Opinión
Ver día anteriorJueves 5 de julio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Saldos de la contienda electoral
L

a jornada comicial del domingo pasado no logró culminar definitivamente el proceso electoral. El cúmulo de irregularidades vividas durante el tiempo de campañas, la desmesura de los recursos utilizados por el otrora partido oficial, la obvia desviación de las encuestas profesionales y, por supuesto, el respaldo del duopolio televisivo al candidato del PRI, construyeron un proceso que sólo podía resolverse si hubiese habido un respaldo gigantesco al candidato del movimiento progresista. El proceso será impugnado, lo que hace relativamente incierto su desenlace.

Sin embargo, hay asuntos que las elecciones resolvieron con claridad. El de mayor importancia es la evaluación que han hecho los electores al gobierno de Calderón. El rechazo ciudadano a estos seis años, y más en general a los 12 de gobierno de Acción Nacional, ha sido contundente. Su nueva ubicación como tercera fuerza política nacional, la pérdida de las gubernaturas de Jalisco y Morelos, la debacle en la ciudad de México, dan cuenta del abandono de los electores a un proyecto que tuvo la oportunidad de transformar verdaderamente al país.

Las razones de fondo de esta derrota estratégica no están en una mala campaña, ni en una candidata plana, sino en el desempeño de los gobiernos panistas. La administración foxista desperdició un auge mundial provocado por la expansión china, que favoreció significativamente a los productores de bienes comerciables globalmente, terminando su sexenio con un mediocre crecimiento promedio anual del PIB de 2.27 por ciento. Calderón, atado a la ortodoxia monetaria, llevó a que la economía nacional tuviera una contracción de 6.2 por ciento en 2009, en condiciones en las que países como Brasil lograron casi evitar la recesión. De este modo, en su sexenio habrá habido un crecimiento promedio anual de sólo 1.8 por ciento.

En materia laboral, el pretendido presidente del empleo deja un saldo lamentable. Su sexenio bien puede calificarse como el del desempleo y la precarización del trabajo asalariado. Los asegurados permanentes en el IMSS en lo que va del sexenio apenas aumentaron a un ritmo anual de 400 mil empleos, en tanto que la fuerza de trabajo crece tres veces más rápidamente, de modo que anualmente ingresaron al desempleo o subempleo, o migraron pese a las crecientes dificultades, 800 mil mexicanos.

En materia fiscal, la pretensión de lograr el equilibrio no fue conseguida. Por el contrario, pasamos de un balance presupuestario en 2006 de 0.1 por ciento del PIB a un déficit de 2.5. Los ingresos presupuestarios aumentaron sólo un punto del producto, mientras el gasto corriente pasó de 21.7 por ciento del PIB en 2006 a 25.3 en 2011. La deuda pública prácticamente se duplicó en el sexenio que está por concluir. En 2006 la llamada deuda económica amplia neta era equivalente a 15.8 por ciento del PIB y cinco años después llegó al 30.3.

En materia de inflación entre 2006 y 2011 los precios al consumidor crecieron 29.11 por ciento, lo que da cuenta de un incremento promedio anual de 4.85. Los salarios mínimos y contractuales, por su parte, crecieron nominalmente 33.73 y 28.61 por ciento en el sexenio, respectivamente. Así las cosas en estos seis años los cientos de miles de trabajadores con salarios establecidos a través de negociaciones contractuales vieron decrecer ligeramente su ingreso en términos reales (0.45 por ciento), en tanto los salarios mínimos se incrementaron en términos reales 4.62 por ciento, lo que significa un pírrico aumento anual de 0.77 por ciento.

El recuento económico de un sexenio lamentable es, sin embargo, insuficiente. Este presidente será recordado como el que involucró a la nación en una guerra en la que pretendidamente recuperaríamos el control de la Nación. Guerra que ha provocado que la inseguridad en muchos lugares del territorio nacional haya aumentado a niveles insoportables, castigando a millones de mexicanos.

Un saldo positivo queda claro a estas alturas del proceso electoral: el movimiento #Yo soy 132. No sólo porque su aparición cambió significativamente la calidad de la contienda electoral, sino porque su permanencia podría provocar una renovación trascendente de la vida nacional.