Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 9 de septiembre de 2012 Num: 914

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

James Thurber, humorista
Ricardo Guzmán Wolffer

La antisolemnidad
según Tin Tan

Jaimeduardo García entrevista
con Rafael Aviña

Rousseau y la ciudadanía
Gabriel Pérez Pérez

Razón e imaginación
en Rousseau

Enrique G. Gallegos

Rousseau o la soberanía
de la autoconciencia

Bernardo Bolaños

Rousseau, tres siglos
de pensamiento

El andar de Juan Jacobo
Leandro Arellano

Enjeduana, ¿la primera poeta del mundo?
Yendi Ramos

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

 Enjeduana,
¿la primera poeta del mundo?

 

Yendi Ramos

En 1922, en una ciudad al sur de Irak, se realizó una expedición para rescatar 5 mil tablillas de barro. El lugar se llama Ur,  un antiguo centro ceremonial sumerio ubicado entre Bagdad y el Golfo Pérsico. Después de muchos estudios y traducciones se rescataron cuarenta y dos himnos y tres poemas largos firmados por una sacerdotisa akadia. El nombre que aparece al reverso de las figuras es Enjeduana: poeta que cantó su destierro hace 4 mil 300 años. Sus himnos son anteriores al poema de Gilgamesh, la Biblia y el Corán. Por consiguiente, Enjeduana quizá sea la primera poeta hasta ahora conocida. Sus versos refieren un ferviente culto a Inanna, hija del dios y la diosa lunar. Inanna, después nombrada por las demás culturas como Venus, es reconocida a través de los poemas de Enjeduana como toro salvaje, como prostituta sagrada y como guerrera.

El descubrimiento a principios del siglo XX

Esa primera misión estuvo dirigida por Leonard Wolley junto con su esposa Katherine y su colaborador Max Mallowan. La hazaña se llevó a cabo en medio de tormentas de arena y constantes luchas por tener libres de tierra comida, agua y pertenencias. El primer hallazgo fue un disco de 25.6 cm de diámetro donde se leía lo siguiente: “Enjeduana, vera señora de Nana, esposa de Nana, hija de Sargón, rey de todos, en el templo de Inanna…” Esto conformaba un primer retrato de una mujer que rendía culto a una diosa.

Primer documento en español

Los datos sobre la vida y obra de Enjeduana, así como los tres poemas largos, se publicaron en 2009 en el libro Tres grandes poemas de Enjeduana dedicados a Inanna (UACM). Los cantos fueron traducidos del sumerio al inglés por la investigadora y terapeuta junguiana Betty De Shong Meador; y al español por Susana Wald, escritora húngara radicada actualmente en Oaxaca.

Enjeduana es, pues, la primera escritora que tiene un nombre y comienza a estudiarse con lupa. Aunque desde principios de los años noventa otras épicas sumerias se tradujeron al español, como el Gilgamesh, y se continúan desenterrando tablillas que cuentan la historia de Inanna, ambas leyendas son consideradas anónimas. Las dos historias se alimentan de la tragedia, de la divinidad, del viaje del héroe en un mundo  poblado por semidioses y hombres y, como en muchas otras culturas, también del encanto del inframundo.

Enjeduana, princesa y testigo

Tal como lo cuenta Meador, Enjeduana fue hija de Sargón, rey de Mesopotamia, que llegó al poder por designio de Inanna. Sargón, “rey de todos” fue hijo de un jardinero nacido en Azupirann (pueblo de azafrán). Después de ser copero del rey, se rebeló en contra de Ur-Zabada y con la ayuda de los dioses logró despojarlo; es así como construyó la ciudad de Akad, sitio que al parecer aún no ha sido encontrado por los arqueólogos y la capital más importante del imperio de Sargón.

Enjeduana creció en medio de grandes cambios. Fue princesa, la única mujer de cinco hijos del “rey de todos” y, quizá, de una mujer de origen sumerio. Aprendió como parte de la tradición akadia la escritura cuneiforme de una manera fina y elegante, lo que le permitió plasmar sus himnos y poemas. En una edad adulta, Sargón la nombró sacerdotisa del dios lunar en el templo de Ur, probablemente como una estrategia militar para imponer la creciente cultura akadia sobre la sumeria.

Aunque los autores de los relatos de dioses, mitos y cantos son de origen sumerio, los akadios dominaron la mayor parte de esa región de Mesopotamia. Enjeduana vivió entre ambas civilizaciones como una especie de misionera entre el reino de su padre y Ur.

Más sobre literatura sumeria


Ilustración de Juan Gabriel Puga

Recientemente, también en México, se publicó Inanna. Reina del cielo y de la tierra (Conaculta, 2010), una investigación de Samuel Noah Kramer y Diane Wolkstein. La traducción al español es de la poeta Elsa Cross y quizá sea la adaptación más completa que se distribuye en México sobre la diosa de Uruk. Esta interpretación muestra apenas una mínima parte de la creatividad sumeria pues, según Kramer, la misma está conformada con más de veinte mitos, nueve relatos épicos, así como doscientos himnos reunidos en aproximadamente 30 mil líneas de texto, todas ellas aún por descifrarse.