christian Andersen dedicado a la literatura infantil y juvenil, llamado también el “pequeño Nobel” por su importancia en el mundo de las letras, el máximo galardón al que se puede aspirar en el campo de esta literatura. Se llama María Teresa Andruetto, nació en 1954 en Arroyo Cabral, un pueblo de la provincia de Córdoba, en Argentina, y aunque escribe desde siempre, comenzó a publicar recién a los cuarenta años. Sus libros empezaron a circular cuando tenía cincuenta y hace menos de un lustro que la prensa de su país le dedica alguna reseña a sus publicaciones. Sin embargo, hace tiempo que la vasta obra de Andruetto en poesía, narrativa, teatro y ensayo viene cosechando reconocimientos a nivel internacional. Stefano fue su primer libro traducido a una lengua extranjera en 2002. Gracias a esa novela que relata la migración de un joven italiano a Argentina, y que tiene elementos biográficos de su padre, Andruetto fue invitada al Festival Internacional de Literatura de Berlín en 2005. La Feria del Libro de Guadalajara de 2009 le otorgó el Premio Iberoamericano sm de Literatura Infantil y Juvenil. Y en agosto de 2012 en Londres, la escritora recibió el “Nobel de los chicos”, el Premio Hans Christian Andersen durante el XXXIII Congreso Internacional de la Organización Internacional del Libro Juvenil (IBBY).

Ganar el “Nobel de los chicos”

entrevista con
María Teresa Andruetto

Esther Andradi

–Eres escritora, poeta, novelista, ensayista. ¿Cómo se lleva la literatura infantil/juvenil con los otros géneros?

–Se lleva bien, porque he vivido cada proyecto de escritura como un camino, una experiencia muy intensa, una forma de felicidad también. Hay una necesidad muy fuerte de ser fiel a mí misma, al deseo de escribir y a seguir el derrotero de escritura de ese deseo. Eso siempre me ha orientado bien.

–¿Cómo definirías la literatura infantil?

–Una literatura que puedan también leer los niños, los “lectores en tránsito”.

–Cuando comenzaste a escribir, ¿pensaste alguna vez en recibir el premio máximo al que se puede aspirar?

–¡No, de ninguna manera! Cuando comencé a escribir, durante los primeros años, no soñaba siquiera con publicar alguna vez. Después de mucho tiempo llegó la primera publicación, cuando yo tenía treinta y nueve años, llegó a raíz de un premio que se hace en mi ciudad. Ese fue el comienzo de mi vida pública como escritora, en el año 1993.

–También eres autora de literatura para adultos. ¿Cuándo sabes que la historia que imaginas es para jóvenes o para adultos? ¿Dónde está la frontera? ¿En la complejidad? ¿En el lenguaje?

–En el lenguaje tal vez, en cierta condición del lenguaje, una búsqueda de profundidad que conserve cierta transparencia. De todos modos, la frontera es muy sutil, sobre todo cuando no hablamos de primeros lectores, porque mientras más pequeño es el destinatario, mayor es la especificidad. Luego esa especificidad se diluye en la medida en que el lector es más grande y tiene más recursos de lectura. Muchas veces también un mismo texto puede ir hacia uno u otro lector según las características de la edición (el formato, la ilustración, etcétera). Cuando un núcleo narrativo aparece, se me aparece con un lenguaje que es para chicos o para adultos, de todas maneras siempre están en el borde, Stefano por ejemplo es una novela que puede ser también para adultos...

–Según tu biografía, eres hija de un partisano que emigró a Argentina en 1948 y de una hija de piamontenses nacida en Córdoba... ¿Stefano es la historia de tu papá?

–El libro no es exactamente la historia de mi padre, pero sí del sentimiento de la inmigración. Tomé datos de su vida, y sobre todo nombres de lugares donde el pasó, y durante mis lecturas en las escuelas. En el Festival de Literatura de Berlín, me parecía increíble escuchar la voz del actor alemán nombrar pueblos que hoy no tienen más de veinte habitantes, lugares, palabras tan insignificantes, también en Argentina. Y entonces yo sentía que estaba trayendo estos lugares de mi padre, revelándolos a través del nombre. Durante ese viaje hice un recorrido en autobús de Torino a Barcelona –nada menos– y comencé a escribir un poema que tiene que ver con la inmigración. Se llama “Imelda”, es el nombre de una sobrina de mi papá que lo fue a despedir cuando él se fue a Argentina. Imelda tiene ahora setenta y tres años, y ella también me fue a despedir a mí a la estación de Torino. El poema tiene una cita de Reinaldo Arenas: “Morir en junio y con la lengua afuera.” Es un borrador de la que va a buscar sus recuerdos, del que es joven y va buscar otra vida, del que es viejo, la despedida en la estación...

–La literatura alemana no te es ajena, ¿verdad?

–No, para nada. Es una literatura que me gusta muy especialmente: Heinrich Böll ha sido muy importante para mí, su forma de narrar me fascina; la obra de Celan también me ha marcado. Una obra mía de teatro, que se titula Enero, y que trata del horror y la dictadura, y de la relación víctima-victimario, es una especie de patchwork con líneas de Celan, Trakl, Doblin. No soy para nada una experta, porque mi modo de leer es voraz, intenso, anárquico. Y desde hace unos años leo para escribir, porque como no trabajo en ámbitos académicos –aunque he participado en la formación de mucha gente–, la lectura ha tenido siempre que ver con la escritura.

–Muchas escritoras se han hecho internacionalmente famosas con este género: la sueca Astrid Lindgren, la brasileña Ana María Machado, ahora la argentina María Teresa Andruetto... ¿qué sensación te produce este reconocimiento?

–Me resulta muy impactante, por una parte. Pero, por otra parte, es un premio que llega sostenido por muchos años de trabajo, en un momento de la vida en el que una puede mirar hacia atrás un camino y mirar hacia los costados y comprender que nada de lo que hemos hecho lo hemos hecho solos, sino que, de muchas maneras, lo hemos hecho con otros, como parte de esa gran construcción social que es la literatura de un país.