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Juan Domingo Argüelles
Más de Ernst Jünger y la poesía
Para Ernst Jünger, el poeta tiene más afinidad con el hombre que trabaja con las manos que con el que trabaja con las máquinas. Y observa algo que es, en esencia, lo que define su vocación: “Como el poeta no representa ningún estamento, por no hablar de una profesión, no puede encuadrarse en la sociedad. El conflicto comienza ya en la familia, que generalmente lo considera una desgracia cuando aparece en ella.”
Jünger trae a cuento una frase que Flaubert le expresó a Louise Colet en una carta del 13 de enero de 1854: “Quisiera vivir dos o tres libros más; por eso estoy cristalizado y entumecido.” No dijo que quisiera escribir libros, sino que los quería vivir. He aquí lo que le es propio a la vocación literaria. Flaubert diría también: “Escribir tiene que ser algo tremendamente valioso, para que alguien soporte convencido semejantes tormentos y no quiera ningún otro. Aquí hay un misterio que supera mi entendimiento.”
A lo largo de las anotaciones que componen El autor y la escritura, Jünger reflexiona sobre la poesía con una lucidez extraordinaria. Afirma, por ejemplo: “Más importante que saber si un poeta me gusta o no me gusta, y aun si me causó dolor, es que me haya estimulado.” No muchos, por cierto, consiguen esto último, a pesar de que puedan gustar o disgustar.
En cuanto a la “técnica”, que tanto suele envanecer a los que dicen que la tienen y la usan, Jünger afirma: “La técnica es absolutamente ofensiva y voraz, un producto del pensar concentrado exclusivamente en el fin, que se sitúa en el polo opuesto del mundo de las Musas, hostil a la poesía y a la meditación.” Recordemos a Faulkner, cuando a pregunta expresa acerca de la técnica por él utilizada, sentenció: “Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía.”
Ernst Jünger |
En cuanto a la verdad de la literatura (o la verdad de las mentiras, como dijera Vargas Llosa), Jünger sostiene que la lectura no sólo debe divertir sino también enseñar y, auxiliándose de Goethe, recita: “Los cuentos de hadas, por maravillosos que sean,/ las artes del poeta los hacen verdaderos.”
Pocos autores, como Jünger, explican tan extraordinariamente este proceso de aprendizaje. Afirma: “El lenguaje contiene moléculas que se graban tempranamente. Por ello es importante que al niño se le hable mediante la poesía ya desde las canciones de cuna. Mi madre nos leía poemas por la noche.”
Cuando un poeta toca las más hondas emociones y comparte sus hallazgos con los lectores, ennoblece todo y a todos. Así lo cree el autor de Abejas de cristal, quien agrega: “El poeta juega con la realidad: el poema puede completarla y sublimarla, pero no la reemplaza.” Dicho esto para aquellos que no consiguen distinguir ficción y realidad.
El poema, en sus casos más altos y sublimes, es una descarga de emoción más que un logro de la disciplina. Jünger está seguro de ello y sostiene: “Es mejor cuando la puerta se abre sola que cuando es abierta. La diferencia se oye también en el poema; sentimos si ha sido compuesto con trabajo o si surgió desde el interior.” La inteligencia superior de los grandes poetas, decía Baudelaire, radica en su más profunda espiritualidad, que nada tiene que ver con la ciencia.
En palabras de Jünger, lo peor que puede hacer el poeta es ser engullido por los negocios; la poesía más extraordinaria es la total negación del negocio: es el ocio creador. Sólo si la vocación poética es fuerte, abandonará ese ámbito nocivo o bien será expulsado por los propios negociantes que son incapaces de tolerar el ocio de la poesía.
La defensa poética de Jünger resulta más entrañable y más poderosa que la de muchos poetas. Para él, “la poesía testimonia algo más que el orden visible, y el poeta sigue una vocación que proviene del mundo indestructible.”
El gran escritor alemán tiene no sólo una percepción clara sobre el universo poético, sino también sobre las amenazas que rodean a ese universo. Por ello afirma que el mito es indispensable para el poeta, del mismo modo que lo más pernicioso es la política. Explica: “En contraste con la épica, la poesía lírica vive de lo atemporal. Refleja lo imperecedero. Perecederas en cambio son la historia, la sociedad, la ciencia, y con ellas el poema que se les dedica. ” Y cuando Jünger habla de política, se refiere incluso a la política que hay en las letras: “El autor tiene que satisfacer a la lengua, no a la crítica; por consiguiente, no al juicio, sino a la ley. La mayoría de las reseñas no pertenecen hoy al terreno del arte, sino al de la política.” Es imposible decirlo mejor.
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